El funeral de Camilo Catrillanca y luego el Tragün (gran reunión mapuche) realizado en la comunidad de Temucuicui, convocado de manera amplia y transversal por la familia del joven asesinado –probablemente los hitos políticos más importantes en autoconvocatoria mapuche de las últimas dos décadas–, deben ser leídos como un punto de inflexión en cuanto a las capacidades de cohesión del pueblo mapuche. Constituyen una expresión de unidad amplia, que muestra la tendencia centrípeta del pueblo mapuche para sobreponerse a las ya conocidas diferencias entre las comunidades de cómo enfrentar su relación con el Estado de Chile. La presencia de representantes de comunidades y organizaciones indígenas de toda la macrozona sur da cuenta de una convocatoria que, sobre la base de la demanda histórica tiende a superar la fragmentación y atomización, en vínculo y solidaridad permanente con la organización mapuche urbana.
El título de este artículo debe complementarse con la frase “… y una parte de la oposición se resiste a asumir”, como expresión de no responsabilización del cuadro político complejo y delicado que emerge tras el recrudecimiento e incremento de la violencia institucional en la zona de La Araucanía y que cobra una nueva vida con el homicidio del joven Camilo Catrillanca.
Desde la irrupción del movimiento indigenista en el segundo lustro de los años 90, el pueblo mapuche progresivamente viene acumulando apoyos y, con ello, construyendo una fuerza movilizadora que tiene expresión rural y urbana, sostenida en una consolidación, fortalecimiento y recreación de su identidad, que traspasa en validación y legitimidad a los integrantes de su pueblo, siendo en ello demostrativos los resultados del último Censo (12% de la población nacional se siente parte de un pueblo indígena y mayoritariamente del pueblo mapuche), logrando establecer, pese a las políticas de asimilación y clientelismo que han caracterizado en lo sustantivo a todos los gobiernos democráticos desde el inicio de la transición, demandas de reforma estructurales que cuentan con amplio respaldo social y ciudadano.
Al respecto, en este artículo se proponen los siguientes elementos de análisis para entender e incidir en un conflicto que requiere soluciones políticas y no militares.
[cita tipo=»destaque»]Lo que finalmente hace que el Gobierno pierda iniciativa es que, tras el crimen por parte de Carabineros del joven Camilo Catrillanca, se hace visible la estrategia dual y adversa por parte del Ejecutivo para el pueblo mapuche: la del policía bueno, representado en el Ministerio de Desarrollo Social, y del policía malo, representado por el Ministerio del Interior, siempre prevaleciendo el policía malo y su política criminalizante. Por ello, en los hechos se está frente a un Gobierno carente de política pública, desprovisto de iniciativa y con un repertorio de respuestas insuficiente, dado su rechazo a pensar el Estado de Chile desde la noción de una República Inclusiva y de los derechos de los pueblos originarios.[/cita]
Sin embargo, lo que finalmente hace que el Gobierno pierda iniciativa es que, tras el crimen por parte de Carabineros del joven Camilo Catrillanca, se hace visible la estrategia dual y adversa por parte del Ejecutivo para el pueblo mapuche: la del policía bueno, representado en el Ministerio de Desarrollo Social, y del policía malo, representado por el Ministerio del Interior, siempre prevaleciendo el policía malo y su política criminalizante. Por ello, en los hechos se está frente a un Gobierno carente de política pública, desprovisto de iniciativa y con un repertorio de respuestas insuficiente, dado su rechazo a pensar el Estado de Chile desde la noción de una República Inclusiva y de los derechos de los pueblos originarios.
Así, en este cuadro político, vale la pena preguntarse cómo reaccionará por separado y en conjunto la oposición tras la interpelación al ministro del Interior por parte de la diputada Emilia Nuyado, habida cuenta de la conducta elusiva o al menos silenciosa que una parte importante de la izquierda y del centro ha desplegado en las actuales circunstancias frente al conflicto en La Araucanía, reflejo de culpas no asumidas. Lo cierto es que el discurso de criminalización de los derechos del pueblo mapuche tiene su origen en una formulación de la derecha política y grandes empresarios para mantener y preservar la expropiación de tierras hecha durante la dictadura, sin embargo, dicha visión negacionista en el plano político y económico del pueblo mapuche fue asumida de manera proactiva por todos los gobiernos democráticos.
Lo esperable en este nuevo escenario político es que las fuerzas democráticas puedan desvincularse y provocar una ruptura completa con el discurso persecutorio de la derecha, haciendo prevalecer el camino de las reformas políticas estructurales, que pongan al centro derechos de primera, segunda y tercera generación en el pueblo mapuche y los nueve pueblos que habitan Chile.
De lo anterior, no es sano creer que el conflicto entre el Estado de Chile y el Pueblo Mapuche, tenga resolución acotando la interacción política a la zona de La Araucanía; la asimetría entre la derecha, expresada en el poder económico de la derecha, la multigremial, las forestales y el gremio de los camioneros frente al pueblo mapuche, obliga a asumir que siempre las comunidades indígenas estarán en desventaja. Se requiere de un diálogo o parlamento entre el Pueblo Mapuche y el Estado, que en este último vaya más allá del Ejecutivo, que convoque sin exclusiones a todos los poderes del Estado, a las diferentes espiritualidades, a los partidos políticos y movimientos sociales.
La vitalización y recreación de la causa mapuche da cuenta de un nuevo momento histórico, de crecimiento de las capacidades organizativas del movimiento indígena, de acumulación de voluntades que exigen a las fuerzas políticas y sociales visión histórica para saldar la deuda de genocidio, usurpación de derechos, asimilación y negacionismo.
Conviene tener presente que el Pueblo Mapuche construye una visión común de sus demandas de participación, deliberación política y derechos territoriales, fundadas en la legitimidad que le da su condición de Pueblo y su conciencia de haber vivido siglos de lucha, y frente al incumplimiento en que sucesivamente ha incurrido la democracia conviene tomar conciencia del imperativo histórico que interroga.