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Hombres Daga, el doble filo de la muerte CULTURA|OPINIÓN

Hombres Daga, el doble filo de la muerte

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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Uno de los puntos clave de la obra, es la relación de un experimentado sicario que insiste en instruir en el oficio a un novato, quien evidencia atisbos de vulnerabilidad, toda vez que se acerca el momento de perpetrar “el asunto”, advirtiendo además de la fragilidad del aspirante.


Matar no es sólo la conjugación de un verbo, sino que es el acto de arrancarle la vida a alguien.

Y por más que se transforme en moneda de cambio, y se intente homogeneizar con un “trabajo”, o eufemísticamente, con un “asunto”, la premeditación, y ciertamente la alevosía, son dos agravantes de la responsabilidad criminal.

Este es algo que todo hechor intenta soslayar, al ejecutar un trabajo limpio, el que incluye la desaparición del cuerpo, que muchas veces termina siendo su mayor escollo, pues hasta el más pequeño trozo puede convertirse en el alma en pena que los inculpa.

Esto  abre un sinfín de interrogantes que dan cuerpo a un relato, el cual nos sitúa en las profundidades de la cordillera de Los Andes, dónde la noche hace las veces  de telón de fondo donde lo que queda de un cuerpo (una vida).

Son apenas tres mutilados miembros: un torso, parte de una mano y una mandíbula.

Ellos llevan a reflexionar, acerca de esas piezas olvidadas en ese macabro rompecabezas, al que por cierto se suman los gusanos, repulsivos seres encargados del trabajo sucio que en estado larvario están siempre al acecho, lo mismo que estos Hombres Daga (la noche en que la muerte reflexionó sobre la cordillera de los Andes), obra de teatro del dramaturgo Matías Leonardo González Gómez, quien además comparte la codirección con Ángela Urrutia López.

Es  del segundo montaje de la compañía Teatro La Liebre, una compañía fundada en 2022 por Ángela Urrutia, la que rápidamente se ha consolidado como una de las agrupaciones teatrales innovadoras. Lo que quedó demostrado en su primer montaje, «Lo oscuro se esconde debajo de la alfombra», como parte del festival Teatro a Mil 2024, y que ahora se impone con su gran calidad actoral con un elenco en donde participan: Luis Dubó, Felipe Valenzuela, Viviana Nass, Ángela Urrutia, Carlos Moncada, Nicolás Bascuñán, con una puesta en escena en el emblemático Teatro Camilo Henríquez.

En esa dinámica, uno de los puntos clave de la obra, es la relación de un experimentado sicario que insiste en instruir en el oficio a un novato, quien evidencia atisbos de vulnerabilidad, toda vez que se acerca el momento de perpetrar “el asunto”, advirtiendo además de la fragilidad del aspirante, la perspectiva que impulsó a Matías González a escribir una obra que – “Nace a partir de un ejercicio donde, yo como dramaturgo, buscaba plasmar los temores personales que me acongojaban en la vida, como el temor a la sangre, a las venas expuestas. Esto terminó dibujando escenas que fueron dando cuerpo a un relato, y en ese proceso dramatúrgico me di cuenta que la obra estaba tomando un camino hacia el sicariato”.

Lo más llamativo del montaje es que entrelaza lo cinematográfico con lo escénico, congeniando ambos elementos en medio de una atmósfera de mórbida sordidez en la que la figura de Thanatos, surge como un observador omnisciente entreverado con los protagonistas, y todo enmarcado por diversas secuencias en las que conjuntamente se proyecta el escenario natural del Embalse el Yeso (en plena cordillera de los Andes), locación donde se filmaron algunas escenas, que de por sí refuerzan la soledad de los asesinos y el modus operandi, utilizado por esta clase de personajes, que tras cumplir con el asunto, hacen desaparecer el cuerpo, y sin un ápice de remordimiento. Para luego, partir y cobrar, con la misma desfachatez de cualquier empleado cobra su salario. No sin antes recurrir al subterfugio de decir – que son mandados. Por eso, es oportuno reflexionar en torno a esa escabrosa figura y las pulsiones o posibles paralelismos con nuestro pasado reciente.

Un claroscuro que se presenta bordeando la metáfora con una serie de instancias donde a la par se evidencia su inestable actuar. El que se ve reflejado en esa suerte de precariedad mental, que los caracteriza, y que se retrata de manera brillante por un elenco que en todo momento mantiene la tensión, reconduciendo al espectador, a través de las fisuras de esta enrarecida sociedad, que como toda daga nos intimida con su doble filo.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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