Algo que puede pasar como un capricho formal, pero está lejos de eso, es el corte de verso hecho con comillas. Esas comillas son, a mi juicio, las estradas al escenario del subsuelo, nos comparten el diálogo en la batalla de fuerzas que relata y son la mirilla por donde participamos de su travesía.
Toda buena poesía es atemporal, es más, toda buena poesía parece escrita para el momento del lector, pues ha alcanzado ese material inmutable del que está hecho el devenir humano y al que ajustan y suceden los acontecimientos traslapados y continuos como olas. Toda buena poesía también camufla su simple y maravilloso hallazgo, toda cosa bella es silenciosa, podríamos parafrasear, y desde allí le habla a enormes acontecimientos históricos hasta los destellos cotidianos y al crisol que se despliega frente a nosotros.
El libro de poemas llamado “El Descenso de Alette”, de la poeta Alice Notley, editado por primera vez en 1992 y publicado en Chile por editorial Póstuma en 2024, con la traducción de Sebastián Gómez Matus, es un ejemplo de ello.
El poemario dispone de un trayecto alegórico y narrativo en una serie variable de modos e imágenes desde donde es posible leer el actual estado de las cosas, no sólo por su vanguardia formal, que la tiene, sino por el componente narrativo y la expedición misma hacia el interior de Alette. El texto comienza su viaje en el portal que conduce al tren subterráneo, y es en el subsuelo donde se devela en torbellinos de imágenes oníricas el enigma del mundo.
Los registros confirman la capacidad de las alegorías como un conjunto articulado y dinámico de metaforas, para albergar todas las interpretaciones posibles, y es como una cuartilla profética donde los acontecimientos se cuelan: “Caminé” “dentro de un vagón donde” “todo era como un membrana” “como un pétalo de membrana delgada” “& venosa” “como feto” “como carne de feto” “Con tonos rosa” “púrpura negro &” “marrón” “delgadas” “venas rojizas” “flor fetal” “empapada en luz de metro”.
Se revela además un descenso hacia la naturaleza enterrada de lo femenino, siendo la alegoría del útero y el fondo de la tierra materia viva en el subsuelo. “Una gran caverna contenía” “el esqueleto de una” “mujer colosal” “en el cráneo había” “una peluca & una corona” (…) “me metí en” “el inmenso costillar del esqueleto” “me metí donde” “había estado el corazón” “yendo más allá” “yendo más allá” “escuché una tenue” “voz de mujer decir,” “yendo hacia atrás” “yendo hacia atrás” “en el tiempo”.
“El descenso de Alette” es el descenso al envés del mundo, y como tal, las imágenes son el reverso de todo lo que existe. La aparición de la serpiente, así como el búho y otros animales del panteón mágico, dan cuenta de esto, subvierten y tuercen la estructura de la vida y la muerte.
En este caso la serpiente se convierte en la dadora de vida: “En una oscura cueva, vi” “una aparición” “casi real, casi ahí” “una serpiente encapuchada” “de tamaño humano” “que parecía tener brazos” “brazos con alas” “brazos con capa” “la serpiente”. Alette se trasfigura en estos seres y su viaje es un viaje de conciencia al modo chamánico a una zona de descubrimiento y profecía. Su descenso es hacia el útero de las cosas, como ya señalé, y en ellas sus maravillas y amenazas, y como en cada sueño profético, existe un montruo al final; el tirano refulge y se oculta en este laberinto, hasta que Alette le da caza. Alette es una Antígona en este viaje epico al corazón mágico del envés del mundo.
Algo que puede pasar como un capricho formal, pero está lejos de eso, es el corte de verso hecho con comillas. Esas comillas son, a mi juicio, las estradas al escenario del subsuelo, nos comparten el diálogo en la batalla de fuerzas que relata y son la mirilla por donde participamos de su travesía.
Ficha técnica:
El descenso de Alette
Alice Notley
Editorial Póstuma, Santiago 2024
Traducción Sebastián Gómez Matus.
297 páginas