Llega la primavera y con ella uno de los eventos más esperados para los amantes de la naturaleza: el desierto florido.
Florecen llanos, pero también montes y quebradas, donde la floración de anuales se mezcla con cactáceas y arbustos perennes, dando lugar a riquísimos ecosistemas llamados “lomas”.
Un aspecto fascinante sobre la floración del desierto es la variedad de estrategias adaptativas que determinan sus patrones geográficos y temporales. Estas dependen de los mecanismos ecofisiológicos y de las estrategias de vida que han evolucionado en los distintos grupos de plantas.
La última revisión taxonómica de Nolana considera 46 especies endémicas para Chile, todas en el desierto de Atacama, la mayoría con vistosas flores acampanadas en tonos blancos, azulados y lilas, algunas anuales y otras perennes.
En el caso de las plantas anuales, adaptaciones como la carnosidad de sus hojas, pequeños pelos llamados tricomas y los bordes curvados de dichas hojas les confieren ventaja para disminuir la pérdida de agua. Esto, entre otras características, les permite sobrevivir durante su floración en condiciones áridas.
A modo de ejemplo, Nolana elegans crece en el matorral desértico costero, Nolana baccata y Nolana acuminata florecen en los llanos y Nolana paradoxa extiende su distribución por la costa desde Coquimbo hasta la extrema Isla de Chiloé. Todas están estrechamente relacionadas.
Por otra parte, Cistanthe longiscapa o la “pata de guanaco” es la especie que domina la floración en los llanos de Atacama, posee vistosas flores magenta, aunque en algunos casos se describen tonos rojizos, anaranjados, amarillos o rosados. Destacan por su extenso período de floración, al ser de las primeras en emerger y de las últimas en desaparecer.
Por la bióloga Paulina Ossa, doctora en Ecología.