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Baquedano, en estado de latencia
Más allá de la politización del debate, es fundamental destacar su dimensión patrimonial y urbana. El patrimonio no es solo pasado y presente; también es futuro. De lo contrario, su gestión perdería sentido.
Mientras hace varias décadas se ha venido discutiendo qué es lo que debemos proteger como monumento nacional, -especialmente en las figuras de monumento histórico y de zona típica, en tanto han acaparado mayor atención por su proceso que culmina con la aprobación del Consejo de Monumentos Nacionales-, el debate sobre los monumentos públicos (estatuas, inscripciones, placas, entre otros, según los define la ley 17.2888) parece haber tomado mayor relevancia desde el año 2019, no sólo en Santiago, sino que también en otras ciudades chilenas.
Y este no es solo un fenómeno local; desde hace más de una década que los monumentos públicos situados en lugares icónicos de diferentes países, han abierto espacios de discusión, fundamentalmente por el cuestionamiento a las biografías de quienes fueran honrados o a nuevas interpretaciones de ciertos procesos históricos, tal como ocurriera, por ejemplo, con las estatuas de Cristóbal Colón en países iberoamericanos.
El caso de Baquedano revela un estado del arte global en tanto los monumentos públicos han tomado más relevancia y sus significados han tendido a cuestionar las narrativas de la historia nacional, asunto al que la problemática patrimonial actual hoy pone atención.
No obstante, el debate sobre Baquedano no ha sido profundizado en cuanto a su biografía o respecto de sucesos de la historia del país, en particular, para bien o para mal. Es más, parece ser que la biografía de Baquedano se encuentra en estado de latencia mientras la discusión ha tenido más bien que ver con su ubicación. En tal sentido, el problema coincide con el año 2019, por tratarse de un monumento situado en un lugar emblemático de la ciudad.
A inicios del siglo XX, los monumentos públicos eran concebidos como fuente de modernización y como parte del embellecimiento de la ciudad.
Monumentos y estatuas proliferaron en todo el país con motivo de las celebraciones del centenario, en 1910, fuera para exhibir los logros nacionales o como una muestra de gratitud de las comunidades extranjeras hacia el país que donaron valiosos monumentos, tal como lo fuera el monumento a la obra revolucionaria de 1810, por parte de la comunidad italiana y que estuvo ubicado hasta 1928 en la Plaza Colón—epicentro de Santiago desde finales del siglo XIX—y que luego fue renombrada como Plaza Italia.
A fines de la década de 1920, uno de los proyectos más importantes del intendente Manuel Salas Rodríguez fue la transformación de la Plaza Italia en la Plaza Baquedano, para un Santiago cada vez más moderno. Entre 1927 y 1928, el intendente llamó a un concurso público para llevar a cabo esta transformación y así rendir homenaje al general Manuel Baquedano, considerado héroe de la guerra del Pacífico, con una estatua en un lugar central de Santiago.
El concurso fue adjudicado a los arquitectos Carlos Swinburn y Alberto Velis, quienes propusieron un diseño circular con una estatua ecuestre del general en el centro. Esta nueva estatua fue colocada en la plaza en septiembre de 1928. Durante los actos cívicos realizados en agosto de 1931 para conmemorar el centenario del nacimiento de Benjamín Vicuña Mackenna, los restos del soldado chileno desconocido fueron enterrados en el pedestal de dicho monumento.
Así, si hace menos de un siglo el monumento central de la entonces Plaza Italia fue desplazado para dar protagonismo a Baquedano en el marco de un nuevo proyecto urbano, hoy cabe preguntarse cuáles serán los monumentos que representarán la renovación de este espacio.
En el contexto del actual proyecto Alameda, es pertinente reflexionar sobre la ubicación de estos símbolos en un horizonte futuro, considerándolos como parte de una propuesta renovada que modificará su actual configuración.
Más allá de la politización del debate, es fundamental destacar su dimensión patrimonial y urbana. El patrimonio no es solo pasado y presente; también es futuro. De lo contrario, su gestión perdería sentido.
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