
“Beatus Ille” de Antonio Muñoz Molina: la pregunta por el tiempo y la memoria
Minaya es el protagonista, estudiante universitario y rebelde de la década de los 60; ha estado encarcelado por ello y en 1969 va a refugiarse al pueblo de la familia, Mágina, en Andalucía, a la casa de su tío Manuel, lugar que conoció apenas cuando era pequeño.
Beatus Ille es la primera novela de Antonio Muñoz Molina (1956, Úbeda, España) y la expresión latina del título corresponde a un tópico que, en su momento, fue una de las aspiraciones de los hombres renacentistas: feliz aquel … que puede disfrutar de la vida sencilla del campo, frente a las exigencias de la ciudad. La primera edición es de 1986, gracias al escritor y traductor Pere Gimferrer, a quien Muñoz envió el manuscrito de esta su primera novela que escribió y reescribió durante mucho tiempo.
En diversas entrevistas el autor ha señalado como origen de la novela “historias de la guerra” que escuchaba desde niño a sus familiares y otros sobrevivientes de la guerra civil, conflicto profundo que se vivió en España entre 1936 y 1939 y que, además de los más de 200.000 muertos, tuvo entre sus consecuencias un masivo exilio a países de Europa y de América del Sur, principalmente.
La República había sido elegida democráticamente, pero varios generales, Francisco Franco entre ellos, buscaron derrocarla, situación que conocemos bien en Chile. Franco pidió y recibió ayuda de Alemania e Italia, de manera que el ejército nacionalista español contó con apoyo militar de ambos países. Como sabemos, Franco se mantuvo como dictador hasta su muerte, en 1975.

Minaya es el protagonista, estudiante universitario y rebelde de la década de los 60; ha estado encarcelado por ello y en 1969 va a refugiarse al pueblo de la familia, Mágina, en Andalucía, a la casa de su tío Manuel, lugar que conoció apenas cuando era pequeño. El propósito declarado es hacer su tesis sobre un poeta republicano, Jacinto Solana, muerto en un tiroteo de la guerra civil e importante amigo de este tío.
Desde ese espacio-tiempo intenta articular tiempos pasados, las viejas historias escuchadas e historias personales cuyos actores requieren explicaciones que les permitan (re)construir las vidas personales y sociales, en términos de no simplificar las realidades y tener más matices que enriquezcan la comprensión de fenómenos de por sí complejos y sujetos siempre a interpretaciones. En suma, la permanente aspiración humana de descubrir esa verdad única, universal… y confirmar nuevamente que es imposible.
El nombre del pueblo -Mágina- se asocia con facilidad a imaginación, maquinación, máquina, imagen… Y Minaya nos recuerda a Minaya Álvar Fáñez, primo del Cid Campeador y uno de sus capitanes, gran guerrero, al servicio del rey Sancho II de Castilla, que buscaba reunificar el reino. En la novela el esfuerzo es reunificar las múltiples memorias presentes e históricas, desde la guerra civil y el fracaso de la República, escrita por alguien que nació y creció en dictadura durante casi veinte años.
En esta novela la articulación de tiempos pasados y presentes tiene como uno de sus propósitos centrales entender la propia vida sin dividir el mundo en buenos y malos, sino tratando de armar un tejido desde miradas y explicaciones diferentes. Desde luego, la de la sociedad en la que vive y en la que la guerra civil ha dejado una huella difícil de borrar, ya sea en quienes la vivieron directamente o en quienes solo la conocen por historias familiares. Y el empeño por unir y explicar aquello que necesitamos entender carece de la capacidad de dar una respuesta unívoca porque no la hay, en tanto la subjetividad humana termina por imponer aquella “versión” que cree real, pero que solo lo es desde un espacio, un contexto, una interpretación para un yo determinado, que nunca es neutral.
Sabemos que Minaya “decidió accidentalmente” el tema de su tesis, cuando un compañero y amigo de la universidad le cuenta que hará su tesis sobre un poeta que nadie conoce, Jacinto Solana, y que titulará “Literatura y compromiso político en la guerra civil española”. Minaya se apropia del tema sin ningún cuestionamiento ético ni de lealtad con su amigo.
Entre ese “presente” en que Minaya llega a la casa de su tío Manuel, huyendo de las represalias y su encarcelamiento por participar en las revueltas universitarias a fines de la década del 60, se articulan el pasado -el periodo de la República del 36 al 39-; la posterior dictadura de Franco que permaneció como dictador hasta 1975, fecha de su muerte; y la relación con las raíces literarias de su propia generación, la discutida generación literaria del 27, en tanto el poeta y personaje Jacinto Solana pertenecía a ella.
No solo el intento permanente de articular momentos históricos tan diferentes y distanciados por varias décadas, sino también la dificultad de saber quién narra hacen que no sea una lectura fácil. Requiere que sus lectores, al igual que los personajes, avancen y retrocedan en este espacio engañoso que impide encontrar la salida, es decir, las respuestas que buscan desentrañar sus protagonistas. Por otra parte, al ser su primera novela hay un esfuerzo notorio por diferenciarse que, felizmente, ya no se encuentra en obras posteriores.
El narrador dice “Y yo escribiendo desde mucho antes de tener uso de razón y sin un mal libro, a los treinta y dos años, que pueda llamar mi Obra, sin estar seguro ni siquiera de que soy un escritor” (p.46). A lo largo de la novela a menudo nos preguntaremos quién narra, desde dónde, situación que se mantiene prácticamente hasta el final, porque si bien quien (o quiénes) narran la historia son, en general, claramente identificables, aquí constituyen una permanente interrogante. Esto no es nuevo en la literatura, pero hay sí un acento especial en que el narrador sea difícil de definir, similar a los recuerdos y a esa memoria que se esfuma en un proceso de permanente construcción y reconstrucción desde espacios y tiempos diversos. También, sin duda, es un coro de voces diversas y divergentes que intentan construir la historia real.
Este fantasmal poeta de la tesis, Jacinto Solana, es el mejor amigo de Manuel, una especie de hermano mayor y maestro admirado, amigo nada menos que de Buñuel. Es también quien le presentó el 17 de febrero de 1936 -pocos meses antes de la guerra civil- a la que sería su mujer, Mariana, de quien también el propio Solana estaba enamorado.
Algunos artículos y comentarios sobre esta novela la han situado en el ámbito de la novela policial, lo que podría fundamentarse en que Minaya descubre no solo un crimen ocultado por más de treinta años, sino que también al asesino; es decir, saca a la luz la verdad de este acontecimiento y, paralelamente, se enamora de quien no debería, Inés.
Desde mi lectura, el motivo principal de esta novela es la pregunta por el tiempo y la memoria, cómo se entremezclan tiempos y acontecimientos que no son recordados de manera lineal ni en un orden estricto. Desde siempre la literatura ha sido el espacio para la realidad de los deseos, porque en ella el tiempo pasado, presente y futuro puede ser contado y (re)escrito una y otra vez desde múltiples voces, donde no solo jueguen la negación y la valoración irrestricta. En ella encontramos esas respuestas a los anhelos imposibles… a la vez que siempre nuevas e inquietantes preguntas.
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