
“Domus” del fotógrafo Hugo Ángel: la emancipación de los deseos
El autor (en la foto) cuestiona trasponiendo realidades paralelas que van de lo bello a lo grotesco, de lo permitido a lo prohibido y de lo pudoroso a lo pernicioso en un eje de hibridación que pone en entredicho varios de los modelos aprendidos.
El cuerpo es la desembocadura del alma. Es el más genuino y nítido reflejo de lo que en verdad somos. El lugar común en el cual residimos, nos sentimos, y entregamos. Donde aflora lo más recóndito de nuestro universo más íntimo, compuesto por una constelación de elementos sensoriales expresados a través de la piel, en cuya efervescencia todo pasa a ser un territorio inexplorado e inesperado, y donde el deseo no reconoce límites.
En ese flanco se sitúa Hugo Ángel con su fotolibro Domus, (editorial FLUQ, 2025), como fotógrafo es heredero de una mirada inquisidora que cuestiona de plano lo establecido.
“Se promueve lo normal, lo sano o adecuado, entre muchas materias y lo sexual entra en eso”, dice.

Crédito: Hugo Ángel
Por tanto, no tiene tapujos en ahondar en los tabúes que implícita y explícitamente se expresan a través de la corporalidad que deja entrever ese contrapoder que es resistido por muchos.
No obstante, este enfoque con y desde cuerpo se inició el 2024 con una trilogía donde los tópicos principales son lo corpóreo enfrentado a los diversos poderes. Partiendo con “Asociación Ilícita” (2024), con un punto de vista distinto, relativo al poder que cuestiona lo jurídico y político.
En segunda instancia y como secuela está Domus, en cuya raíz resuena la “Casa”, que deriva etimológicamente de la palabra “dominación” y encara la temática del poder desde lo normado sexualmente.

Crédito: Hugo Ángel
Como asevera su autor:
“Este libro habla desde la sexualidad como un contrapoder, que da cuenta del disciplinamiento que existe y dirige los actos en el espacio de domesticación social y conductual”.
En esta exploración Hugo Ángel lleva alrededor de seis años investigando las corporalidades del deseo, desafiando este espacio disciplinar y normativo, con una ambientación húmeda y una atmósfera irreal que entrega a la obra un clima entre sórdido y onírico, entre teatral y clandestino, e incluso a ratos circundado por cierta sordidez que él aclara: “Hay una energía en el ambiente. Todo se va dando de una manera concatenada, pero no hay una genitalidad evidente, tiene que ver con una práctica de roles de dominación y su ficción de intercambio de poder”.
El autor cuestiona trasponiendo realidades paralelas que van de lo bello a lo grotesco, de lo permitido a lo prohibido y de lo pudoroso a lo pernicioso en un eje de hibridación que pone en entredicho varios de los modelos aprendidos.
“El capitalismo es un sistema que tiene que ver con el condicionamiento y disciplinamiento de las conductas y de alguna forma establece los límites de lo que tiene que existir social y normativamente”.
Dicho en simple, Hugo Ángel, invierte los roles, con lo que descorre los cimientos del poder.
“Hay conductas sádicas, masoquistas, fetichistas u otras que tienen que ver con otro tipo de expresión que no tiene que ver con lo genital, que son otros aspectos de la sexualidad”.

Crédito: Hugo Ángel
Una licencia que en consecuencia invita a dejarse llevar por esa reacción instintiva que engloba todo nuestro ser, marcado por esa pugna dual entre la domesticación y el desenfreno, pero esta vez mediado por el lente de quien interpela dejando de lado los prejuicios. Una licencia que en definitiva se toma el autor para conectar con el deseo, a partir de ir despojándose de las diversas capas, alejándose de la idealización decimonónica con la que cargamos, y que nos hace ver el cuerpo como un modelo, y donde incluso la perversión queda exenta, aún cuando sea una impostura desde la cual muchos se sienten fuertemente atraídos, ya sea por morbo o simple curiosidad.
Un hecho que se palpa tanto en la atmósfera creada en Domus, que en este caso representa una sinécdoque como parte de un todo. Aunque sabemos que esa parte es determinante, e inherente a la naturaleza humana, que está siempre dispuesta a expresarse como una forma de resistencia. Aun cuando ese postulado para otros termine siendo inconveniente, en especial si apunta a una conversión del cuerpo y sus códigos; en consonancia con la emancipación de los deseos, y en contraste con lo que la imposición promulga.
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