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“Crítica, revuelta y escritura”: tentativas de Nelly Richard CULTURA|OPINIÓN

“Crítica, revuelta y escritura”: tentativas de Nelly Richard

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Mauro Salazar Jaque
Por : Mauro Salazar Jaque Director ejecutivo Observatorio de Comunicación, Crítica y Sociedad (OBCS). Doctorado en Comunicación Universidad de la Frontera-Universidad Austral.
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Es una textualidad que, sin renunciar a las formas imaginales de “lo político”, puede interactuar con los tamices del realismo donde los dialectos de la revuelta intenten traducir sin considerar este acometido como una “traición a la poética del desorden que hizo estallar la revuelta”.


“En los tiempos en que calla hasta el graffiti –cuando el vacío, silencio, a lo más, ruido interno– habla este libro. Aquí subyace octubre, en ese acopio de deseo y luego tristezas de patria, para sentirnos, ahora cuando duele, habla Javier Agüero, y se oye, en estas memorias, dichas en su día con gracia y constancia de guardia insobornable, de las alturas filosóficas de Chile. Así habla el habla del año de la Derrota y de la desilusión del proceso constituyente; sobreviviéndole, por quien puede entre pocos, y con palabra dicha en honesto y en agudo, cavando con metáforas, martillando entre comas. Dirá lo que no se dice, desdecirá lo que se dice, maldecirá también, dirá la verdad dura que habría que tragar; nos invita a encontrarnos de pleno con una verdad trágica, sabernos como patria en desgracia. Así hace oír, en su lectura, la maldición de Chile”.  Manuel Canales. Prólogo a “Futuro anterior. Apuntes sobre un tiempo mutante” de Javier Agüero.

 

Las prácticas del ensayo que aquí se reúnen no conciben la “economía argumental” tras la sucesión ordenada de procedimientos inductivos o contrastaciones empíricas, o bien, desde el orden de la metodicidad, sino como prácticas y pliegues de disputa política en torno a un conjunto de “formaciones textuales” -humanismo crítico-. Tal disyunción, o hendidura —a modo de paradoja— abraza las formas oposicionales del descalce, que no responden a las tribunas de la indexación y las barreras jerarquizantes de subjetividades normadas. Los textos que se dieron cita como escrituras de la revuelta-concitando a Miguel Valderrama- para interceptar por la vía de micro-resistencias los lenguajes de la gestión –consenso del accountability– centrados en servicios, desregulación y commodity, mantienen complicidades y disensiones con Nelly Richard. El texto irrumpe bajo un desgarro incurable, a saber, cómo conciliar institucionalidad y movilización social en un horizonte del sinsentido, o bien, en un tiempo de acontecimientos sin concatenación narrativa. En el acervo de las luchas populares, la revuelta es un pasado que permanece pendiente. Una temporalidad que no se orienta hacia el porvenir porque no es posible reconocer en el pasado mismo un sentido de futuro.

Crítica, Revuelta y Escritura fue una escena crítica que se levantó desde una temporalidad del derrumbe, donde los acontecimientos no gozan de relatos y deben litigar con la brecha entre memoria e historia. De un lado, la caducidad ontológica del pasado, sudes-narrativización y, de otro, la disputa por la significación del presente. La revuelta compromete un “tiempo excepcional” donde prevalece el desbande de pasiones, el arrebato de sentidos y la efusividad de cuerpos insurrectos. Hay que admitir que la crítica al clivaje destituyente (Octubrismo) es un estado de alerta que tempranamente nos susurraba Richard (CLACSO, 2021).

Crítica, Revuelta y Escritura alude a las textualidades acontecidas por la revuelta, que responden al flujo de sucesos (lo transitorio-fugaz) en secuencias de temporalidad, contrastes inauditos y excedentarios, que se vivieron durante meses de intensa potencia igualitaria y desesperada búsqueda de futuro. Una fractura temporal sin horizontes semánticos u otro tipo de articulaciones y propias del campo post-hegemónico. La querella con Tiempos y Modos –cuál archivo de lo intempestivo, contra las “escrituras de la revuelta”, aparece tan política “como sensata” –orden de lo fáctico- en el desbande de “temporalidades deshistorizadas y “romanticismos del porvenir”.

Tiempos y Modos (T&M de aquí en más) expone sus ideas bajo la prueba exigente del polemos, a saber, pensar una experiencia de búsqueda incesante cuando se impone el tiempo del ocaso, pero se trata a la vez de un fin que no termina nunca. Todo bajo la experiencia más pavorosa del sinsentido donde padecemos la catástrofe de lo común, por ello T&M no busca adherir rápidamente al horizonte moral de su época (“realismo adaptativo transicional”), sino que hace de la hegemonía una “teoría de la esperanza”. La contra-escritura richardiana no pretende agotar el acontecer en la sola “traducción” (gestionar las metáforas) en la lengua del hegemón y limitar la oscilación del sentido en una “traducibilidad” que exhume las temporalidades nómades que litigan con el presente. En suma, no se trata de un frenesí por gestionar acontecimientos y administrar “agenciamientos de sentido”. Lejos de invocar normados “agenciamientos de sentido” -porque una revuelta es un punto ciego librado a sus avatares – aquí se trataría de obstruir, advertir y emplazar su inevitable “deriva imaginal”. Ello implica otra trama articulatoria de lo político y no el imperio de la facticidad de los contratos modernizantes. Con todo, Richard sabe de la brecha inaferrable-irrefrenable entre memoria e historia que no sería sino, la contemporaneidad de la catástrofe. Cuatro son los querellas de siete intelectuales públicos que, difícilmente, pueden ser rotulados bajo un “nosotros”, a) el vacío imaginal para pensar formas de articulación, narrativa o traducibilidad, conducentes hacia “lo político” sea en tramas de hegemonía o fijaciones de sentido b) el desbande dialectal para abundar en lirismos insurreccionales que, en su pasión de fuga -éxodo- cincelaron una escritura acontecimental, sin sopesar la dimensión factual de la política c) la nula capacidad de pensar lo institucional como un bloque no homogéneo que permite usar los agrietamientos o fisuras institucionales, por fin d) la crítica richardiana a las metáforas beatas del campo intelectual que ayudaron a una restauración conservadora.

Los argumentos que expone Crítica, Escritura y Revuelta (2024) son diversos en materia de realismo, acontecimiento y hegemonía. De un lado, la singularidad de un acontecimiento no quiere decir lo contrario a lo plural, sino que se entiende como único e irrepetible. El acontecimiento dice Javier Agüero, es “iterable o tiende a la iterabilidad y, siendo de esta manera, asumimos que octubre tuvo lugar una única vez. Aunque resuene y se repita, su gestualidad fue la del desajuste radical; des-coincidencia siempre inédita porque no ocurre “en” la historia, sino que le ocurre “a la historia”; le pasa a ella y no en ella, perturbando siempre nuestras certezas respecto de la tradición y la secuencia de la historia misma” (Crítica, revuelta y escritura, 16). La paradoja consiste en que un acontecimiento no sanciona el cierre de una época, sino la imposible clausura de ese pasado inmediato que, sin embargo, se ha cerrado. Nos preguntamos gracias a Badiou cuál es la relación del acontecimiento con la situación de su irrupción. De un lado, la hipótesis donde el acontecimiento pertenece a la situación, y alude a un múltiple singular que pertenece a la situación, pero que no sería parte de ella, dado que no puede ser captado por el estado de la misma situación. El nombre del acontecimiento sería un nombre anónimo del cual sólo se puede decir que pertenece al sitio, en cuyo borde se sostiene la presentación intrasituacional de su sitio.

En una penetrante intervención, Rodrigo Karmy sostiene que, en la cita de Richard, hay un guion Foucaultiano, que se sirve de la “crítica de la crítica” para reivindicar un cierto afuera que garantice la necesaria “distancia” con la que toda crítica habrá de contar. “Nelly vive en Alemania es, por cierto, una expresión irónica [reconoce Karmy], que encuentra su analogía con un Kant “entusiasmado” con la Revolución Francesa pero situado en la distancia que solo Königsberg podía dar. Desde Alemania se puede contemplar a los jacobinos y su Revolución, desde Alemania se podrá, por tanto, situar el filósofo para seguir el rumbo de un acontecimiento que ofrece para él el signo del progreso. Mi lectura es que la interpretación de la revuelta propuesta por Nelly se sostiene solo desde un lugar de enunciación que supone una distancia tal respecto de los acontecimientos que le garantizaría la posibilidad de la “crítica”. Una distancia que no es la del abrazo, sino la de su conjura. (Crítica, revuelta y escritura, 47)

Aunque Mauro Salazar no comparte la solvencia analítica de un Tercer Espacio, si admite su necesidad política y un afán modulado de T&M por objetualizar a las escrituras de la revuelta. En un complejo giro de realismo –no necesariamente kantiano-  se subraya la fuerza escritural que expresa menos una vocación por la alteridad y se suma cuidadosamente a una “objetualidad estratégica”. Con todo, la revuelta marca un punto de ruptura en un orden de discurso constituido a partir de la renovación socialista. Todos los diagnósticos que se han llevado adelante de la revuelta aún están inmersos en ese orden de comunicación, pero eso no implica que aún se esté en ese orden de comunicación política. El propio informe del PNUD 2024, sostiene que los cambios han sido postergados, diferidos, interrumpidos, etc.

Tenemos un país sin proceso, ni proyectos de cambio. Un informe que permite dejar planteado la tesis de ruptura entre “lo político y lo social” donde la revuelta no es mera interdicción (ex nihilo). Hay una cita donde Manuel Canales, nos recuerda que el 2019 no fue “la alteración y perturbación de un estado de cosas, y también la pantalla trizada donde el pasado aún sostiene las verdades del presente. Plaza dignidad y las subjetividades vitriólicas, cual fiesta de los pueblos, pero con una máscara o disfraz —latencia de la subjetividad neoliberal— transitada por un infranqueable “yo posesivo”. La necesaria analítica sería la discordancia y excentricidad de lo “lo temporal”, el devenir extravagante que transgrede toda normalidad, y alteración de la vida cotidiana”. (Salazar, 98).

La microfísica de las subjetividades es un clúster de cuerpos no natos que, desde una esquina, fueron capaces de transgredir convenciones y devenir en trayectos del sin sentido, o bien, en un guión caleidoscópico de la (des) subjetividad oscilante entre anarquía-alteridad-ciudadanía-cólera que ha fracturado todo régimen sintáctico. A propósito de los modos de discutir el presente, e ir a la “materialidad de los significantes” alude a una separación entre la filosofía y crítica cultural en torno a la “actualidad” como contexto de intervención y sin el ánimo de ceder a la subordinación de la crítica a la “factualidad del contexto”: “voluntad de presente, un deseo de intervención que reclama un presente en el cual realizarse. Huelga una pregunta, acaso T&M está fuera de la “zona móvil” -lugar de enunciación- que recusa los momentos sin destino de escrituras paroxísticas desde una distancia protegida. Con todo, qué pasa si el realismo que proclama (o bien, que se le imputa Richard) como holgura de lo audible fuera más bien una “figura formal” para advertir y contrarrestar el riesgo que comportan los juegos de lenguaje, y no así un movimiento sustancial por un realismo creativo. Qué pasa cuando Richard padece una “guerilla de posiciones” porque se debe a una “comedida disposición nihilista” que también es necesario recusar en su doblez. Se puede usar la prosa en movimiento, aquella que desconfía de la positividad de los conceptos, para impugnar la “letra errante” –cómo sí– con ello bastará para generar el efecto de un realismo imaginal. Hay “cambios de piel” en la prosa de T&M, para estar en un lugar premunido-eximido sobre las “escrituras de la revuelta”.  Basta con el momento suspensivo para sindicar esa supuesta holgura cognitiva que mucho le llaman realismo, como si el Tercer Espacio que proclama Richard fuera ineludiblemente eso. Por fin, cuál sería la relación afirmativa de la contra-escritura richardiana con los juicios empíricos. Lo importante es que la ensayista no se suma al horizonte moral de una época –“rebeldía”- capturada por el realismo progresista y sus garrotes.  En suma ¿basta acaso con el lugar suspensivo para sindicar esa supuesta holgura cognitiva sobre las difíciles tareas del orden? Y es como señala Oscar Ariel Cabezas, “El espíritu octubrista literalmente no contaba con dispositivos de articulación y operadores que pusieran en marcha el simulacro y la hipóstasis democrática del consenso. En vez de la articulación y los consensos basados en lo que tempranamente Simone Weil identificó como lógica del interés en la que se sostenían los partidos políticos, el espíritu octubrista desplegó la cooperación y la solidaridad del despertar en el pliegue interno de la desobediencia civil” (p. 111).

Alejandra Castillo en un texto que articula elementos contextuales y sustanciales nos recuerda que T&M, “llama a las salidas de marco del diseño de la democracia liberal “anarquizantes” y reduce el efecto de sus obras y textos a un pequeño círculo de convencidos para mantener el mismo diseño de la democracia que se cuestiona: “Me pregunto –dice la ensayista- si no tendríamos que reservar las fugas de lo menor para aquello que, modestamente, hacemos en el campo de la creación y el pensamiento (textos y obras), sin exigirle al texto constitucional la modulación poética de una variación-alteración continua que lo desfigure todo, cuando bien sabemos que la propuesta de nueva Constitución va a necesitar, al final del recorrido, ser consensuada por una mayoría social compuesta por sectores que claramente le temen a la desestabilización permanente”. (T&M, p. 98.)

Tiempos y Modos y sus pulsiones de escritura, cultiva un interés declarado -desde la introducción del libro- por abrir un espacio en disputa que nos interesa seguir, en su latencia estético-político, más allá de sociologías del malestar. Con todo, las consignas del paroxismo nos llevan a las “temporalidades cerradas” de la calle neoliberal, donde la acumulación de “imágenes grotescas” –“distopías totalitarias”- reparan permanentemente en las perversiones estéticas (“cuerpos y enunciados”) y los efectos de “confusión babélica” (dialectos insumisos) que agravaron una regresión conservadora. Convocando a Juan Pablo Arancibia, “Aquel acontecimiento de disyunción del tiempo apertura una temporalidad otra, una que pareciera común tanto a la tragedia como a la historia. Allí, el acontecimiento trágico abre un tajo en el tiempo en cuya ablación irrumpe el devenir potencia de una fuerza que se afirma y padece, tanto vence, como se arruina”.

Una textualidad que, sin renunciar a las formas imaginales de “lo político”, puede interactuar con los tamices del realismo donde los dialectos de la revuelta intenten traducir sin considerar este acometido como una “traición a la poética del desorden que hizo estallar la revuelta” (97). En la misma dirección la ensayista hace más de una década señalaba sus diferencias con un dogma donde todo deseo de traductibilidad “parcial entre lo criticado y la crítica, por vigilante que sea su ejercicio, está destinada a la obscena complicidad con lo fáctico de un hoy sumergido en la promiscuidad del valor-cambio”. (Crítica y Política, 2013). Tal hendedura implica un realismo reflexivo, que mantendría en vilo una ética del acontecimiento. Por fin, son los abismos y posibilidades que entraña la memoria del tiempo presente.

Nous t’aimons Nelly pour nous avoir offert une nouvelle révolte de l’écriture.

 

Ficha técnica:

Crítica, revuelta y escritura. Tentativas de Nelly Richard

Ediciones UFRO-Palinodia-La Cebra, 2024.

Mauro Salazar J. (Editor).     

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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