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¡Buenas tardes, habitantes de este Universo Paralelo! Hoy 11 de septiembre es una fecha que recuerda eventos dolorosos. Y no solo en Chile. Pero este es un newsletter de ciencia. Un Universo Paralelo que nos permite dejar esos recuerdos en manos de otros. No faltarán, por lo demás.
Sin embargo, este nuevo disco intenta una redención. Una búsqueda de alegría desde el dolor. En una de las escenas más conmovedoras del álbum, la figura de su hijo aparece en el borde de su cama:
Sentado en una cama angosta, este chico ardiente
Que se sentaba en una cama angosta, este chico ardiente
Dijo: «Hemos tenido demasiado dolor, ahora es el momento de la alegría».
Así que este número estará dedicado a la ciencia de ese arte que mejor captura a ese lugar liminal en el borde entre el dolor y la alegría: la música.
Luego exploraremos un tema muy controvertido, sobre el cual, extrañamente, no existe consenso. ¿Es la música un lenguaje universal? La pregunta es muy difícil de contestar, ya que no existe ninguna razón evolutiva de por qué la música nos debería gustar. El mismo Darwin escribió que la habilidad de disfrutar y producir música es uno de los rasgos más misteriosos de los que el ser humano está dotado.
El cuestionario de hoy lo responde el físico, músico y escritor argentino Alberto Rojo. Alberto trabaja en la Universidad de Oakland, en Estados Unidos, y además de su obra científica, sus ensayos para todo público y su música, ha creado importantes instancias de divulgación científica en distintos medios.
Léanlo con buena música, y, por favor, ayúdenme con su difusión. Compartan este Universo Paralelo. Y si les llegó de alguien, ¡inscríbanse ya!
Es probable que tú alguna vez hayas maratoneado con música cebolla para profundizar el sentimiento de una decepción amorosa, mientras que tu playlist de año nuevo te haya ayudado a realzar la alegría de ese momento. La razón es que usamos la música para sintonizar con nuestras emociones. ¿Qué hubiera sido del cine o de nuestra adolescencia sin ella?
Es sabido, ha sido científicamente medido y creativamente explotado el hecho de que la música induce emociones. ¿Cómo lo hace? Según un estudio recientemente publicado en PNAS, las sensaciones corporales que genera parecen ser clave.
¿Qué características de la música determinan la experiencia emocional que induce? En 2007, un trabajo publicado en la revista Emotion, evaluó la respuesta fisiológica y la experiencia subjetiva de individuos que escucharon fragmentos musicales.
Encontraron que la música, a través de la articulación rítmica, la complejidad armónica y el modo, determina la inducción de un estado emocional positivo o negativo, dimensión que se conoce como valencia emocional. Por otra parte, mediante el tempo, los acentos y la articulación rítmica, la música puede modificar el estado de alerta.
¿Qué tan importante es nuestra habilidad para navegar las emociones? Es fundamental.
¿Por qué esta condición logra tener semejante impacto negativo en nosotros? La alexitimia limita la capacidad de regulación emocional, cosa que cobra gran importancia cuando debemos lidiar con la adversidad, que induce emociones intensas y desafiantes. Podemos influir en nuestra experiencia emocional, siempre y cuando podamos primero reconocerla. Cuando esa mirada hacia adentro entrega una imagen borrosa, la alternativa parece ser taponar la emoción desde afuera con conductas excesivas.
Por Ignacio Soto
Doctor en Musicología
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Por Christian Spencer
Doctor en Musicología
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El infinito péndulo de la historia nos trae otra vez esta sencilla pregunta que ha escamoteado por siglos la curiosidad de los especialistas y amantes del sonido y la música: ¿existe el lenguaje universal de la música?
Las primeras teorías antropológicas sobre el origen de las comunidades relacionaron ambos hasta que la misma musicología estableció los parámetros “universales” del sonido, a principios del siglo XX.
Para responder esta difícil pregunta, un grupo de 75 investigadores de áreas tan diversas como la etnomusicología, la psicología de la música, la lingüística, las neurociencias y la biología evolutiva publicó recientemente, en la revista Sciences Advances, los resultados de una investigación que entrega algunas luces al respecto.
Los resultados fueron los esperados. La experiencia arrojó información empírica sobre aspectos compartidos por individuos ubicados en zonas geográficas distintas.
Esta investigación nos recuerda que la colaboración científica es una vía plausible para responder preguntas que las ciencias humanas han discutido por largo tiempo. Asimismo, muestra la contribución que las humanidades pueden ofrecer al sempiterno diálogo con las ciencias experimentales, en favor de un análisis diacrónico del entorno en que vivimos.
Cada semana hacemos las mismas cuatro preguntas a un científico. En esta edición, entrevistamos al físico y músico argentino Alberto Rojo.
-¿Qué te motivó a dedicarte a la ciencia?
-Desde chico fui curioso en general. En gran medida se lo debo a mis padres, que siempre me estimulaban y motivaban. Recuerdo que una vez mi padre, cuando yo tenía 11 años, me explicó la teoría de la relatividad. Tengo vívidas las imágenes de trenes y de los rayos de luz que se reflejaban en espejos en movimiento. Y recuerdo que mi fascinación fue tal que ese mismo domingo, en la cena familiar, corrí a explicársela a mi tío Mario. Y cuando empecé a explicársela, me di cuenta de que no había entendido casi nada. Creo que ese fue el momento en que algo en mí decidió, como una imposición íntima, que esa fascinación era necesario completarla con la comprensión en algún futuro. Tuve muchos eventos motivadores en mi vida, pero ese, creo, es el que me decidió por la física.
-¿Cuál es la obra científica que más influyó en tu actividad?
-Son muchas, pero como me preguntás de una, elijo el Principia Mathematica de Newton. Es una obra increíble. Fijate lo que son las cosas. Mi padre entra de nuevo en esta historia. Él era filósofo de la ciencia y tenía un ejemplar del Principia en casa. Un día lo saqué del estante y mi padre me dijo: “Ni lo intentes, ese libro es muy difícil”. Acaso lo suyo fue una provocación intencional. El tema es que varias décadas después decidí estudiarme los teoremas, que están escritos en clave geométrica y son, ciertamente, difíciles de penetrar. Pero esa dificultad es a la vez un placer que pocas veces sentí al leer un texto.
-¿Cuál es el problema científico más importante por resolver?
-No tengo dudas de que el problema científico más interesante (quizás el más importante) es la emergencia de la consciencia. Ni siquiera puedo decir que sea un problema bien formulado. Pero creo que, si entendemos mejor cómo emerge la consciencia, la humana y la de otros seres vivos, entenderemos algo muy revolucionario y nuestra forma de ver el mundo cambiará.
-¿Cuál es la pregunta que te desvela como científico y cómo la enfrentas?
-Hoy el problema de la consciencia es algo que me fascina, pero no me desvela, porque no sé bien cómo atacarlo. Pero, emparentado con eso, me desvela el problema del libre albedrío. Creo que se trata del problema científico con mayor tensión con la filosofía en este momento. Si me preguntás lo mismo dentro de seis meses, quizás te conteste otra cosa. Pero hoy es el libre albedrío. Y si más adelante otra cosa, ¿será mi decisión?
Parece una acuarela contemporánea. Pero es una representación visual de una obra musical. En este caso, en realidad de cuatro. Los conciertos para violín y orquesta, conocidos como Las cuatro estaciones, del compositor italiano Antonio Vivaldi.
Nicholas Rougeux es un artista de datos y diseñador que vive en la ciudad de Chicago, Estados Unidos. Esta es una de las imágenes de su proyecto «Off the Staff», una iniciativa que promete «visualizar las notas de las partituras«.
Puedes ver un video de cómo se construye la imagen, al son de la música, en este link.
En la página web del proyecto «Off the Staff» puedes encontrar decenas de otras obras del repertorio clásico llevadas a imágenes con este método.
– Sonidos desde el pasado
Un estudio publicado en Physics Today utilizó un modelo a escala del monumento para estudiar su acústica.
El estudio acústico se hace con maquetas y no simulaciones computarizadas, puesto que permite obtener resultados más precisos del fenómeno de difracción (la desviación de una onda al chocar con una superficie) en espacios grandes. Los resultados de esta simulación-maqueta muestran que el sonido producido dentro del círculo interno era tanto amplificado como reverberado.
Es difícil saber qué sonidos exactamente ocurrieron en el Neolítico en Stonehenge. Registros arqueológicos del período dan cuenta de la existencia de instrumentos musicales: flautas de hueso y tambores han dejado su huella. Sobre los cantos, plegarias y letanías no tenemos registros. Pero sí podemos suponer las razones por las que este sitio fue importante para dichos ritos.
– Tiempos y tempos
Es sabido que nos volvemos más lentos con la edad. Para algunos, señal de deterioro; para otros, señal de sabiduría. ¿Para qué correr prisas si ya se conocen todos los destinos?
El estudio tiene ciertas limitaciones: la edad de bandas grandes con miembros rotativos fue calculada usando solo a una persona como referencia. Además, no se consideró el efecto del género musical sobre la caída del tempo. Por otra parte, se usaron valores de tempo informados por Spotify, no se calcularon.
Dada la naturaleza de este número, no podemos hacer otra cosa que recomendar música.
El álbum que recomendaremos se titula Chimet, del colectivo musical británico Mining. Este es un trabajo que, de algún modo, invierte lo realizado por Nicholas Rougeux y que vimos hoy en nuestra «Imagen de la semana».
Si allí la música se transformaba en otra forma de representar datos, en este caso imágenes, aquí son datos los que se transforman en música. Es lo que se conoce como sonorización.
En octubre de 2017, dos grandes tormentas azotaron la zona: el huracán Ophelia y la tormenta Brian. Mining utilizó los datos de esta tormenta para crear Chimet. Las distintas variables meteorológicas fueron convertidas en variables musicales, tales como timbre, altura de la nota o volumen, de modo de crear una serie de sonidos musicales que de alguna manera recrean la tormenta.
El flujo de sonido resultante es una suerte de ambient electrónico que, a pesar de provenir de un origen absolutamente no musical, logra transmitir la emoción, la textura y el paisaje de esas tormentas. En eso ayuda también la contribución de otro miembro del colectivo, Matthew Bourne, quien agrega sonidos más orgánicos: piano, violonchelo y sintetizadores.
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Eso es todo en esta edición de Universo Paralelo. Ya sabes, si tienes comentarios, recomendaciones, fotos, temas que aportar, puedes escribirme a universoparalelo@elmostrador.cl. Gracias por ser parte de este Universo Paralelo. ¡Hasta la próxima semana!
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