Los cantantes urbanos, el clasismo de las élites, una vieja discusión sobre la mesa
Este rechazo a lo nuevo, esta mil veces explicado por los clásicos y se expresa muchas veces de modo irreflexivo en los afanes civilizatorios de sucesivos inquisidores de la música que cada cierto tiempo aparecen y levantan la voz.
El 17 de octubre del 2024 el cantante del genero urbano Floyymenor, con tan solo 19 años, se ha consolidado como el primer artista chileno en obtener el premio Latin Billboard por su exitoso hit ”Gata Only”, canción que ha roto record con más de 1.400 millones de reproducciones en Spotify y más de 500 millones en YouTube , superando a artistas como Bad Bunny, Karol G y Peso Pluma, del mismo modo la prestigiosa revista Rolling Stones, incluyó la obra, en la que también colaboró Cris MJ, como la mejor canción en español desplazando a Shakira, Ricky Martin y Chayanne.El éxito internacional ha sido tal, que incluso el ex presidente de los Estados Unidos Barack Obama, la incluyó en su lista de canciones favoritas.
FloyyMenor y Cris MJ, forman parte de un movimiento musical llamado “música Urbana” caracterizado por letras híper sexualizadas, donde se ensalzan las drogas, el poder, el dinero y lujos, al ritmo de movimientos libidinosos.
Hoy por hoy, este género urbano domina al mundo. Le dicen el nuevo pop, gracias a que sus alcances globales indican que casi todo individuo – aunque nos cueste aceptarlo- en cualquier rincón del planeta, puede tener en sus dispositivos musicales algunos de los hits de los llamados artistas urbanos chilenos Floyy Menor, Cris MJ, o Jere Klein.
Esta generación de jóvenes donde habría que agregar a Pablo Chill- E, y, Polimá West Coat, jamás los veremos rellenando un formulario para postular al FONDART o pidiendo alguna ayuda a los políticos de turno. Ellos han decidido prescindir de los intermediarios porque han encontrado en las plataformas digitales sus mejores aliados para llegar con su mensaje fuera del control de la industria musical, entiéndase radio, televisión y sellos discográficos.
Estos artistas representan con orgullo la identidad racial del mestizaje de una clase social. No porque hagan una crítica profunda de las desigualdades sociales o adhieran las causas de pueblos originarios, ni mucho menos, promuevan un nuevo orden social, por el contrario, su propuesta estética exhibe las características distintivas del entorno donde viven, exaltando la importancia de pertenecer a los barrios periféricos, donde abundan los excesos como estilo de vida, el crimen, la violencia y también la ostentación.
Dicho todo lo anterior , habría que preguntarse las razones que llevan al rechazo y en muchos casos a generar verdaderos “discursos de odio”- que van más allá del gusto musical- promovido por importantes sectores que movidos por sentimientos de superioridad moral, intelectual y racial, buscan diferenciarse de estas comunidades.
Acaso el Vals a los ojos modernos, con su ritmo cadencioso de “3/4” símbolo de status, que encarna la fineza, el buen gusto y que hasta el día de hoy es el paso de baile de salón por excelencia, tiene sus raíces en las clases más bajas, donde jóvenes plebeyos y marginales en la Alemania y Austria del siglo XVIII lo bailaban a pesar de estar prohibido por lujurioso y que por ser una danza de contacto físico invitaba a la pareja a tener pensamientos de impureza que ofendían a Dios.
El Vals en su origen desafiaba las costumbres sociales de la clase alta con sus movimientos libres, pero cuando los aristócratas se dieron cuenta de la nueva forma de baile de sus sirvientes, junto con observar sus alborotadas fiestas y lo bien que lo pasaban, se animaron a probaron y les gustó.
Hoy en día, algunos intelectuales progres le dirían a eso; “apropiación cultural”.
Del mismo modo, también el Tango en sus inicios- 1880 hasta 1920- era una música repudiada y muy mal vista por la sociedad, ya que se le vinculaba con la delincuencia y la marginalidad. En aquellos años la capital Argentina era un crisol de culturas y razas.
El tango nació en los arrabales de Buenos Aires, en suburbios pobres, mal olientes y marginales de la ciudad. En barrios donde abundaban los conventillos, bares y casas de puta, fue la música y el baile la forma de escape y liberación para, homosexuales, prostitutas, chorros, chapuceros y cafiches.
El Tango, al igual que el Vals en su comienzo, también fue censurado por ser considerado indecente y obsceno por la iglesia católica durante varias décadas, llegando a que el mismo Papa Pío XI, pidiera comprobar con sus propios ojos ese baile que escandalizaba.
Así las cosas, en el año 1943 el tango “cambalache” del eximio compositor Enrique Santos Discépolo fue censurado a petición de las clases altas y la iglesia Católica, pero se permite que vuelva a escucharse a partir de 1949 con la llegada a la presidencia de Argentina de Juan Domingo Perón.
Hoy en día la vigencia del tema “siglo XX cambalache” se ha convertido en el verdadero himno nacional de la argentina.
Igualmente con el paso de los años el tango, de la mano de Carlos Gardel, Roberto Goyeneche, Aníbal Troilo y Astor Piazzola, se fue abriendo camino y ganando popularidad entre las clases altas, hasta convertirse en una expresión cultural reconocida en todo el mundo.
Sigamos recorriendo la historia y descubriremos ahora que el Jazz, también estuvo asociado a clubes oscuros y casas de tolerancia donde se reunían exclusivamente afroamericanos que consumían alcohol y otros enervantes. Estigmatizados por la puritana sociedad blanca, en sus orígenes no solo fue visto como una expresión de barbarie, sino que además se le acusó de estar en complicidad con el mismísimo “Lucifer”.
Pero el jazz no fue en absoluto la última forma de música popular a la que se tachó de estar en complicidad con Satanás, fue también una acusación que más tarde se hizo al blues, al rock’n’roll, al heavy metal y al hip-hop, y a artistas tan diversos como, Elvis Presley, Eagles y The Rolling Stones.
Si lo anteriormente descrito cuesta creerlo, lo invito a recordar la vez que con Patricio Aylwin en la presidencia de Chile, el grupo de música rock heavy metal Iron Maiden, anunció su presentación en Chile, escandalizando a importantes e influyentes sectores conservadores del país, los que liderados por el Cardenal emérito de la iglesia católica Jorge Medina, acusaban a la banda de rock de; “ malévolos, promover las drogas, practicar ritos satánicos y que las letras de sus canciones hablaban en contra de los valores cristianos del pueblo de Chile, la virgen María y Jesús” impidiendo con estos argumentos, que la banda de rock pudiera entrar a Chile.
“Fuimos bloqueados por la Iglesia Católica” Así recordaría años después Bruce Dickinson vocalista de la banda de rock, la vez que los integrantes de Iron Maiden no pudieron ingresar a Chile en, por ser considerados “satánicos y adorar a Lucifer.”
Como vemos, este rechazo a lo nuevo, esta mil veces explicado por los clásicos y se expresa muchas veces de modo irreflexivo en los afanes civilizatorios de sucesivos inquisidores de la música que cada cierto tiempo aparecen y levantan la voz.
Del mismo modo, con frecuencia la élite cultural y la opinión pública adulta, a la que habría que recordarle que en muchos casos ellos mismos fueron objeto de críticas muy parecidas a las que le dedican a los jóvenes, enfrentan a esta nueva música como un simple reflejo de decadencia, frivolidad y de extrema erotización, sin entender que es una constante reiterada una y otra vez en la historia.
Como última reflexión podemos afirmar, como diría Gramsci; “entre que el viejo mundo que no termina de morir y el nuevo que no termina de nacer, se producen los monstruos”, evidenciado la terrible dificultad con que se producen las cesiones del poder de una generación a la siguiente y los conflictos ideológicos entre ellas. Este fenómeno desde siempre ha sido uno de los temas centrales y más apasionante de la cultura occidental y que tan bien representó en una obra sublime del arte universal el pintor español Francisco de Goya, al retratar a Saturno devorando a sus hijos por miedo a que le arrebaten el poder.
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