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“Derrumbes ajenos” de Víctor Mojica, una panorámica íntima de Panamá y Centroamérica CULTURA|OPINIÓN

“Derrumbes ajenos” de Víctor Mojica, una panorámica íntima de Panamá y Centroamérica

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Carolina Reyes Torres
Por : Carolina Reyes Torres Magíster en Literatura Latinoamericana y Chilena (USACH) y Doctora en Literatura (PUC). Es miembro fundadora de la Red de Estudios Literarios y Culturales de México, Centroamérica y el Caribe (REMCYC). Ha escrito crítica literaria, cuentos y crónicas para distintos medios digitales. También ha realizado investigación académica en el campo de la poesía chilena.
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La obra muestra una panorámica muy personal, a través de los perfiles escogidos por su autor de la realidad panameña y centroamericana. Cuando el lector accede a sus páginas, se despliega un mundo latinoamericano que complementa nuestra experiencia sudamericana y la ensancha.


Panamá es un lugar poco conocido para nosotros los sudamericanos, todo se empieza desdibujar en términos geográficos pasando Colombia y Venezuela. Salvo por el canal artificial que cruza este territorio o los Panama Papers, no es mucho más lo que a simple vista podemos reconocer de esta nación que es la puerta de entrada para otra zona igual de ignota como lo es Centroamérica.

Es por esto que el libro de crónicas de Víctor Mojica Derrumbes ajenos publicado por LOM en 2023 se vuelve una ventana, en donde se puede observar parte de la historia reciente de este país, a través de los perfiles que realizó el periodista para algunas revistas que fueron recopilados en este volumen.

El primero de estos retratos es sobre Gilma Camargo, una abogada panameña que desafiando toda lógica legal posible, ella sola fue capaz de ganar un caso en la Corte Interamericana de Derechos Humanos contra un grupo de abogados de la nación más poderosa de la Tierra, a raíz de la denuncia interpuesta por Gilma, en relación a los atropellos y asesinatos ocurridos durante la invasión estadounidenses a suelo panameño para derrocar a Manuel Noriega. La ocupación de los marines generó estragos brutales en la población civil que en su gran mayoría era inocente y no tenía lazo alguno con el dictador.

Así se nos muestra a Camargo, hija de estudiantes que fueron opositores a la dictadura de Torrijos, con muy pocos recursos, rodeada de sus mascotas y con un traje prestado mientras hace la declaración en la Corte IDH. Notable es uno de los mensajes finales que le manda al escritor y que la define de cuerpo entero: “Comeremos pollo. Me pagaron $15 que me debían. Llego a casa antes del diluvio. Tomo un descanso y luego voy a combatir al imperialismo” (p21)

Omar Torrijos, el otro dictador panameño, es mostrado como un gran entretenedor con dotes actorales, de una vida pasada muy humilde se elevó hasta los cielos convirtiéndose constitucionalmente en el Líder Máximo de la Revolución de una Panamá cooptada por el poder de los Estados Unidos.

Con una ideología bastante ambigua, por momentos cercano al bloque comunista y por otros negociando con los norteamericanos un tratado que comenzará la posibilidad de la recuperación del canal para su nación, al mismo tiempo que aplastaba con mano de hierro cualquier tipo de protesta social. Es un personaje lleno de contradicciones. Torrijos muere en extrañas circunstancias en 1981 con la caída del helicóptero que lo transportaba, luego de eso asume su mano derecha y hombre de confianza, Manuel Noriega.

Cuando leemos sobre Edgardo Franco, en un principio nos cuesta saber cuál es la importancia de un tipo que vive en una población y que la mayor parte del tiempo no está en su casa, todo se aclara cuando entendemos que Franco fue por un tiempo El General, uno de los artistas más importantes de Panamá y muchos lo sindican como el verdadero creador del Reggaeton.

Sus comienzos fueron como cualquier adolescente de su país, nacido en Río Abajo, un populoso barrio afrodescendiente de la capital y luego continuaría su carrera en Nueva York. Llegó hasta el Festival de Viña del Mar a inicios de los ‘90 y no pudo usar su traje militar ya que el ex dictador Pinochet declaró que era el único general de Chile.

Pero su historia da un giro en 180 grados, sufre una conversión, se vuelve Testigo de Jehová y lo que por un tiempo lo hizo sentir muy bien; su fama, el dinero, la noche, la entretención o las chicas, al revisar todo ello con su nuevo prisma lo vio como un trabajo diabólico. Ahora Edgardo Francos, el ex General, no quiere saber nada de su pasado, le molesta que se lo recuerden y pasa sus horas como un apóstol de esta organización religiosa, pregonando las enseñanzas que recibió de otros Testigos por algunos poblados y en la asamblea que asiste regularmente.

Adelia Jaramillo y Ofelina Balladares son dos madres unidas por dolores similares. A Adelia le asesinaron un hijo durante la incursión de los marines norteamericanos en contra de Noriega. Ofelina tiene dos vástagos desaparecidos presuntamente por tráfico de drogas. Jaramillo no buscó nunca justicia para su familiar ni reparación monetaria alguna, hay cosas que simplemente no se pueden resarcir con dinero, mientras que Balladares sigue pensando que sus parientes están vivos en algún lugar y está dispuesta a contratar a un mercenario para que vaya en rescate de los dos hermanos.

Derrumbes ajenos muestra una panorámica muy personal, a través de los perfiles escogidos por Mojica de la realidad panameña y centroamericana. Cuando el lector accede a sus páginas se despliega un mundo latinoamericano que complementa nuestra experiencia sudamericana y la ensancha. Así nos hermanan los desastres políticos, los dictadores, las madres de asesinados y desaparecidos, como también la cultura popular, la música o la fiesta, y a pesar de los desmoronamientos personales o nacionales, podemos observar la resiliencia de gran parte de los protagonistas de este libro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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