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Disco “Si olvido mi nombre”: la opera prima del dúo Bere CULTURA|OPINIÓN

Disco “Si olvido mi nombre”: la opera prima del dúo Bere

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Pedro Sepúlveda Zambrano
Por : Pedro Sepúlveda Zambrano Dr. phil. FernUniversität in Hagen
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Arribamos a un mundo de bifurcaciones que abandonan su estado de aparente contradicción. Un todo sin nombre, al interior del cual Charly García y Juan Gabriel cantan versos de tradición, mientras un violín, un chelo y un contrabajo –Jachi Prieto, Maggi Rust y Rodrigo Montero–, juegan a las coplas.


Un mundo que en rimas,
hace que sean urgentes semas y cimas.
Doce partío en dos.

Anónimo

Raúl Ruiz dice que Violeta Parra resolvió el conflicto entre arte clásico y arte popular. Ella es la pionera, como dice Raúl Ruiz, “la iniciadora –y el caso límite–” de aquel movimiento que fundó la convivencia entre erudición y sabiduría cotidiana. Los antecedentes de esta tradición llegan incluso hasta las cimas de la modernidad.

Doscientos veintiocho años atrás, Hegel, Hölderlin y Schelling convocaron expresamente a unificar mito y razón. El denominado Primer programa de un sistema del idealismo alemán esboza la posibilidad de reunir todo lo múltiple del modo más íntimo. Cultura ilustrada y creatividad popular, como dice el escrito a tres voces (2014, p. 307), “tienen que tenderse la mano”.

Esta tradición sigue viva hasta nuestros días. De ahí el sinnúmero de obras contemporáneas que comparecen aquí como si olvidara sus nombres. De este fondo sinnúmero ha surgido Bere, bajo el modo de una piedra miliar de una vía entre reinos. Por dicha vía, arribamos a un mundo de bifurcaciones que abandonan su estado de aparente contradicción. Un todo sin nombre, al interior del cual Charly García y Juan Gabriel cantan versos de tradición, mientras un violín, un chelo y un contrabajo –Jachi Prieto, Maggi Rust y Rodrigo Montero–, juegan a las coplas.

Pensado desde el fundamento, todo depende de poder librar un espacio de creación mediante el juego de sensibilidades. En semejante espacio es configurado un modo de hacer que disuelve la ilusión del camino sin salida. Gonzalo Ramos, director artístico de la agrupación, lo formula del siguiente modo, “apostar por lo popular en la música” (cf. 32 Minutos). Este asunto implica a su vez la necesidad de unificar el trabajo musical y la participación en la vida común. Al respecto, la pregunta indaga acá por las dimensiones incluidas en esta definición preliminar.

La primera dimensión es la simultaneidad de dos momentos, esto es, por un lado, poder desplegar singularmente lo sensible en el arte, y, por otro lado, poder ser parte de la comunidad existente. La segunda dimensión, adherida a la anterior, interroga por la manera en que lo bello es reconocido como parte de la comunidad. He aquí la pregunta por el modo mediante el cual la obra de arte participa de su mundo vital. Cuando es «arte y parte», ella adquiere carta de ciudadanía en la tierra de lo real.

Quisiera llamar a esta belleza compartida fundamento sensible de unificación. Semejante fundamento justifica a su vez la tercera dimensión en juego, cuyo nombre refiere a la decisión por la forma, dicho con la voz de Claudia Cantillana, de «jugar al arte». Como una «guerrera frágil», que entre romance y arrullo «vuelve de estrella». Este acto de jugarse un formato musical trae finalmente como resultado la figura de su repertorio en vivo.

Puestas así las cosas, la presente reseña deja ver del disco entero las tres piezas del inicio. La primera de ellas, Por fundamento, es un programa estético que pone al canto como primer principio. Su apertura constituye una reflexión acerca de la forma propia de jugar el arte. En este caso, pensar la canción desde el acto de dar(se) un sentido en la obra. Su fin no es allí quitarse con la música el peso de la vida, sino más bien al revés, poder «aliviar a la música» en cuanto tal. En la acción de este fundamento, él mismo, en tanto canto, se convierte en «silencio, rito y memoria». La segunda canción, Doce partío en dos, «se abre con cinco llaves hacia otro mundo». Un lugar con «piel de tiempo», isla glacial y vida abisal.

Finalmente, la tercera canción, intitulada Cuando me abrace a la muerte, contiene el verso que nombra el disco. Si olvido mi nombre es así una actualización del antiguo adagio «uno-y-todo». De ahí que esta invitación a escuchar sea sin firmante, olvidando también mi propio nombre.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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