“Circunstancias frágiles” de María Luisa Hurtado: la fragilidad que preferimos evadir
Los trozos de vida que la autora expone no pretenden dar ejemplos o concientizar. Están habitados por sujetos únicos, contemporáneos, dueños de sí mismos. Poseen vitalidad. Capacidad de ver el descontento cotidiano y tomar cartas en el asunto.
Una mujer pierde su sombrero, su pamela, robada por una sorpresiva briza marina. Se pone de pie y corre tras ella hasta la orilla del mar, donde la ve batirse entre la espuma de las olas. La persecución es observada por un grupo de jóvenes que se encuentran cerca. Un momento después, uno de ellos se acerca a la mujer, quien está tendida de vuelta en su toalla leyendo un poema de Kaváfis, y le devuelve el sombrero. El cuento se inicia con un accidente que genera movimiento y acción; en medio de estos sucesos nos enteramos de que la mujer está pasando unos días en casa de amigos en el pueblo de Zumaia, en la costa vasca. Que sus anfitriones, a quienes no veía desde hace veinte años, fueron sus compañeros durante un semestre en Londres, donde cursaron estudios de inglés. El joven le resulta atractivo y acepta, tras pensarlo un momento, la invitación de llevarla en su moto donde ella quiera luego de la tarde de playa.
Este simple resumen de las cuatro primeras páginas de “El hombre y la pamela” (donde dejo una serie de detalles fuera) nos demuestra la capacidad de la autora para generar una escritura viva, donde sus protagonistas están en movimiento, tanto física como cognitivamente. La forma de introducir pistas y señales, con las cuales se va plasmando el personaje, es sutil y precisa; no interrumpe la acción. La información es la necesaria para dar vitalidad a lo ocurrido y generar expectativas por el futuro próximo a vuelta de página.
“Circunstancias frágiles”, en la primera obra de María Luisa Hurtado, el libro cuenta con quince relatos, donde algunos de ellos logran hacernos olvidar que estamos frente a una ópera prima. Nos entregamos a la fuerza de lo narrado mientras disfrutamos de su lectura.
Hurtado sabe atraparnos, logra introducir, a veces de forma más natural que en otras, la segunda historia que subyace a la primera. La que palpita y se sospecha por debajo. Y es en esa línea subterránea donde damos con el hilo que fluye a lo largo del libro.
Paula se encuentra con la casa de su infancia fotografiada en el suplemento de decoración de un diario dominical. Ana cita en un restaurante a la amante de su marido. Blanca presenta una solicitud en la municipalidad de un pueblo costero para levantar un busto honorífico en nombre de su hijo. Verónica asiste a la charla de un antiguo profesor con quien tuvo un romance. Laura recibe a su anciano padre en su casa del sur. V.A. decide contactar a un antiguo novio del que no sabe nada desde hace años.
Chispazo inicial desde donde surge una posible explosión y comienzan a tejerse las hebras que componen ese hilo común. El cual no está solo en la voz y en la mirada de las protagonistas mujeres. Hay un sentimiento compartido en ellas: descontento, frustración, búsqueda de novedad frente al presente que amenaza con agotarse o un pasado que no ha cerrado del todo. “Alea iacta est”, uno de los títulos del conjunto, hace referencia a la locución latina “la suerte está echada”. Se le atribuye a Julio César, quien la utilizó antes de cruzar el río Rubicón con su ejército, desobedeciendo al Senado y dando inicio a la guerra civil. La idea de cruzar una línea donde ya no es posible volver atrás hermana a los personajes: «Traspasar un límite sin vuelta atrás, cruzar una barrera a sabiendas de su irreversibilidad, se le volvió un impostergable. Su obsesión podía entenderse como un acto de rebeldía, una tozudez o incluso una provocación a su amodorrada vida conyugal; sea cual fuese la razón, llamarlo fue eso, dar un paso al frente, al vacío, a lo incierto, inconsciente de los riesgos y seducida por torcer la inercia de su vida». Ese detonante, tanto en forma accidental como consciente, proyecta a los personajes hacia una encrucijada donde asoman nuevas posibilidades, no sabemos si satisfactorias o destructivas.
El único ruido que sentimos a veces es cuando la tercera persona se entromete de más entre el relato y el lector, cuando tiende a explicarnos o reforzar algo que está sucediendo y que estamos viendo gracias a la calidad expresiva de la autora. Son pequeños detalles que podrían no estar; debiesen ser conclusiones derivadas de la lectura: «Sin embargo, la vida se encargaría de reparar las cosas en sus tiempos y de la forma más inesperada». «Si había llegado hasta ahí, era porque su lucha tenía que ver con asuntos muy personales».
Los trozos de vida que la autora expone no pretenden dar ejemplos o concientizar. Están habitados por sujetos únicos, contemporáneos, dueños de sí mismos. Poseen vitalidad. Capacidad de ver el descontento cotidiano y tomar cartas en el asunto. Nos recuerdan la fragilidad que preferimos evadir, a pesar de estar presente a diario en todas las circunstancias de la vida.
Ficha técnica:
“Circunstancias frágiles” de María Luisa Hurtado, Zuramerica. 185 páginas.
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