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Presupuesto de Cultura: llueve sobre mojado CULTURA|OPINIÓN

Presupuesto de Cultura: llueve sobre mojado

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No solo se rechazaron programas nuevos como el Pase Cultural, que justamente por ser nuevo podía entenderse la desconfianza, también se intervinieron programas tan establecidos como los Fondos de Cultura, la Orquesta de Cámara de Chile, el Bafona y los muy necesitados Museos Nacionales y Regionales.


Lo que está resultando de la discusión sobre el presupuesto de Cultura en el Congreso es grave y va mucho más allá de si se aprueba el aumento propuesto por el gobierno o no.

Por una parte, la oposición se ha ensañado con la partida presupuestaria del Ministerio de las Culturas. Si bien ha sido una constante que cada año algunos parlamentarios intenten reducir o eliminar los recursos para los sitios de memoria, esta vez fueron mucho más allá.

No solo se rechazaron programas nuevos como el Pase Cultural, que justamente por ser nuevo podía entenderse la desconfianza, también se intervinieron programas tan establecidos como los Fondos de Cultura, la Orquesta de Cámara de Chile, el Bafona, los muy necesitados Museos Nacionales y Regionales, la Red de Bibliotecas Públicas, y, por supuesto, todo lo que directa o indirectamente se relacionara con derechos humanos, como el Museo de la Memoria, el Museo de la Solidaridad Salvador Allende y los Sitios de Memoria.

Pero no se trata solamente de los montos, sino que en algunos se elimina específicamente el gasto en personal, en otros los bienes de consumo, en otros la adquisición de equipo e incluso las facultades de los consejos sectoriales. Recortes que no se sustentan en conocimientos técnicos, ni parecen tener lógica.

El conjunto de rechazos se asemeja a una poda mal hecha, como tijeretazos a ojos vendados que, de concretarse, afectarán sustantivamente las políticas culturales públicas. Es solo el Ejecutivo quien puede ahora reponer vía indicaciones lo recortado, aunque parece tener poco margen.

Pero las responsabilidades son compartidas. El Presidente Gabriel Boric, tras avanzar modestamente durante los primeros años en el compromiso de llegar al 1% para Cultura de su programa de gobierno, decidió anunciar vía cadena nacional que para el próximo año aumentaría un 60%.

A primera vista, el aumento del proyecto de ley presentado al Congreso se acercaba a lo anunciado, con un 46%. Sin embargo, como lo reconoció la directora de presupuesto, Javiera Martínez, en la comisión mixta especial, 62 mil millones de pesos, de los $153.565.233 totales que suponía el incremento, en realidad correspondían a programas que se venían haciendo en otros ministerios y que a partir de ahora se contabilizarán en la partida de Cultura.

Por ejemplo, las bibliotecas escolares CRA, del Mineduc, con ya 30 años de funcionamiento, que se sumarán a Cultura, pero seguirán siendo ejecutados por Educación (de hecho, el presupuesto de las CRA bajó en un 32%, según indicó Gonzalo Oyarzún).

Es decir, el presupuesto estaba inflado y el aumento real es solo de un 28%, muy lejos del 60% señalado por el Presidente y muy lejos de ser inédito e histórico, puesto que alzas similares y mayores se vieron en los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.

Difícil saber qué pretendía el gobierno con este incremento artificial del presupuesto. Podemos imaginar que dar la impresión de que se estaba cumpliendo con el compromiso presidencial de más recursos, pero facilitó el ingrato argumento de “cómo vamos a gastar en cultura habiendo tantas necesidades”.

En términos concretos lo que está en juego para Cultura es pasar de un marginal 0,4 a un marginal 0,5% del gasto público. Es decir, una décima, que difícilmente será significativa para el 99,5% de las platas públicas, pero que para Cultura es mucho.

Tampoco ayudó que apareciera con el incremento más alto un Ministerio de las Culturas que había estado cuestionado por su gestión. Por lo mismo, que la apuesta del Mincap fuera hacia un programa nuevo como el Pase Cultura, tampoco parecía un camino adecuado.

Para terminar de completar el escenario, el marco acordado entre el Ejecutivo y el Parlamento supone que por sobre el presupuesto que se apruebe habrá además otro recorte. En definitiva, llueve sobre mojado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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