El desprecio hacia quienes construyeron nuestros monumentos, memoriales y lugares sagrados, resulta notorio también en la joven generación que hoy nos gobierna, que inspirada por ideologías refundacionales, permite en algunos casos de forma indisimulada, la cancelación de este legado histórico.
El saqueo de Roma por el rey bárbaro Alarico en el año 410 dc. palidece frente a las noticias que a diario nos informan de la destrucción y el saqueo desvergonzado de los tesoros artístico de la ciudad de Santiago.
Barrios completos, donde a fines del siglo IXX y principio del siglo XX se construyeron mansiones de innegable valor patrimonial, caen a diario bajo los golpes de la picota, los incendios intencionales de palacios, el robo de monumentos, estatuas y objetos ornamentales, que perpetrados muchas veces a plena luz del día, son realizados por bandas jacobinas de saqueadores organizados. Todo esto ante la mirada pasiva y a veces cómplice de las autoridades.
Basta caminar por la Alameda para ser testigo de como en su bandejón central – hoy en día “territorio” controlado por bandas criminales de inmigrantes – los monumentos, estatuas y objetos ornamentales que aún no han sido destruidos o robados, lucen vandalizados y con muchas de sus partes mutiladas. Agréguele a esto, la presencia de infinidad de rucos, cocinerías humeantes, junto al insoportable olor a orines y fecas. Y por si todo lo anterior fuese poco, súmele enjambres de motochorros, comercio ilegal, sicariato y lumperío desatado.
Expresión también de la barbarie anteriormente descrita, es el pillaje y el saqueo masivo de estatuas y ornamentos del cerro Santa Lucia. Una de las obras más notables del legado urbano que dejó el Intendente de Santiago Benjamin Vicuña Mackenna, (1872-1875) quien se afanó por entregar a la ciudad un paseo público del nivel de los mejores parques de Europa,
Con la llegada de centenares de obreros trasladando a carreta y pala miles de metros cúbicos de tierra, en el hasta entonces un inhóspito peñón rocoso, en junio de 1872 se da inicio a las obras.
Se plantaron centenares de arboles creando jardines cruzados por senderos adoquinados, escaleras, terrazas de piedra y se instalaron 40 esculturas de bronce y mármol adquiridas en Europa. También se compraron piletas y fuentes de agua y fueron traídos desde Francia más de 450 jarrones ornamentales, donados por el propio intendente Vicuña Mackenna.
Hace pocos días la PDI informó en el contexto de la recuperación de dos de estos jarrones que habían sido robados, que solo quedaban 50. La misma suerte han corrido las estatuas que en su gran mayoría también han desaparecido: Mercurio que estaba en el sector de las palmas, cuatro esculturas con forma de grifos, un busto en bronce de Luis Cousiño, dos imponentes estatuas fundidas de fierro representando guerreros que custodiaban el acceso de Alameda, también desaparecieron. Sin embargo, el robo más escandaloso corresponde al monumento de un caballo de más de dos metros de altura y varias toneladas de peso, emplazado sobre un portal que daba a la calle Merced.
El mencionado caballo que no dejaba indiferente a nadie, en algún momento también desapareció sin que ninguna autoridad se haya hecho responsable.
Del mismo modo, una verdadera expoliación ocurre a diario en el Cementerio General.
El camposanto inaugurado por Bernardo O´Higgins en 1821 en una superficie de 86 hectáreas, se ha consagrado como la zona cero del saqueo descarado y el pillaje, Convirtiéndolo así, en el símbolo de la indiferencia y abandono de las actuales autoridades, a pesar de que contiene un patrimonio histórico y artístico único.
La principal necrópolis de Santiago, alberga criptas, sarcófagos y mausoleos que son verdaderas joyas arquitectónicas. Casi todos los presidentes de Chile están sepultados allí (salvo excepciones como Sebastián Piñera). Se encuentran también, esculturas de Rebeca Matte, Tótila Albert, José Perotti, Laura Rodig, Samuel Román, Lily Garafulic, Marta Colvin y Mario Irarrázaval, entre otros, convirtiendo el lugar en el museo de esculturas más importante y grande de Chile.
Sin embargo, lo anterior no ha sido obstáculo para la profanación de mausoleos, robo de puertas de fierro forjado, frisos, capiteles y columnas finamente talladas en piedra. Del mismo modo, el saqueo a “piacere” y el pillaje a plena luz del día han hecho desaparecer esculturas de mármol y bronce de innegable valor artístico y económico.
Solo este año en el Cementerio General, ya son varias las estatuas robadas. Entre ellas podemos mencionar; leones, gárgolas y ángeles de piedra y la “cabeza de Medusa” emplazada en el mausoleo de Carlos Ibáñez del Campo. Sin embargo, lo que más ha llamando la atención, es la escultura de un enorme ángel y dos relieves de bronce sustraídos del monumento en memoria de las dos mil víctimas del incendio de la Compañía, obra que se emplaza en el acceso de Av. La Paz. Robo imposible de haber podido realizarse, sin la ayuda de maquinaria pesada y la eventual complicidad de las autoridades responsables de su cuidado.
El profesionalismo de los saqueos, demuestra que no pueden ser obra solamente de ladrones ordinarios. Todo parece indicar y resulta evidente que existe una conexión entre; saqueadores, coleccionistas privados, anticuarios, empresarios queriendo presumir linaje y autoridades que no toman medidas para evitar la rapacería, formando en los hechos, parte de la misma organización criminal.
En el año 2018, la PDI incauta desde el fundo del empresario agrícola Raúl Schuler ciento 37 obras declaradas Monumentos Nacionales, entre las que se encontraban 21 estatuas robadas de plazas de Valparaíso, el cerro Santa Lucia y del cementerio general. La prensa de la época no tardó en catalogar el hecho, como “la incautación más grande en la historia del patrimonio cultural chileno”. Sin embargo, tras casi dos años de investigación, el empresario fue condenado a la ridícula pena de cuatro años y medio de libertad vigilada.
El “Caso Schuler” es solo la punta del iceberg que deja al desnudo la naturaleza de los robos de obras de arte y ornamentos con valor patrimonial, develando en casi todos los casos, la existencia de una red de tráfico ilícito de arte patrimonial incentivado por un creciente poder comprador.
El desinterés de muchas autoridades por el patrimonio, también se expresa, de acuerdo al arquitecto Tomás Domínguez Balmaceda, principal experto en la historia del Cementerio General, en el desastroso estado de la vegetación del lugar, otrora un pulmón verde de la capital. El arquitecto sostiene que “se ha perdido sobre el 50% de los árboles en el último tiempo por falta de riego, gran parte de ellos especies de más de 100 años, muchas de ellas araucarias”. A lo anterior, Tomas Domínguez, agrega que “se vendieron los derechos de agua durante la administración de Gonzalo Cornejo (UDI) a los canalistas del Maipo, por 61 millones, quien calcula corresponde entre el 2 y el 5% de su valor real”.
Conviene hacer una última reflexión respecto de la responsabilidad que las autoridades tienen con la obligación impuesta por la ley, en orden al cuidado y mantención de los lugares de interés patrimonial.
El desprecio hacia quienes construyeron nuestros monumentos, memoriales y lugares sagrados, resulta notorio también en la joven generación que hoy nos gobierna, que inspirada por ideologías refundacionales, permite en algunos casos de forma indisimulada, la cancelación de este legado histórico justificándolo de forma solapada, con el argumento de que los protagonistas de este pasado corresponden a una élite descendiente de europeos que buscaba iluminar la sociedad de la época sobre lo que era la belleza y el buen gusto desde una mirada clasista, patriarcal y racista.