Vive su momento de mayor fragilidad política, incluso considerando su rol en el primer Gobierno de Piñera, porque, a diferencia de todos los conflictos y crisis que ha sorteado, la que se desató tras la muerte de Catrillanca es la primera que no solo no logra zanjar rápida y hábilmente, como es su costumbre, sino que además se agudizó y profundizó por sus propios errores. En el seno del piñerismo reconocieron que perdió su «aura de infalibilidad».
En La Moneda están nerviosos, preocupados. El crimen de Camilo Catrillanca es más que una piedra en el zapato o un problema político conflictivo que no se ha podido sacar de los patios de La Moneda, pues se ha transformado en una crisis para el Gobierno de Sebastián Piñera, porque desde el primer día perdieron todo control de la situación, de la agenda pública, todo el manejo político y comunicacional ha sido errático y las diferencias internas en Palacio han quedado en evidencia. Pero, además, porque el ministro del Interior, Andrés Chadwick, el hombre clave del Mandatario, la pieza sobre la que se sustenta la estabilidad política de la actual administración, ha quedado dañado, débil, golpeado.
El ministro vive su momento de mayor debilidad, incluso considerando su rol en el primer Gobierno de Piñera, porque, a diferencia de todos los conflictos y crisis que ha sorteado, la que se desató tras la muerte de Catrillanca es la primera que no solo no logra zanjar rápida y hábilmente, como es su costumbre, sino que además se agudizó y profundizó por sus propios errores. El primero y principal fue cuadrarse sin un ápice de duda con Carabineros, defender al Comando Jungla y, por lo tanto, asumir la decisión política inicial de tratar la muerte del joven comunero en el contexto de un hecho delictual. De ahí se derivaron muchos de los dolores de cabeza que han tenido en La Moneda estas semanas.
Las primeras consecuencias son plausibles. Los más bajos apoyos y más altas desaprobaciones no son solo para Chadwick, que –según la encuesta Cadem– pasó de 58% de respaldo al 45%, sino que los hechos han salpicado a la figura del Presidente Piñera, que llegó a un 38 por ciento de apoyo, las más baja desde que asumió este segundo mandato el 11 de marzo.
En el propio oficialismo se asume que Chadwick –una figura muy por sobre la media en el espectro político, como lo defienden sus cercanos– cayó víctima de «la moledora de carne» que implica hacerse cargo del Ministerio del Interior, por lo que ha comenzado a pagar los costos del cargo. “Se le cayó el aura de infabilidad, se le rajó la capa de superhéroe”, confesaron desde el corazón del piñerismo.
Sumado lo anterior a la decisión política que hubo para enfrentar el caso, el rol del ministro del Interior y Seguridad Pública es ser responsable político de Carabineros, institución que, hasta ahora, no ha hecho más que arrastrar con fuerza al Gobierno al terreno más pantanoso de estos ocho meses. Los cuestionamientos al general director Hermes Soto, sustentados en las incontables versiones que han sido desmentidas a medida que avanza la investigación, rebotan directamente en la figura de Chadwick por más que trate, ahora, de tomar distancia de la policía uniformada.
Para el analista político de la Universidad de Chile, Axel Callis, es contundente el síntoma de pérdida de control, ya que “el día que un ministro está blindado, ese mismo día empieza más a ser un problema que una solución (…). Chadwick no tiene ningún control sobre Carabineros y eso le genera un debilitamiento que va a durar, va a depender en todo momento y durante toda la investigación, de saber si lo que dice Hermes Soto es verdad o mentira: hasta el minuto, puras mentiras”.
[cita tipo=»destaque»]En el propio oficialismo se asume que Chadwick –una figura muy por sobre la media en el espectro político, como lo defienden sus cercanos– cayó víctima de «la moledora de carne» que implica hacerse cargo del Ministerio del Interior, por lo que ha comenzado a pagar los costos del cargo. “Se le cayó el aura de infabilidad, se le rajó la capa de superhéroe”, confesaron desde el corazón del piñerismo.[/cita]
El director del Centro de Análisis de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, precisa que la debilidad de Chadwick es fuera de los muros de La Moneda, no internamente en el Gobierno, porque “en términos políticos sigue siendo un hombre fuerte, que no tiene reemplazo”.
Eso es cierto. En todo el oficialismo y en el seno del Ejecutivo saben que no hay espacio para pensar en que Chadwick dé un paso al costado, pero, por lo mismo, no a pocos preocupa que el hombre clave de La Moneda caiga bajo el «síndrome Hinzpeter». El primer ministro del Interior que tuvo Piñera en su primer mandato fue Rodrigo Hinzpeter, cuya figura terminó canalizando todo el rechazo ciudadano tras una serie de crisis con dudoso manejo, como fueron los casos de Freirina, el movimiento estudiantil o el desmantelamiento en tribunales del Caso Bombas.
«A Hinzpeter se le aguantó todo, mucho, porque la verdad Piñera no lo quería sacar, porque no tenía a nadie a quien poner y terminó muy debilitado. A Chadwick le puede pasar lo mismo», sentenciaron en la derecha.
Los análisis y evaluaciones internas en La Moneda de estas semanas se han mantenido bajo siete llaves, incluso para los propios partidos oficialistas, precisamente para evitar filtraciones que fomenten la crisis que atraviesa el Gobierno con el caso Catrillanca. Inevitablemente el diagnóstico interno debería ser compartido con todo el gabinete, ministros y subsecretarios, en el cónclave que se realizará el viernes y sábado en Quillota en la Escuela de Caballería del Ejército, aunque en Palacio esperan que tras ello siga en reserva su contenido.
El giro en el discurso gubernamental ha tenido de todo, menos sutileza. Comenzó con el respaldo absoluto al actuar de Carabineros y en particular del Comando Jungla en La Araucanía, que fue desplegado por el ex intendente Luis Mayol, Chadwick, el propio Presidente Piñera y la ministra vocera Cecilia Pérez. Pero a tres semanas del crimen de Catrillanca, imágenes destruidas de por medio por uno de los efectivos policiales y la comprobación de que nunca hubo un enfrentamiento, la posición oficial del Gobierno –sin muchas alternativas a estas alturas– mutó radicalmente.
La mejor prueba de ello fueron las declaraciones del Presidente Piñera en la entrevista de ayer en Radio Bío Bío: “Ya se han cometido muchos errores, en muchos gobiernos, por confiar ciegamente en la primera versión de Carabineros. Recordemos el caso Huracán, recordemos las primeras versiones de la muerte de Camilo Catrillanca y, por tanto, como Presidente de la República, le pedí al general (director de Carabineros), que se entregaran todos los antecedentes a la Fiscalía”, dijo categórico, junto con agregar que le exigió al jefe policial “que digan la verdad, que no oculten nada”.
No es mucho el margen de acción con que cuentan en La Moneda, tienen claro que las palabras de Piñera son lo más lejos que por ahora pueden llegar para tratar de remediar los errores cometidos, pero que no pueden quitarle todo el piso político a Carabineros. No son pocos los que tienen fresco el recuerdo de lo que le sucedió a la ex Presidenta Michelle Bachelet, cuando luego de haber criticado fuertemente a la institución, tras la agresión que sufrió de Carabineros el estudiante Rodrigo Avilés –producto de un chorro de un carro lanzagua en una protesta, lo que casi le provocó la muerte– la policía uniformada hizo sentir su malestar al poder civil con una actitud pasiva en la calle, una suerte de brazos caídos en algunas manifestaciones.
Al día siguiente de la muerte de Catrillanca, el ministro de Desarrollo Social, Alfredo Moreno –cuya cartera es la que debe llevar el tema de La Araucanía– reconoció públicamente que la muerte del joven comunero complicaba el desarrollo del Plan Impulso que La Moneda había lanzado no hace mucho para zanjar los problemas en la región. Sus palabras le valieron un llamado a terreno de Chadwick y tuvo que corregirlas pocas horas después, ya que la versión oficial en Palacio del propio ministro del Interior había sido que dicho programa estaba más fuerte que nunca.
Moreno no fue el único y, días después, el ministro de Justicia, Hernán Larraín, dio por muerto el Plan Araucanía. También fue reprendido desde Palacio, pero la señal ya era clara: había una pugna interna en La Moneda, un choque de visiones sobre la forma en que se debía manejar el tema de La Araucanía y, claramente, discrepancias de cómo el gobierno había llevado hasta ese minuto el caso Catrillanca.
Lejos de guardar silencio, el domingo 2 de diciembre, Moreno volvió a hablar. En una entrevista con El Mercurio dijo que su primera reacción al enterarse de la muerte de Catrillanca, «independiente de que obviamente no sabía cuáles eran las circunstancias, fue una pena inmensa”. Una frase que no fue casual, considerando que una de las discrepancias centrales con Chadwick en estas semanas fue la poca sensibilidad mostrada por el ministro del Interior.
Insistió en que tras este episodio «ha habido un retroceso», que en el Gobierno trabajan para que no se repitan casos como el del joven comunero, «a su familia y a la gente que lo quiere» y que el problema central en La Araucanía es «la desconfianza».
En el oficialismo no pasó inadvertida esta entrevista. Dijeron que es una clara señal de la debilidad de Chadwick, porque luego de haber sido llamado a terreno, Moreno salió nuevamente a marcar posición pública, lo que no habría sucedido jamás –agregaron– si el ministro del Interior no estuviera golpeado políticamente por su errático manejo de la crisis.