La labor que aquí se inicia, además de una apertura, debe verse como una consolidación que, lejos del conformismo o la complacencia de quedarse con lo “ya realizado”.
Habitar una ciudad como Santiago, donde sus habitantes se te vienen encima, superando con creces a muchas de las grandes capitales. Equivale a estar en mitad de una avalancha, y al unísono sentirse en medio de la nada, porque cada vez se va perdiendo más esa capacidad de encontrarse, especialmente con la naturaleza y no hablo sólo del entorno, sino de nuestra esencia, la que originalmente va ligada a quehaceres que nos distinguen de otras especies, como es el arte, que es una manera de transfundir la realidad en poesía.
Porque como decía Nicanor Parra, “para nuestros mayores, la poesía fue un objeto de lujo, pero para nosotros, es un artículo de primera necesidad. No podemos vivir sin poesía”.
Una reflexión que puede aplicarse a quienes hacen del arte su forma poética de resistencia y eso es precisamente, lo que Arte Al Límite y su equipo encabezado, por Ana María Matthei, ha logrado perseverar en su afán por difundir el arte, y que hoy se ve coronado en un museo de nivel internacional en Panquehue, región de Valparaíso.
Así genera un intercambio que conlleva el deseo de estrechar lazos con la comunidad, involucrando al sector educacional con visitas guiadas, partiendo por el Liceo Bicentenario de Panquehue y el Colegio Alemán de San Felipe, rompiendo con el implícito “borramiento” que ha caracterizado a la metrópoli, restándole importancia a muchas localidades rurales, completamente alejadas, por no decir desposeídas de circuitos artísticos- culturales, dado que el mundo del arte se sitúa en las grandes urbes. Lo que repercute en gran manera en el acervo cultural con que contamos.
Aunque no puedo dejar de mencionar el gran desinterés por el coleccionismo, incluso en ciertas élites. No obstante, la apuesta de AAL MUSEO, propone al unísono un espacio de reversibilidad, destinado a quienes -siendo habitués- orbitan los centros artísticos, invitándolos a comprobar que existe un universo fuera de los márgenes. Proyectando este museo en figura clave de la región, dado que la transversalidad y transferencia de conocimiento es vital.
Porque si bien su primordial objetivo es reivindicar el coleccionismo, a la par busca fomentar el florecimiento local, y el de la comunidad artística, proyectando su gestión en tres etapas: partiendo con dos exposiciones al año, generando actividades educativas y de mediación, más alianzas público-privadas que permitan vinculaciones a nuevas audiencias.
Para luego, armar un programa de residencia para artistas que contribuya, a la interacción entre diversos agentes del arte y mejoras en el catastro y la conservación de obras para fomentar la investigación teórica y dar a conocer nuevos aspectos sobre el arte.
Para finalmente, ser un referente dentro de los museos privados de Chile, con la idea de lograr un sistema de conservación, restauración y comunicación sobre el arte contemporáneo, lo que además potenciaría en gran medida al sector vitivinícola presente en la zona, incrementando el gran valor patrimonial y de imagen país.
Como ven, desde ya descentralizar es en sí un legado. Especialmente, por aquello que resalta el artista catalán Lluís Barba, “un niño que conoce el arte, nunca te va a quemar un bosque”. La labor que aquí se inicia, además de una apertura, debe verse como una consolidación que, lejos del conformismo o la complacencia de quedarse con lo “ya realizado”, AAL MUSEO, resitúa los límites, consecuente con su nombre, se sale de los márgenes, hecho que refuerza la curadora de “Tejiendo identidades, diálogos, huellas y futuro”, Marisa Caichiolo.
“Esta primera exhibición es una selección de la colección privada de Ana María Matthei de Arte Al Límite, esta colección que es muy grande, y también muy amplia, con unos géneros muy diversos, por lo que en esta particular exhibición se hace presente con 28 artistas de 16 países y eso habla de algo muy internacional, muy fuerte, muy contundente, donde la práctica de cada uno de estos artistas es sumamente comprometida, no sólo con el medio ambiente, sino con sus propias comunidades”.
De ahí su nombre, plasmado en una muestra circundada por tres ejes temáticos: huellas (arte originario), transformación social (identidades y diálogos), y ciencia-arte-tecnología (futuro), y es precisamente en ese entramado donde existimos, lidiando con esa eterna pugna entre naturaleza y tecnología, y lo más complejo, es que frente a ese vertiginoso know-how, nuestro pensamiento es mucho más lento.
En una sociedad que está en permanente crisis reconectarse con la naturaleza, abre la posibilidad a que un niño también se conecte con un artista, una obra o una materialidad, convirtiendo a este museo en todo un referente que no enajena a los nuevos medios, sino que los hace partícipes de una lógica, que en primera instancia pareciera que son ámbitos que no conversan, pero en la medida que recorremos la muestra, vemos que existe una secreta afinidad. Una conexión que es reforzada por la propia curadora, según la cual “todos somos un todo, y no se puede separar la tecnología, la ciencia y el arte”.
Algo que podemos cotejar en muchas de las obras que, si bien apelan por aislarse de ese afluente tecnológico y los mass media, emplean esos mismos recursos, para iniciar un balance entre lo que está siendo arrasado, y aquello que emerge como preludio de un futuro que está en ciernes, pero que nos impulsa, más temprano que tarde, a sumarnos a este inevitable cambio.