
“Vagabunda, eso he sido”, crónicas de viaje de Gabriela Mistral
Si usted quiere conocer una pequeña parte de la prosa mistraliana, sea o no admirador de la poeta, lo invitamos a leer este libro -son apenas 110 páginas- que puede servir de entrada, de iniciación al texto fecundo e infinito de la primera premio Nobel de Chile.
En 1951, la ya premio Nobel Gabriela Mistral, escribió una carta a su amiga Doris Dana, que incluía una de las tantas frases célebres de la elquina: “Vagabunda, eso he sido, llámenme gitana, viciosa de rumbos locos, o bobos de puro azar”.
Este par de líneas encabeza una hermosa selección de textos de viaje de Mistral hecha por Natacha Oyarzún Cartagena, actriz, editora y escritora magallánica, y que fue publicada por Alquimia Ediciones, hace poco menos de un año.
A fines de 2025 se cumplirán 80 años desde que la poeta y prosista recibiera el mayor premio de la literatura mundial. A nivel nacional, pero especialmente en la Región de Coquimbo se prepara una serie de actividades para celebrar la fecha. Se han reunido los políticos, se han activado y reactivado organizaciones culturales y con o sin financiamiento oficial se preparan actos, publicaciones y jornadas especiales.
A ratos se siente que en la superficie o subterráneamente se disputan espacios, figuraciones, menciones, créditos y, también, claro, recursos. Abundan en los últimos años los que se autodefinen como “mistralianos”, no en el buen sentido de seguidores de su obra como lectores, sino en el entendido de que son “especialistas” en la Nobel. Pero bueno, lo sabemos, es parte del paisaje regional y nacional.
Un pequeño grupo de lectores de La Serena y Coquimbo, reunidos en el Club de los miércoles, decidió, por cuenta propia y sin preguntarle a nadie, de qué manera podrían celebrar los 80 años del Nobel y la respuesta fue una sola: leyendo. Y planificaron las lecturas del año siguiendo, a través de diversos autores chilenos y extranjeros, una ruta de Mistral basada, de alguna manera, en la selección de crónicas del libro “Vagabunda, eso he sido”.

Así llegó a mis manos este libro, de hermosa gráfica y diseño, cuyo responsable, en este plano, es Nicolás Sagredo Duarte.
La publicación arranca con un único poema titulado El valle de Elqui, en la lógica del punto de partida de la Mistral, la escritora, educadora y – entre otros oficios – diplomática, que recorrió en representación de Chile decenas de ciudades y países. Y, en seguida, se presenta una crónica sobre El Valle central de Chile, originalmente una publicación de la añorada revista En Viaje, en el número de junio de 1945.
Luego pasa a Las alamedas chilenas, publicado en el diario La Nación de Buenos Aires en 1945 y reproducido en 1958 por En Viaje, revista producida por la estatal Empresa de Ferrocarriles del Estado entre 1933 y 1973. Y aquí salta a la vista que los textos mistralianos pueden mantenerse vigentes por más de una década y a ambos lados de la cordillera.
Parte de una conferencia titulada “Aspectos de la geografía chilena: del valle (central) y la Patagonia”, pronunciada en Montevideo en 1938, se recoge a continuación en la selección de crónicas de viaje. Y en estas páginas el lector se entretiene, aprende, admira y a veces desconoce, no entiende, cuestiona. Porque no siempre tenemos que estar de acuerdo con Gabriela Mistral y porque a veces cuesta entender o aceptar un texto escrito tantas décadas atrás.
El libro nos dirige luego a otros países, primero de América, con tres crónicas sobre México, una sobre Argentina, otra sobre El Salvador y una sobre Brasil. Y Europa viene a continuación con dos textos sobre Italia (Nápoles y Florencia) uno sobre Bélgica (Brujas) y otro sobre España (Barcelona), para concluir son un texto titulado simplemente Viajar.
El paisaje mexicano es el primer texto sobre dicho país y es una publicación de El Mercurio, con fecha 15 de octubre de 1922, probablemente una de las primeras publicaciones del diario santiaguino, con la cual daría inicio a una colaboración -remunerada, por cierto- de más de un centenar de textos con, con menor o mayor intensidad, hasta 1948, cuando la empresa rompió el vínculo, según Pablo Neruda, por razones ideológicas.
Sus crónicas tienen información y poesía. En el caso de la crónica de viajes, como las publicadas en este libro, tiende a una descripción positiva del lugar visitado, expresa sus emociones de forma directa y sin rodeos, manifiesta admiración por el destino.
Un ejemplo es su texto sobre Nápoles: “Se ha dicho de él muchas veces: Es una obra maestra de la tierra. Y es cierto. Los golfos del mundo fueron ensayos de él, esos garabatos hermosos, pero no logrados del pintor antes de la obra genial. Como la obra maestra, el golfo de Nápoles deja saciados de hermosura los ojos. He recorrido los archipiélagos nuestros y he entrado yo en no sé cuántos fiordos y bahías y senos, y no sabía hasta ahora lo que es un golfo”.
En la conversación en el ciudadano Club de los miércoles, nos admiramos una vez más de la obra mistraliana, de su capacidad de observación, de su envolvente narrativa, de su conocimiento sobre diversas materias, así como de su entusiasmo por la vida, por los viajes y los lugares y la gente que va conociendo.
El viaje da vicios revueltos con virtudes, afirma en la última crónica de esta selección: “Da la costumbre del olvido. Nada penetra en nosotros sin desplazar algo: la imagen nueva se disputa con la que estaba adentro, moviéndose con desahogo de medusa en el agua: después la cubre como un alga suavemente sin tragedia. Viajar es profesión del olvido…”
Si usted quiere conocer una pequeña parte de la prosa mistraliana, sea o no admirador de la poeta, lo invitamos a leer este libro -son apenas 110 páginas- que puede servir de entrada, de iniciación al texto fecundo e infinito de la primera premio Nobel de Chile.
- El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.