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Letizia Battaglia: la vida sin mediación CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida

Letizia Battaglia: la vida sin mediación

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Ricardo Rojas Behm
Por : Ricardo Rojas Behm Escritor y crítico, ha publicado “Análisis preliminar”, “Huevo de medusa”, “Color sanguíneo”, además de estar publicado en diversas antologías en Chile y el extranjero.
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La valentía que hay detrás de esta fotógrafa y sus imágenes está en no sólo estar allí, sino en trasmitir el carácter dramático de Palermo, la capital de Sicilia, en una época en que el reportear significaba ser testigo y a la vez estar en la línea de fuego.


Cuantas veces hemos querido a través de una imagen detener el tiempo y apresar ese instante que creemos memorable, creyendo infructuosamente que la magia de la fotografía hace por si sola la tarea. Una labor en la que, como señalará Robert Capa, “si tus fotografías no son lo suficientemente buenas es porque no estás lo suficientemente cerca”.

Una certera reflexión que se puede constatar en el trabajo de la foto-reportera italiana Letizia Battaglia (1935-2022), en la exposición “Crónica, Vida, Amor” que se exhibe en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC), muestra curada por Marco Meneguzzo.

Allí el espectador puede constatar a través de ochenta y ocho imágenes, lo que es sentir en carne propia esa arrolladora proximidad, la que a diferencia de otras fotografías testimoniales no redunda sólo en el registro, dado que hay lugares y momentos en que basta una cámara y apretar el obturador para poner en valor una imagen.

Sin embargo, la cuantía o por así decirlo la valentía que hay detrás de esta fotógrafa y sus imágenes está en no sólo estar allí, sino en trasmitir el carácter dramático de Palermo, la capital de Sicilia, en una época en que el reportear significaba ser testigo y a la vez estar en la línea de fuego, y más encima siendo la única mujer que ejerció esa profesión, registrando los enfrentamientos entre las bandas mafiosas que cubrían de sangre las calles de Palermo. Un síntoma que pese a su flagrancia, estaba casi “naturalizado” como pan de cada día.

Independientemente de la visión que tengamos de “Crónica, Vida, Amor”, la intención de esta cronista queda evidenciada en sus palabras: “siempre vale la pena relacionarse con las personas que sufren, hablar de ello, hacer partícipes a los demás del sufrimiento de una parte de la humanidad”.

Eso se percibe, y su mayor aporte está en la crudeza de lo simple, y lo veo así, ya que no descubro en su propuesta ese afán enfermizo de perpetuar momentos por provocar un mero impacto, ya que en esta muestra la fotografía pasa a ser un recurso que muestra la cotidianidad y el dolor o quizás debiera decir el horror que sale de cada llaga o estigma que por fuerza deben sobrellevar sus habitantes.

Carga o un estigma que se palpa a simple vista y en cuyos márgenes no está presente ni lo efectista, ni mucho menos lo especulativo, muy por el contrario, es un trozo de verdad que además refleja la pugna permanente entre las fuerzas políticas y esas “otras” que de manera subterránea manejaban todo.

Por tanto, esta crónica debemos situarla, por así decirlo, bajo la superficie, y en cuyo complejo entramado se deja entrever aquello que muchas veces los medios oficiales y no oficiales intentaban ocultar. Aun cuando era un secreto a voces, en el cual Letizia Battaglia allana un terreno prácticamente inexplorado y en el cual no hay que dejar de lado esa cuota de precariedad y pobreza tan propia de lugares donde la desigualdad es la norma.

En ese escenario se sitúa esta insigne reportera, que al igual que varias otras fotógrafas italianas que emergieron el siglo XX, como Tina Modotti, Lisetta Carmi, Paola Agosti, Marialba Russo, Paola Mattioli, Elisabetta Catalanp, marcaron una época donde era casi imposible abrirse paso en circuitos copados en su totalidad por figuras masculinas. Por eso la obra e importancia de muchas de estas fotógrafas entre las que, por supuesto se cuenta Letizia Battaglia, aún está por descubrirse.

Quien mejor que su nieta Marta Sollina en un en un artículo sobre su abuela, explique cómo percibe su obra. “En la película ‘Blow-Up’ (1966) de Michelangelo Antonioni, el protagonista David Hemmings descubre haber fotografiado accidentalmente un homicidio sólo tras ampliar una de sus tomas. En las fotos de mi abuela eso hubiera sido imposible. La brutalidad con la que se presentaban los crímenes de la mafia no dejaba espacio a delitos susurrados, que pudieran ser revelados al estilo Blow-up. Las fotos de Letizia, incluso las más delicadas, se reconocen por ser directas, desconcertantes, no mediadas”.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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