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Autobiografía “El último suspiro” de Luis Buñuel: epílogo de una vida marcada por la creación CULTURA|OPINIÓN

Autobiografía “El último suspiro” de Luis Buñuel: epílogo de una vida marcada por la creación

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Pablo Bravo Pérez
Por : Pablo Bravo Pérez Periodista y escritor.
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Fue publicado justo un año antes de su fallecimiento, en 1983, y reeditado hace unos cinco años. Se trata de un libro fresco y vigente, fundamental para entender la vida y la obra de Luis Buñuel, así como también para conocer la historia del cine y la cultura del siglo XX.


La actualizada oferta de películas de Luis Buñuel a cargo de la plataforma Mubi nos ofrece la oportunidad de reflexionar sobre quien ha sido considerado como uno de los directores más influyentes en la historia del cine.

Nacido en Calanda (Aragón, España), en febrero de 1900, estudió en el colegio de los jesuitas en Zaragoza y luego se trasladó a la histórica Residencia de Estudiantes de Madrid, donde forjó una profunda amistad con Federico García Lorca y Salvador Dalí -entre otros-, y se dedicó a diversas actividades como el boxeo, el teatro y la entomología.

Posteriormente se movió a París, donde se integró al movimiento surrealista liderado por André Breton, y debutó como director con “Un Perro Andaluz” (1929), cuyo guion lo co-escribió con Dalí a partir de dos sueños que ambos se confesaron (una mano cubierta de hormigas, una nube atravesando la Luna): la única regla que se dieron es que cualquier asunto que pareciera racional, fuera descartado de plano.

Buñuel intuía que la película sería un fracaso o que sería prohibida por su contenido escandaloso. El estreno ocurrió el 6 de junio de 1929 y debutó con una de las secuencias más icónicas de la historia fílmica: al son de tangos, Luis Buñuel rasga con una navaja el ojo de una mujer. Al concluir la presentación, el movimiento surrealista aplaudía lleno de entusiasmo. Y el director, oculto detrás de la pantalla, discretamente se deshacía de las piedras que llevaba en los bolsillos por si el público le resultaba hostil.

“Un Perro Andaluz” se proyectó en París durante los siguientes ocho meses. A partir de entonces, su carrera ligada al cine atravesó diversas pausas y etapas marcadas por hechos históricos como la Guerra Civil Española o la persecución del McCarthismo en Estados Unidos, después de la Segunda Guerra Mundial.

Artista integral, Buñuel también habitó cerca de las letras. De hecho, buena parte de su vida la podemos conocer a través de su libro de memorias “Mi Último Suspiro” (1982), el cual fue producto de 18 años de trabajo y amistad entre el cineasta y el guionista Jean-Claude Carrière.

Juntos crearon seis magníficos largometrajes: Diario de Una Camarera (1964), Belle de Jour (1967), La Vía Láctea (1969), El Discreto Encanto de la Burguesía (1972, ganadora del Oscar al mejor filme extranjero), El Fantasma de la Libertad (1974) y Ese Oscuro Objeto de Deseo (1977), las cuales hoy están disponibles en la mencionada plataforma Mubi.

El libro fue fraguándose en medio de las entrevistas que ambos mantuvieron a medio camino entre España y México durante los intervalos de las sesiones de trabajo: por una parte, Buñuel evocaba sus recuerdos, por otra, Carrière recogía las palabras y las anotaba.

“Mi Último Suspiro” es un libro portentoso que sobrepasa -con diferencia- el ámbito propio de la cinefilia: por medio de la exposición de su particular visión y de su mundo más personal, se trata de un texto que combina memorias, anécdotas y reflexiones sobre su obra y su vida. Buñuel habla sobre sus influencias artísticas, como el surrealismo y la obra de Sigmund Freud, y sobre sus propias experiencias, como su relación con Salvador Dalí o su exilio debido a la Guerra Civil Española, razón por la que viajó primero a Estados Unidos y luego a México, donde se quedó.

A medida que comparte sus pensamientos sobre la vida, la muerte, el arte y -por cierto- la política, Buñuel se muestra irónico y autocrítico, un noble caballero lleno de humor negro y amante del escándalo.

Parte importante del libro se relaciona con la religión. Ateo confeso, formado por jesuitas, Buñuel tuvo un especial vínculo con la fe, particularmente con el catolicismo. Sus películas están plagadas de referencias religiosas: dos vagabundos peregrinan a Santiago de Compostela (La Vía Láctea), el anacoreta santo que vive en lo alto de una columna (Simón del Desierto), un sacerdote en conflicto con su fe (Nazarín, reconocida por el Vaticano por sus “valores religiosos”), entre tantos y tantos ejemplos.

Hay quien dice que Buñuel mantuvo una religiosidad encubierta: no es solo el hecho de que sus películas aborden temáticas religiosas, sino que su manera de proyectarlos demuestra un conocimiento para nada superficial. Algunos de sus amigos cercanos lo veían como un religioso en el armario, que se sentía demasiado cómodo en sus despliegues de familiaridad con un catolicismo fervoroso.

Rafael Alberti afirmó: “Creo que Buñuel, en el fondo, es un hombre religioso y completamente católico, que cree en el infierno y que tiene terrores nocturnos. A él le preocupa enormemente la religión, y es ese el pensamiento central de casi todas sus cosas”.

Este es un documento en el que nos podríamos extender por horas revisando los detalles y anécdotas de las películas que filmó Buñuel, presentes en el libro, o también conociendo otros aspectos, como por ejemplo sus tragos favoritos (a los que el cineasta dedica un capítulo completo, y cuya personal receta del Dry Martini incorporó en El Discreto Encanto de la Burguesía).

Clasificado por Esquire como uno de los mejores 35 libros de cine de todos los tiempos, “Mi Último Suspiro” fue el epílogo de una vida marcada por la creación. Fue publicado justo un año antes de su fallecimiento, en 1983, y reeditado hace unos cinco años. Se trata de un libro fresco y vigente, fundamental para entender la vida y la obra de Luis Buñuel, así como también para conocer la historia del cine y la cultura del siglo XX.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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