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“Lecturas conmemorativas”: la importancia de la historia social y de los contextos

“Lecturas conmemorativas”: la importancia de la historia social y de los contextos

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Este es un excelente ejemplo de lo que significa hacer una historia social, perspectiva que, entre otros temas, releva el rol de los movimientos populares en la expresión de carencias de una sociedad que exige cambios, que lucha por los derechos humanos, que requiere espacio y y presencia pública.


Este nuevo libro de la historiadora y académica María Angélica Illanes Oliva (1949) contiene diecisiete ensayos, distribuidos en tres capítulos, cada uno dedicado a temáticas interesantes y atrayentes, muy clarificadores de nuestra historia para quienes tienen interés en profundizar causas y consecuencias. En cada ensayo la relación con la sociedad del momento deja al descubierto conexiones que son importantes no solo para comprender nuestra historia en todas sus dimensiones, sino para desnudar sus raíces y cómo ello confluye a redes de poder y las relaciones multidimensionales que se crean a partir de allí.

La introducción es un marco previo -y necesario- respecto al significado de conmemorar, celebrar, recordar…, ya que los supuestos de quienes lo hacen no son neutros en tanto se relacionan con sus lugares en el mundo, es decir, en un contexto que no es igual ni se percibe como tal por grupos contemporáneos a los sucesos, pero que tienen grandes diferencias entre sí en términos ideológicos, sociales, culturales, políticos, económicos.  Destaco la siguiente cita: “He aquí la magia actualizadora de todo rito de conmemoración: reconoce lo que no quedó olvidado, marcado en la fisura de la memoria, otorgándosele públicamente el derecho de volver a ser narrado y reinterpretado, y a trazar un futuro según el sentido que adquiere su omnipresencia. El acto de historizar desde este brote de acontecer significativo de la memoria tiene, así, la particularidad de ser siempre una relectura, una revisión dirigida por las preguntas que surgen del suceso significativo actualizado”. (pp. 13-14)

No es una historia de acontecimientos o hechos heroicos aislados, sino una historia de seres humanos que se desenvuelven en contextos específicos; que son sujetos sociales; que son parte de ese gran mundo popular al que solemos mirar como ajeno y del que tenemos tanto que aprender; comprender que no hay -no podría haber- una mirada única. Y ese es uno de los ángulos enriquecedores que nos muestra esta historiadora chilena: abrir el abanico de miradas posibles, miradas menos complacientes y más críticas; traer voces del pasado al presente y viceversa, de manera que ambos se iluminen como parte de un continuum, pero en el cual coexisten seres humanos que, teniendo necesidades muy similares, viven grandes desigualdades. Por tanto, no pueden pensar de la misma manera ni compartir los mismos análisis.

Como señala la autora, el siglo XXI abrió una mirada más crítica a importantes acontecimientos históricos, entre ellos, 200 años de la independencia de Chile, 100 años de la masacre de la Escuela Santa María de Iquique, 50 años de la Unidad Popular y 50 años del golpe civil y militar. Y es esa historia la que, más allá de los “hechos” y documentos, requiere volver permanentemente sobre sí misma, hurgar desde nuevas perspectivas de análisis, interpretar y aplicar el pensamiento crítico que requiere todo acontecimiento histórico-político-social-económico-cultural, personal incluso.

Este libro se estructura desde la búsqueda de una identidad, proceso que seguramente debe ser revisitado cada cierto tiempo y analizado en relación con los contextos, esos espacios donde se unen en espeso tejido los hilos del poder.

  1. Angélica Illanes despliega varias interrogantes, que reaparecen cada tanto y cuyas respuestas son imprescindibles al momento de definir una identidad: “¿Qué significa ser una patria a-mátrida? Somos una nación huacha-de-madre: una nación que no conoce su útero; su raíz, su árbol (…) Ser nación-huacha-de-madre, creemos, instala aquella duda crónica que nos ronda hace un par de siglos -no-saber-decir-quiénes-somos-los-chilenos/americanos. Es decir, la pregunta obsesiva de nuestra identidad”. (p.24)

En el ensayo inicial, “Huachos y huachas de madre…”, la autora refiere a un encuentro realizado hace más de veinte años entre algunos historiadores y el escritor y poeta Elicura Chihuailaf, que los desafió a responder una gran pregunta: “Mi gente me dice, ¿pero cuál es la palabra de los chilenos?”. (p. 26)

Nuevamente, ¡nada menos que quiénes somos, cuál es nuestra identidad! Así, se evidencia lo imprescindible e insoslayable que es construir una identidad que reconozca lo que somos. El conjunto de ensayos de esta primera parte va poniendo en evidencia muchas de nuestras falsas creencias, construidas en torno a seleccionar parte de la realidad y ocultar otras, también necesarias para analizar qué y cómo somos.

El ensayo 8 (Segunda parte) refiere a la participación ciudadana. Sin duda, es un tema que vuelve recurrentemente en diferentes etapas históricas, desde la interrogante básica ¿en qué participamos?, ¿cómo? La autora afirma que “En la ‘participación ciudadana’ -como en todos los campos de la realidad- lo social y lo político se encuentran entrañablemente unidos; unidad que se define y manifiesta como ‘democracia social’, cuyo gobierno emana de la sociedad civil que encarna la vida concreta de la comunidad organizada y que dirige su discurso hacia los gobiernos y viceversa”. (p.148)

Luego, despliega de manera certera conceptos como soberanía, y cito: “Desde este concepto de soberanía civil del y de los pueblos, la democracia no se construye solamente a través del sistema político electoral y representativo, muy propio de un régimen republicano empresarial; cada vez que se ha limitado así, ha entrado en crisis democrática. (…) La democracia representativa y la democracia directa han de ir indisolublemente unidas: una se nutre en la otra y viceversa”. (p. 149)

En esta historia oscilante de los países de nuestro continente, en que el péndulo puede ir -en el caso de Chile- desde la elección democrática del presidente Salvador Allende Gossens, con una propuesta política y social claramente distinta, al sangriento golpe civil y militar que implantó un modelo económico, político y social que hasta ahora persiste.

El ensayo 9 se titula “Golpe civil y cultural en Chile: la historiografía curricular relegada”. Aborda un tema poco difundido y por ello, poco conocido en su significado más profundo, pero llevó a que se unieron las escuelas e institutos de Historia de la mayoría de las universidades del país, y a que docentes de Historia levantaran sus banderas. ¿Qué había pasado? En 2018, el Consejo Nacional de Educación (CNED) aprobó la medida que convirtió la asignatura de Historia en optativa para tercero y cuarto medio.

La siguiente cita es descarnada, remece y estremece: “Se ha dado, en Chile hoy, un golpe cultural civil de Estado. Remedando la dictadura que derrocó al gobierno constitucional en 1973, el grupito gobernante actual ha resuelto la quema de los libros de historia en la fogata del olvido de las escuelas populares… Poco a poco, la narrativa de la historia será una relegada y quizás ‘desaparecida’…”. (p. 157) Y esto sucedió 28 años después del ¿fin? de la dictadura.

Sin duda, la mirada desde la historia no puede sino enriquecer nuestra comprensión del mundo en general, pero especialmente del que conocimos y en el que nos tocó vivir. En el caso de mi generación, participar en la elección democrática de una opción de cambio social, con un estadista y una figura como la de Salvador Allende. Luego, vivir una dictadura durante diecisiete años, que dejó una sociedad quebrada, quizás por muchas décadas, pero que a pesar de ello continúa luchando por verdad y justicia, por denunciar las carencias y extremas desigualdades que caracterizan al planeta en general.

“Lecturas conmemorativas…” es un excelente ejemplo de lo que significa hacer una historia social, perspectiva que, entre otros temas, releva el rol de los movimientos populares en la expresión de carencias de una sociedad que exige cambios, que lucha por los derechos humanos, que requiere espacio y presencia pública. Entendemos mejor que la historia requiere las voces del presente, que está viva en tanto puede ser contada y revisada desde distintos espacios sociales. Es la misma y es otra, en tanto para constituirse requiere el pensamiento, la mirada, las palabras de cada ser humano, expresadas desde los más diferentes ángulos, porque no define nada de una vez para siempre. En ese sentido es también lo más cercano a la literatura en general, porque si bien refiere a acontecimientos reales, capacidades como la imaginación, el análisis y la interpretación son quienes hacen y rehacen esas numerosas caras de la historia que dependen de grupos y personas que la cuentan, la comentan, la acercan a sus vidas, tratando siempre de hacer menos ajeno el mundo en que discurre la vida humana.

Finalmente, aparte de haber disfrutado intensamente esta lectura e invitarlos a leer un maravilloso ejemplo de una historia concebida como social, los invito también a observar con especial atención las ilustraciones; el material fotográfico antiguo es notable, en tanto corresponde a una época en la que muy pocos podían acceder a una foto familiar o personal. Emocionante la imagen con integrantes de la Sociedad de Carpinteros Fermín Vivaceta, (Memoria Chilena); su bello estandarte a espaldas de los fotografiados; qué dignidad y qué orgullo en cada uno de ellos, desde sí mismos y desde su bello oficio y arte.

Ficha técnica:

Lecturas conmemorativas y otros ensayos históricos del nuevo siglo

Autora: María Angélica Illanes Oliva

Ed. Crítica, agosto 2024, 240 páginas

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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