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Representar tu propia xenofobia CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cámara Escénica

Representar tu propia xenofobia

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Mayi Eloísa Martínez
Por : Mayi Eloísa Martínez Poeta, narradora, editora y traductora venezolana residente en Chile desde 2014.
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Que una actriz o un elenco o un director tome la decisión (o no se dé cuenta de lo que implica haberla tomado) de que el asesino sea de otra nacionalidad –algo que no aparece en la obra original– es estereotipar a una minoría.


Cometieron un error, un grave error del que no se percataron. O sí y no les importó.

El viernes 21 de marzo, fui a ver una obra teatral con una amiga chilena. Era una pieza española que ya había visto antes. Bueno, en verdad, no la había visto, sino que es un libreto que conocía, pues yo también lo había interpretado meses atrás en un taller de teatro. Se trata de “Morir”, de Sergi Belbel.

Esta versión, presentada en el teatro de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, se adaptó para reflejar el “Chile de hoy en día”.

Siempre he disfrutado ver una misma obra desde otro enfoque, otro elenco, otro escenario, otra visión.

Pero esta vez fue la excepción.

Todo iba bien. La obra empezó y disfruté los primeros seis actos. Reconocía los diálogos, me percataba de las adaptaciones que este elenco de estudiantes de teatro había decidido hacerle al libreto, por ejemplo, añadir modismos chilenos, personajes homosexuales, hacer las escenas más violentas y explícitas, entre otros cambios.

Me gustaba, era interesante. Sí, todo iba bien, hasta que llegó el séptimo acto: la escena de la asesina.

Cuando entró la actriz, que hacía este delicado papel, sacó la pistola y empezó a amenazar a la actriz que interpretaba a la víctima, mi corazón se paralizó.

Yo, que no hablo ni en el cine, que siempre he respetado el teatro, sagrado para mí como para otro lo es una iglesia, dije en voz alta: “No, no, no… ay, no…”. Estaba estupefacta.

Mi reacción no fue por la pistola, no fue porque me asustara; no fue por la escena en sí, que sabía de memoria después de haber ensayado por meses con mis compañeros del taller y de haber hecho tres funciones. Mi pequeño infarto no se debió a nada de eso, por desgracia.

La actriz, chilena, que también interpretaba en otra escena otro personaje, en este, el de la asesina, a ella, al elenco, al director de la obra, a la Universidad de Chile, o no sé a quién se le ocurrió la “brillante” idea de que esta joven, de unos 23 años, debía interpretar su despiadado rol de asesina, nada más ni nada menos que… como colombiana.

Bueno, honestamente, como un intento de colombiana, una caricatura, un estereotipo de lo que es una colombiana, sí, porque más xenofóbico aún, este personaje era un mix entre bogotana, medellinense, cartagenera… y venezolana.

Quería escapar, quería que parara la obra, que ocurriera un terremoto, algo. Miré a los lados. Mi amiga chilena me vio con cara de “perdón”, pero nadie más, los demás espectadores parecían no percatarse del error, o más bien del horror. Por qué, me dije, una obra con tantos personajes: mamá, hija, tía, escritor, esposa, enfermera, enfermo, policías, anciana…y el único que decidieron que debía ser interpretado como extranjero es el del criminal. ¿Por qué?

Mis “no, no, no” siguieron en mi cabeza, mientras veía a la actriz que “interpretaba” a la asesina colombiana, que no para de decir “marica” y “amor” a la víctima. La asesina era una “extranjera” con mínimo vocabulario, una asesina que al final mata a una chilena que le repite: “Por Dios, no lo hagas, soy chilena, no me mates por solo 300.000 pesos”.

Las siguientes escenas de la obra pasaron volando para mí, quedé dolida como si me hubieran insultado por existir, y no paraba de preguntarme: ¿qué sentiría esa joven actriz o ese elenco si vieran, por ejemplo, el montaje mexicano de una obra en la que se decida que la mejor forma de interpretar el papel del delincuente es que sea chileno? ¿Les gustaría?

Todos cometemos errores, todos. Es difícil ser actor, es difícil ser director, es difícil interpretar más de un papel en una obra, todo eso conlleva a decisiones que serán expuestas a un público, y que pueden marcar a alguien, para bien o para mal.

Que una actriz o un elenco o un director tome la decisión (o no se dé cuenta de lo que implica haberla tomado) de que el asesino sea de otra nacionalidad –algo que no aparece en la obra original– es estereotipar a una minoría.

Es reforzar la xenofobia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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