Tras la devastadora pandemia, la cultura y sus múltiples disciplinas necesitan más recursos, pero es igualmente urgente avanzar en la medición y evaluación permanente del uso de esos recursos.
El anuncio del aumento en el presupuesto para la cultura en 2025 es una noticia alentadora, proyectando una inversión pública sólida con el potencial de impactar significativamente a la ciudadanía. Sin embargo, no todos están convencidos de su efectividad.
La propuesta incluye un pase cultural para jóvenes y personas mayores, facilitando el acceso a teatros, cines y librerías por más de 15 mil millones de pesos. También contempla la apertura de bibliotecas y museos públicos los fines de semana para beneficiar a familias y captar nuevas audiencias, además de incrementar los históricos fondos concursables en un 40% y dejar, en gran parte a la demanda, los proyectos a financiar. A pesar de estas iniciativas, sigue sin haber consenso en la clase política sobre el valor de la cultura para el desarrollo humano y colectivo.
¿Por qué persiste la percepción de que la cultura es un accesorio prescindible? ¿Por qué se le considera un gasto irracional o innecesario? Un análisis detallado del presupuesto para 2025 muestra, en realidad, una diversificación del modelo de financiamiento público chileno, lejos de la discrecionalidad que algunos detractores señalan. Ahora bien, es innegable que los estándares de gestión interna y de buenas prácticas deben mejorar con urgencia dentro del Ministerio de las Culturas. Sobre eso, no puede haber dudas.
Las acciones, programas e iniciativas contempladas para 2025 buscan a fin de cuentas aumentar el acceso y la participación activa de la ciudadanía en la vida cultural del país. Artistas, creadores y espacios culturales a nivel comunal, regional y nacional se convierten en intermediarios clave de esta estrategia, sirviendo de puente para que vecinos, familias, niños, jóvenes y cualquier persona pueda desarrollar su creatividad, enriquecer su entorno y mejorar su bienestar, gracias al acceso a proyectos y espacios artísticos financiados con recursos públicos.
No obstante, también es necesario demostrar un mayor impacto de la inversión pública en cultura. Estamos ante un “imperativo de justificación”, y en ese sentido, son bienvenidas todas las recomendaciones y aportes del Parlamento para garantizar que este significativo aumento presupuestario sea gestionado de manera transparente, eficiente y en sintonía con los estándares de probidad actuales. Es comprensible entonces que algunos sectores políticos vean con recelo esta asignación presupuestaria, pero la invitación es a informarse, analizar en detalle el alcance de las medidas y proponer mejoras. Eso es parte fundamental del proceso democrático en la discusión presupuestaria.
El presupuesto 2025 en cultura refuerza una institucionalidad todavía joven, frágil e inconclusa en su implementación. El Estado tampoco puede actuar solo en esta materia. Programas como PAOCC —una convocatoria pública en la que se postulan sólo personas jurídicas bajo criterios establecidos— buscan integrar a la sociedad civil organizada y al sector privado, incluso cuando la mayoría de estos actores sin fines de lucro también sean privados, colaborando en la implementación de políticas públicas.
Tras la devastadora pandemia, la cultura y sus múltiples disciplinas necesitan más recursos, pero es igualmente urgente avanzar en la medición y evaluación permanente del uso de esos recursos. Se requieren evidencias claras del impacto de la inversión pública en áreas tan críticas como la salud mental de los chilenos, la lucha contra la delincuencia o la reactivación del alicaído empleo. Además, es fundamental comunicar estos resultados a actores clave como la clase política y la ciudadanía. Esta rendición de cuentas debe ser una responsabilidad compartida entre gremios, instituciones culturales colaboradoras y el propio Ministerio de las Culturas. Solo así otorgaremos a la cultura el valor que merece en la era post-pandemia, como un pilar clave para el desarrollo sostenible y el bienestar social que anhelamos.