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“El rostro de ceniza y fuego” de Juan Chapple: lo oscuro proviene del mundo CULTURA|OPINIÓN

“El rostro de ceniza y fuego” de Juan Chapple: lo oscuro proviene del mundo

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Chapple ocupa todos los recursos retóricos disponibles para armar su peculiar mundo, es generoso cuando del idioma se trata: adjetivos, metáforas, personificaciones, comparaciones, frases altisonantes que componen reflexiones pertinentes y perturbadoras, un lenguaje ampuloso pero no condescendiente.


“Estaba destrozado, era una bolsa de porquería colgando de un basurero, a punto de ser llevada y tirada en el vertedero, no sin antes recibir la visita de moscardones más grandes que los que había imaginado, además de perros voraces, con hocicos anchos que se peleaban entre sí para probar el trozo de bazofia en que se había convertido”, fragmento del libro. 

Partiré con siete movimientos, siete enunciados catastróficos, siete cuentos de noche y terror para introducir el nuevo libro de Juan Chapple (Santiago, 1972): 

  1. La certeza de que los monstruos existen y son torturadores, en medio de un inocente Halloween de dulces y travesuras, entre niños vampiros, pequeños fantasmas, hombres lobos, frankensteins de “tornillos sueltos y rostros ribeteados de cicatrices carmesíes y musgosas” (p.7).
  2. El páramo interior y físico de un escenario de guerra, el abismo de la guerra, donde oscuros sucesos asolan a una tropa nazi de regreso a Alemania. La justicia o la venganza operando desde las fauces de la locura.
  3. La daga que entra en la tráquea del señor Presidente, poderoso y opulento acólito del Diablo, por parte de un asesino o un liberador, un desquiciado o un justiciero, cuya conexión con lo oculto, un saber alquímico y primigenio, le permite advertir el contubernio entre política y averno.
  4. El rechazo visceral y el miedo a los felinos, en especial a los gatos domésticos, como la verdadera entrada al horror sobrenatural. 
  5. Un partido de tenis que llevará hasta las últimas consecuencias las capacidades físicas y mentales de un jugador experimentado, el imbatible número uno del mundo. Porque el triunfo y la derrota están plagados de demonios, pero es lo único insondable contra el infierno del exterior, el dinero, la hipocresía o la fama. 
  6. La planificación de una serie de atracos por parte de un trabajador de una bomba de bencina, cuyo despiadado padre muerto, “más definido que un fantasma” (p.122), se le aparece en sueños, para recordarle que ha malgastado su existencia; junto a un sudario que lo envuelve y un apodo que resuena a sangre y fuego: Culo sucio.  
  7. Un hombre, aferrado a las viejas tradiciones y acosado por oscuros presagios, busca evitar, a toda costa, la presencia ignota del mal en sus diversas manifestaciones: la mala suerte, los malos espíritus, las apariciones demoniacas, duendes enojadizos o males de ojo. Repitamos: “que la Cruz Santa me ilumine, que el dragón no me domine… Vade retro Satana” (p.145).

“El rostro de ceniza y fuego” (Libros de la Medianoche, 2024) de Juan Chapple exuda esa mezcla entre el inconsciente, lo onírico, la fantasía y una realidad cáustica y cruda, de esa que nos inunda, que nos cerca y no nos da escapatoria. “Jaloguín” nos recuerda la crueldad de la dictadura y su ominosa presencia en una inocente noche de disfraces y golosinas; “Mortaja” trae a colación la falta de oportunidades, el tedio o la pérdida de sentido de una clase media venida a menos, donde el desvío delictivo aparece como una salvación o una condena; en “El juego eterno” la historia de la final de un partido de tenis de Grand Slam es el pretexto para abordar el negocio que rodea a este deporte (aplicable, claro está, a todos los deportes de masas), el marketing, las pantallas, los millones detrás de un show que no puede terminar. El cuento homónimo nos habla de un Presidente representante tanto de los poderes tentaculares que llenan de miseria a la gente, explotando de paso los recursos naturales, como de las mismísimas tinieblas, aunque, como reconoce el protagonista, no necesariamente en código católico de iglesias, biblias o crucifijos, pero que sirve como marco explicativo, para aquello siempre sinuoso e inasible, una “dimensión arcana” indescifrable. Un Presidente-empresario que bien nos recuerda a un Piñera o un Macri. Y como agregado: desapariciones forzadas de periodistas, dirigentes sociales o medioambientalistas, al sur de nuestra América. 

Hay que destacar también textos como “Ceniza en los ojos de la guerra”, que nos muestra que puede haber más agonía en la agonía que ha hecho trono, y puede haber más inhumanidad en la inhumanidad de una guerra atiborrada de cuerpos y ciénaga. La moral es feble, supersticiosa, ingenua, nos podría decir Chapple, siempre se puede caer más bajo, podríamos complementar. La humanidad es un matadero, un campo de exterminio, un territorio de penumbras, un páramo de alambres de púa y no pocas cruces como signo de benevolencia, fastidio o impostura. 

Chapple ocupa todos los recursos retóricos disponibles para armar su peculiar mundo, es generoso cuando del idioma se trata: adjetivos, metáforas, personificaciones, comparaciones, frases altisonantes que componen reflexiones pertinentes y perturbadoras, un lenguaje ampuloso pero no condescendiente, digamos, un reverso de escritores flojos y anodinos que ocupan la literatura para sostener sus carreras o granjerías mediáticas. El autor de “El día más salvaje” es un artesano que releva en sus creaciones su sello personal aunque advertido de los materiales que componen sus ensoñaciones y descripciones. Sí, Chapple es un artesano de la literatura, obseso en su fraseo característico de un terror que se resiste a una clasificación espuria, distante, liviana, según confiesa declaradamente, a plumas mainstream como Stephen King. Hay un proyecto, una continuidad, una larga lista de títulos e imágenes simbólicas y crípticas. Podemos esperar más, merecemos esperar más. Estamos advertidos.

Juan Chapple. “El rostro de ceniza y fuego. Nuevos cuentos de la penumbra”. Libros de la Medianoche, 2024. 160 páginas. 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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