Si bien la situación del canal público es un tema de debate más a nivel de elite, con poco impacto masivo, la renuncia de Francisco Orrego a la presidencia del directorio, sin aviso previo, sin lugar a dudas complicó todo el despliegue que la administración piñerista había puesto en marcha esta semana. La idea era copar la agenda con temas que le son favorables y rentables, como la seguridad ciudadana, los migrantes, la línea 3 del metro, todo con el objetivo de desviar el foco de atención del conflicto en La Araucanía y revertir el escuálido 38% de apoyo que tiene el Presidente en estos momentos.
Después de la tormenta perfecta en la que se vio sumergida La Moneda tras el crimen de Camilo Catrillanca, parecía que esta semana en Palacio por fin habían logrado retomar un cierto grado de control de la agenda, el que perdieron de cuajo la tarde de ese 14 de noviembre con el errático operativo del Comando Jungla en que murió el joven comunero mapuche. Pero la inesperada renuncia de Francisco Orrego a la presidencia del directorio de TVN, empañó toda la estrategia que se había diseñado en el seno de la administración piñerista y que hasta ayer había sido bien evaluada, para sacar al Gobierno del pozo en que se encontraba.
El errático manejo de contención y la mala lectura inicial que se hizo desde las oficinas del Ministerio del Interior tras confirmarse la muerte de Catrillanca, arrastraron a la administración de Sebastián Piñera por un sendero sin retorno, que los llevó al punto de aprobación más bajo que ha tenido el Mandatario en los ocho meses que lleva en La Moneda: solo un 38% en la última encuesta Cadem. No solo eso, los turbulentos días sacaron a la luz la pugna interna en el Gobierno por las diferentes visiones para enfrentar el problema en La Araucanía, entre el ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno, y su par de Interior, Andrés Chadwick, sobre quien cayeron todas las críticas por la desacertada forma en que llevó el abordaje del crimen del comunero mapuche.
Ante tal escenario, en Palacio no les quedó otra que poner en marcha una estrategia comunicacional que involucró desde los ministerios hasta los parlamentarios del oficialismo, con un objetivo y premisa claros: distraer la mirada pública del conflicto en La Araucanía y las informaciones que siguen apareciendo sobre las circunstancias en que murió Catrillanca, como el hecho de que los últimos peritajes determinaron que no había rastros de pólvora en las ropas ni manos del comunero, por lo que no estaba armado al momento de recibir la bala del Comando Jungla.
La instrucción desde La Moneda –el lunes en el comité político ampliado– fue “salir a equilibrar las sensaciones”, como lo explicó un parlamentario de Chile Vamos, por lo que se pidió al oficialismo en pleno tratar de instalar la mayor cantidad de temas gruesos en agenda para coparla. Esto, porque en dicha reunión en la sede del Ejecutivo –agregaron en la coalición de derecha– “se reconoció que se pagó un costo” con el caso Catrillanca que había que revertir.
Casualmente y como anillo al dedo le cayeron a la estrategia gubernamental los resultados de la encuesta de Paz Ciudadana este lunes 26, números que fueron destacados esa misma mañana por Piñera junto con el ministro del Interior Andrés Chadwick, en el marco de la semana de la Seguridad Ciudadana. El mandato interno fue destacar solo las cifras que aparecían en azul y todos en el Ejecutivo tenían la obligación de comentarlas frente a los medios de comunicación.
En paralelo, el Gobierno se jugó el comodín de los migrantes, con un intenso despliegue comunicacional esa mañana a primera hora desde el aeropuerto. El subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, en vivo y en directo despidió un segundo avión con 179 haitianos que fueron regresados a su país y la carta bajo la manga fue el anuncio de que el mismo avión pasaría por Venezuela para traer a un contingente de chilenos con problemas derivados de la compleja situación política y económica de dicho país.
Así, el martes fue el turno de jugarse en plenitud con el tema de Venezuela, que solo trae ganancias para el Gobierno. No por nada el peak de la puesta en escena fue la imagen del Presidente Piñera con un bebé de menos de un año en los brazos. Si bien desde el Gobierno insistieron en que ambos vuelos y gestiones estaban programados desde hace tiempo, sí se habría acomodado el día en específico para que calzara con la estrategia definida.
Ese mismo martes, Piñera llegó hasta la comuna de Ñuñoa para dar inicio a la marcha blanca de la que será la nueva línea 3 del metro, la que entrará en funcionamiento a principios de enero. Un tema ciudadano, de gran interés en la Región Metropolitana, con amplia difusión en los medios de comunicación.
[cita tipo=»destaque»]La instrucción desde La Moneda –el lunes en el comité político ampliado– fue “salir a equilibrar las sensaciones”, como lo explicó un parlamentario de Chile Vamos, por lo que se pidió al oficialismo en pleno tratar de instalar la mayor cantidad de temas gruesos en agenda para coparla. Esto, porque en dicha reunión en la sede del Ejecutivo –agregaron en la coalición de derecha– “se reconoció que se pagó un costo” con el caso Catrillanca que había que revertir.[/cita]
Si bien internamente la Ley de Identidad de Género siempre ha sido conflictiva para la derecha y para esta administración en particular, ayer la ceremonia de su promulgación también fue funcional al diseño de copar la agenda, ya que la actividad que encabezó el Mandatario con el ministro de Justicia, Hernán Larraín –a la que no se invitó a parlamentarios, para evitar ruido–, fue programa entre lunes y martes, a solicitud expresa desde Palacio.
En tres días, La Moneda desplegó un abanico de temas –seguridad ciudadana, inmigrantes, metro, agenda valórica y Venezuela– para eclipsar la mirada hacia el conflicto en La Araucanía, donde en estos mismos días además renunció el jefe de la Conadi, Jorge Retamal, y se conoció un informe reservado que reconocía que Carabineros le seguía los pasos a Catrillanca desde mucho antes del 14 de noviembre.
Todo el diseño gubernamental fue reforzado con el ministro de Hacienda, Felipe Larraín, tratando de aplacar rápidamente el paro de los trabajadores públicos por el reajuste 2019; con Chadwick recibiendo a los senadores de la oposición José Miguel Insulza (PS), Jorge Pizarro (DC) y Felipe Harboe (PPD) en La Moneda; y con el canciller Roberto Ampuero enfocado en la extradición del comandante Emilio, en el marco del caso de Jaime Guzmán. A este despeligue se sumaron 16 urgencias legislativas enviadas desde la Segpres, que apuntan a proyectos de alta resonancia, como la subvención a centros del Sename, el del pago a 30 días a proveedores y el que se refiere a la implementación de la iniciativa que aumenta la penalidad en el caso de los denominados portonazos.
Nadie duda que la renuncia de Orrego a la presidencia del directorio de TVN no es una noticia de alto impacto, pero es igual de cierto que no solo empañó la estrategia, porque fue un episodio que nadie se lo esperaba en La Moneda y que llevó nuevamente al Gobierno a proyectar una imagen pública de conflicto.
En La Moneda reconocieron ayer que los pilló totalmente por sorpresa la salida del hombre que el propio Gobierno había instalado meses atrás a la cabeza del canal estatal y, si bien su salida era una posibilidad real, no pensaron que sería así de repentina y con un tono tan duro dirigido a la actual administración.
El tema les echó a perder el día, tal como insinuó el propio Presidente Piñera, porque ya generó ruido interno en el propio oficialismo. El diputado RN, Andrés Celis, cuestionó públicamente la pasividad de La Moneda ante la situación que atraviesa el canal público y apuntó los dardos a la ministra vocera, Cecilia Pérez, a quien llamó “a tomar cartas en el asunto” si no quiere ver a TVN quebrado.
Desde la oposición ya le habían advertido a La Moneda que Orrego era más bien parte del problema que de la solución y, desde la comisión investigadora del caso, aseguraron que el lunes se le hizo llegar a Piñera un oficio que cuestionaba la ausencia en cuatro ocasiones a las citaciones de esta instancia parlamentaria del aún presidente del directorio de TVN.
Quienes han estado involucrados en la trama en la interna de la estación televisiva estatal, amarran la renuncia de Orrego a una falta de respaldo desde el Ejecutivo y desde el interior del propio canal, porque “todo el mundo empezó a soltarle la mano”. Esto se debería –agregaron– a que «nunca se había visto un clima tan deteriorado como el que se vive hoy” en Bellavista 0990, debido a que no contaba con legitimidad interna y fue siempre considerado una figura ausente.
Desde su primer día, la administración piñerista supo que TVN sería un dolor de cabeza y ayer se hizo realidad, nuevamente. Si bien es un tema de debate más a nivel de elite, el director de la Escuela de Publicidad de la UDP, Cristián Leporati, planteó que lo sucedido sí complica a La Moneda, porque mete ruido, porque sería de responsabilidad absoluta del propio Gobierno. “Se escogió mal el perfil del director que renunció por un medio y no como corresponde. Error de head hunting”.
Para el analista Carlos Correa, todo radica en cómo se trata la situación de fondo de TVN. «Tiene un modelo noventero que no se sostiene, el Gobierno, con el acuerdo que logró de inyectarle más recursos, lo que hace es darle respiración artificial, pero sin ir al problema de fondo. El asunto de la situación financiera es una caldera que va a estallar en algún momento, pues el canal sigue con pérdidas», sentenció.