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Parir en negro, la realidad de las haitianas que son madres en Chile Falta de facilitadores culturales

Parir en negro, la realidad de las haitianas que son madres en Chile

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Laura Quintana
Por : Laura Quintana Periodista. Coach Ontológico, y Mentora. Experta en comunicación estratégica y legislación en torno a Diversidad, Género e Inclusión.
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La brecha del idioma y los papeles “en negro” atraviesan la maternidad de las mujeres migrantes haitianas en nuestro país, poniendo en riesgo su salud y la de sus hijos. La falta de traductores en los recintos de salud primaria y hospitales hace difícil la relación con el equipo médico, impide que puedan tener acceso a un parto respetado y las expone a violencia obstétrica.


Las cifras son increíbles: la cantidad de migrantes haitianos en Chile ha aumentado en ocho veces entre 2013 y 2016, 731% más que en 2008. Sin embargo, las organizaciones ligadas a la interculturalidad reclaman que aún no existen políticas públicas migratorias integrales y multisectoriales para enfrentar este fenómeno, lo que dificulta garantizar el derecho a salud que todos los habitantes de nuestro territorio detentan y, en este caso en particular, las mujeres embarazadas y en puerperio.

Andrea Gallardo es matrona de un hospital en La Florida. Su trabajo comienza después del parto y está orientado a enseñar a las nuevas madres (puérperas) los cuidados que deben tener tanto la mujer tras pasar por un nacimiento, como sus hijos.

“El mayor problema que vivimos con las mujeres haitianas en nuestro sistema de salud es la imposibilidad de comunicarnos”, dice la especialista.

“Algunas incluso son analfabetas, por lo que a veces los médicos tienen que diagnosticarlas por descarte porque es imposible comunicarse, menos aún pueden decir cómo quieren parir, o si quieren que esté presente algún familiar o dar autorización para algún procedimiento relacionado con el ‘parto respetado’”, agrega.

Muchas haitianas llegan a la hora del parto con complicaciones dado la falta de controles previos a los que no asisten por un tema cultural, pero también ante la imposibilidad de ser entendidas o por el miedo a ser deportadas.

Las consecuencias de esta brecha idiomática afecta también a los recién nacidos. Ya se han visto casos de desnutrición y otras patologías producto de que las madres no pudieron entender las instrucciones de alimentación y cuidado. Esto puede ser grave e incluso les puede causar la muerte.

Andrea relata: “Me tocó conocer el caso de una joven haitiana que tuvo gemelos prematuros, afortunadamente ellos respondieron muy bien, a pesar de sus problemas de lactancia, y a las semanas fueron dados de alta. Sin embargo, al poco tiempo volvieron graves a urgencia con síntomas de desnutrición severa y todo lo que eso asocia. Al parecer, la madre no entendió o mal interpretó las indicaciones de la preparación del relleno”.

Según la especialista, “algunas guaguas incluso llegan con fiebre altísima y es sólo por el sobre abrigo: como ellas sienten mucho frío en Chile le ponen hasta cuatro prendas de ropa a su hijo, a pesar que siempre se les dice que sólo deben utilizar una prenda más que la que ellas llevan puestas”.

Andrea y otros matrones y enfermeras que se enfrentan a esta realidad han tratado con sus propias herramientas de hacer más fácil la interacción.

“Al principio buscamos en el traductor de Google, creol a español, pero nos dimos cuenta que servía para palabras pero no para frases. Ideamos un sistema de láminas con dibujos, una madre amamantando y un reloj para mostrarle cuánto tiempo deben alimentar a sus hijos y así”, explica Andrea.

[cita tipo=»destaque»] Sabía una palabra y la mezclaba con algo de creol, le indicaba la cabeza y hacía el gesto de dolor, así trataba de que me entendieran cuando sufría de dolores de cabeza por el frío. [/cita]

En el hospital San José, de la comuna de Recoleta, uno de cada cuatro niños nacidos son de madre extranjera y un 24% de ellos son de mujeres haitianas. En el recinto cuentan con un traductor algunas horas al día y la comuna ha dispuesto facilitadores en los consultorios para atender la alta demanda.

La iniciativa, que se repite en otros recintos de salud de la región Metropolitana, es producto de la gestión interna y hace frente al problema puntual, pero tal como lo explica María Josefina Palma, Coordinadora Nacional del área Educación e Interculturalidad del Servicio Jesuita a Migrantes, no soluciona el problema de fondo.

“Necesitamos una política pública migratoria integral e intersectorial con instrumentos que permitan llegar a la población migrante, protocolos de atención y de prevención que faciliten el acceso a la salud primaria preventiva de las mujeres embarazadas”, dice ella.

“Nos hemos podido dar cuenta lo importante que es que las extranjeras se inscriban en los consultorios independiente de su situación migratoria, ya que a pesar de no tener los papeles al día, ellas pueden atenderse de igual manera. Ha faltado información y muchas de ellas no asisten por temor a ser deportadas o ser maltratadas al no tener su ‘carnet’”, agrega.

Según la coordinadora, “en Chile estamos dando grandes pasos en salud materno infantil, pero cuando no hablamos el mismo idioma, no le podemos explicar a una madre cómo generar apego, cuáles son los cuidados después del parto, cómo alimentar a su hijo en caso de no tener leche, etc.”

Ertha Blanchet (27) acaba de tener su segundo hijo en Chile. Recuerda que cuando llegó no podía ni siquiera decir dónde le dolía. “Sabía una palabra y la mezclaba con algo de creol, le indicaba la cabeza y hacía el gesto de dolor, así trataba de que me entendieran cuando sufría de dolores de cabeza por el frío”, recuerda.

“Cuando nació mi primera hija hubo de todo, personas que te tratan mal porque no estas en tu país y otras buenas, igual las costumbres acá no son las mismas y eso algunos lo toman a mal”, añade.

Ertha y su hijo Ethaniel

Xenofobia en la atención materna: “Negras cochinas, malas madres”

Estas diferencias culturales, desconocidas por los trabajadores de la salud, han llevado, por ejemplo, a que las haitianas tengan fama de malas madres, ya que no acostumbran practicar el apego con el recién nacido, lo que las hace parecer frías con sus guaguas, provocando, muchas veces, un tratamiento despectivo de quienes las atienden.

Un paramédico relata: “Pasa mucho que los colegas más antiguos se encuentran con esta realidad y la rechazan, algunos incluso con un poco de xenofobia y ahí es cuando se escuchan cosas como ‘estas negras vienen a quitarle la salud a los chilenos’ o ‘negras cochinas, malas madres’, descalificativos así”.

“No ha sido fácil, porque en Haití es otra manera de criar, más en familia. Mi mamá tenía a su mamá, su sobrina, su suegra, sus hermanas que la ayudaban, como la mayoría de las mujeres no trabaja entre todas ayudan”, cuenta Ertha.

Y es que en Haití casi no existe la atención preventiva de salud, ni el control del embarazo y puerperio, por lo que las costumbres y tradiciones son las que imperan por sobre las normas incluso que ha entregado la Organización Mundial de Salud (OMS), realidad que han podido corroborar en la Fundación Patronato Madre-Hijo, organización que acompaña a madres en situación de vulnerabilidad y que entrega los primeros controles de salud a los lactantes.

Ubicada en Estación Central, una de las comunas con mayor cantidad de migrantes haitianos en Chile, un 11% de las familias que atienden corresponde a migrantes y de este grupo un 74% son haitianos.

La médica dedicada a primera infancia y coordinadora del Área de Interculturalidad de la institución, Paulina Cárcamo, nos cuenta: “Existe otra cultura en la crianza que muchas veces choca con nuestros paradigmas”.

“La importancia que tiene en Chile la prevención, promoción y educación en salud y principalmente en primera infancia no cobra el mismo sentido para la población haitiana, ya que en Haití el escenario es muy distinto. No hay una noción colectiva de lo fundamental que es acudir al médico de forma rutinaria para el control general de salud, sino más bien se acude sólo en caso de enfermedad grave.

Respecto al tema particular de crianza, existe una diferencia cultural en la forma de cuidados que se brindan a los hijos. En general, las madres son menos sobreprotectoras respecto a las madres chilenas y sus hábitos de vida y de alimentación son diferentes. En Haití suelen incorporar precozmente el agua en reemplazo de la leche materna y los alimentos como legumbres mucho antes de lo indicado por las pautas de alimentación de la OMS”.

Ertha lo corrobora: “Algunas no quieren dar leche o no tienen y al dos o tres meses (sic) les dan una comida que es con leche, harina, azúcar y canela, así como un postre”.

La barrera idiomática impide que las mujeres haitianas entiendan que estas conductas pueden afectar gravemente la salud de sus hijos, e incluso algunas de ellas que sí asisten a controles de salud, no entienden o malinterpretan lo que se les comunica, confundiendo el mensaje entregado por el personal de salud.

Paulina apunta al Estado: “Actualmente Chile tiene una gran tarea y deuda con los migrantes, no existe una legislación migratoria actualizada ni un organismo bien constituido encargado de acoger a la gran cantidad de migrantes que llega cada día, brindándoles oportunidades para poder mejorar su situación de vida”, explica.

Y agrega: “Hay instituciones que están trabajando por dar solución a estos problemas, como lo es el Servicio Jesuita a Migrantes que acoge y orienta a migrantes al momento de llegar a Chile, Chile Valora y SENCE, hay mucho camino que recorrer y es una tarea difícil, pero que vale la pena realizar para generar un país inclusivo, intercultural y que respete a todo ser humano independiente de donde provenga”.

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