Publicidad
El entusiasmo por la lectura CULTURA|OPINIÓN Crédito: Cedida (referencial)

El entusiasmo por la lectura

Publicidad
Luis Valenzuela Prado
Por : Luis Valenzuela Prado Académico de la Universidad Andrés Bello.
Ver Más

La lectura debe surgir del entusiasmo y ese entusiasmo debe ser trabajado y resguardado para que derive en otras posibilidades de lectura, de vidas, como decía Eco, ocio y conocimiento.


Un experto en historia del libro y la lectura me comentó hace años atrás que el momento clave en el que un niño o niña perdía el entusiasmo por leer libros era entre los 8 y 10 años. ¿Por qué?

Supongamos que, hasta esa edad, la madre o el padre, o quien esté a cargo del niño o niña, le leyó todas o casi todas las noches un cuento. A esta edad, algo sucede que se deja de lado esa práctica y, agrego, comienza la preadolescencia y el hábito se pierde entre otros estímulos de series de televisión, videojuegos y los infinitos contenidos que ofrece internet.

Agrego, la lectura queda en manos de las lecturas escolares obligatorias moldeadas por objetivos y valores, sin duda, importantes, pero que carecen del entusiasmo o motivación personal.

Los niños leen cuando encuentran en la lectura una experiencia placentera, afectiva y significativa. Hay factores clave y relevantes, por ejemplo, el modelo de un adulto lector; una biblioteca familiar que dé cuenta de ese modelo; o infantil, sea personal del niño o niña; el acceso a comprar libros adecuados a su edad e intereses; el acceso a bibliotecas públicas o escolares.

En general, lo ideal es que exista un entorno que valore la lectura, incluso, entre amigos y amigas que sientan interés por leer. También influye el éxito temprano en la comprensión lectora y una mediación respetuosa que acompañe sin imponer una forma única de leer.

Cuando abandonan la lectura, como comento al comienzo, lo hacen al enfrentar frustraciones, lecturas obligatorias o poco atractivas, falta de acceso, o si perciben la lectura como castigo o tarea. A eso se agrega el exceso de pantallas y la ausencia de tiempo libre que afectan negativamente.

En rigor, el entusiasmo por la lectura se promueve y se sostiene como un deseo y placer individual, no obligado. Si se respeta el ritmo del niño y se conectan sus intereses con buenos libros, el hábito lector puede crecer y sostenerse.

Umberto Eco decía que quien no lee, a los 70 años habrá vivido una sola vida: la propia. Quien lee habrá vivido 5000 años. No me gusta caer en la idea común de que la lectura te hace mejor o peor persona. Lo que sí creo, es que da alternativas, posibilidades. Al menos, hoy en día, es una posibilidad de salida en un mundo hiperestimulado por la repetitiva y satanizada imagen de las pantallas, del exceso de información en desmedro de la imaginación y por el deseo exitoso del like, de emprender o de influenciar.

La lectura, al menos, te permite cambiar de ritmo, de dirección, bajar o subir un cambio en la velocidad. Te saca de esa vorágine.

La lectura debe surgir del entusiasmo y ese entusiasmo debe ser trabajado y resguardado para que derive en otras posibilidades de lectura, de vidas, como decía Eco, ocio y conocimiento.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad