Para este primer año como oposición, se suponía que la tarea desde el principio estaba clara. El Partido Socialista debía liderar la oposición y, sobre todo, cumplir el papel de articulador de esta, para intentar recomponerla, ya que se encontraba en el suelo por la derrota política en las presidenciales y las discrepancias internas que la carcomieron. Pero quedó claro que el intento por construir puentes desde la DC al Frente Amplio ya no se cumplió, más aún después que el FA golpeara ayer la mesa y rompiese los acuerdos suscritos en la Cámara de Diputados con el resto de la oposición.
El Partido Socialista se aproxima a un nuevo Congreso Ideológico, donde aseguran –a diferencia de otros– que sí puede marcar un punto de inflexión, por el descontento transversal que existe con el manejo que ha tenido la mesa directiva que encabeza Álvaro Elizalde en los dos últimos años. Diferencias más o menos, lo que preocupa de príncipe a paje en las huestes socialistas es que la colectividad se transformó en una fuerza política irrelevante, intrascendente, que se ha diluido en las turbulentas aguas de la oposición, sin lograr hacer mella al Gobierno de Sebastián Piñera.
La molestia interna es tal, que en el PS no descartan que la cuenta pública que debe hacer Elizalde en dicho Congreso, reciba un voto de rechazo, lo que en términos prácticos –agregaron– significaría una derrota política y la “muestra de la insatisfacción y búsqueda de rectificación” de la labor dirigencial. Esto, por lo que se considera una falta de estrategia de la mesa directiva y el hecho indiscutido de haber desaprovechado el espacio para liderar, efectivamente, la oposición, lo que ha provocado que hoy el PS no tenga ninguna figura política de peso, nadie que marque un liderazgo en las encuestas y, menos, un potencial perfil presidencial.
A la hora de los balances, la directiva de Elizalde está más cerca del promedio rojo que de una nota azul y en el entorno del timonel reconocen que «es poco lo que se puede mostrar».
Para este primer año como oposición, se suponía que la tarea desde el principio estaba clara. El PS debía liderar la oposición y, sobre todo, cumplir el papel de articulador de esta, para intentar recomponerla, ya que se encontraba en suelo por la derrota política en las presidenciales y las discrepancias internas que la carcomieron. Pero quedó claro que el intento por construir puentes desde la DC al Frente Amplio ya no se cumplió, más aún después que el FA golpeara ayer la mesa y rompiese los acuerdos suscritos en la Cámara de Diputados con el resto de la oposición.
[cita tipo=»destaque»]Para el analista político Axel Callis, desde mayo del 2018 existe una ausencia absoluta del PS como actor político y esto se debería a que no ha aprovechado ninguna coyuntura política relevante, ni siquiera los autogoles del Gobierno de Piñera. “Desde afuera se ve un partido más preocupado de generar más precandidatos presidenciales que no tienen ninguna chance y un llamado absolutamente vacío a la unidad, sin ningún contenido», sentenció.[/cita]
Recién instalado el Gobierno de Sebastián Piñera hubo algunas luces de un incipiente liderazgo socialista, con el rol fiscalizador que desplegaron gracias al trabajo de los hermanos Osorio, abogados que pusieron contra las cuerdas a La Moneda en algunos momentos al apuntar al polémico viaje del ministro de Hacienda, Felipe Larraín, a la Universidad de Harvard o a la sequía legislativa de Palacio. Pero hubo incapacidad para hacer la transición desde una oposición meramente fiscalizadora a una con la capacidad de contrarrestar las propuestas gubernamentales e incidir efectivamente en ellas. «Se partió como caballo inglés y se terminó como burro”, han dicho en las filas socialistas en reiteradas ocasiones.
Es así como los votos del PS dejaron de tener «precio» para La Moneda, principalmente por «la incapacidad de liderar», según se lamentan en la propia colectividad. En el Ejecutivo hicieron la lectura de cómo baipasear al partido liderado por Elizalde y, luego de un intenso mapeo, llegaron a la conclusión de que se encuentran a solo seis votos de aprobar sus iniciativas, los cuales encuentran con relativa facilidad –agregaron en Palacio– en la DC y el PR, por lo que la posición que adopte el Partido Socialista para el piñerismo es irrelevante, ya no es tema.
En La Moneda explicaron que su estrategia de situar a Elizalde como el enemigo de los acuerdos en el Congreso habría dado resultado, principalmente porque “retrocedió”.
Esa es otra de las críticas internas: la imposibilidad de la directiva de marcar con claridad los puntos políticos del partido –más allá de las cuñas rápidas para televisión y la guerra permanente de declaraciones cruzadas– hizo del PS durante el 2018 un partido “que fue intrascendente”.
Y la culpa apuntaría a la falta de diseño y profundidad política que ha mostrado la directiva de Elizade, de la cual es secretario general Andrés Santander. En el PS insistieron transversalmente en que el timonel está ausente del debate político diario, de la discusión de los grandes temas de la agenda y eso guardaría directa relación con no haber encontrado ni definido su perfil como parlamentario desde que ganó en noviembre el escaño senatorial por el Maule.
En el Congreso, desde el 11 de marzo dos socialistas lideran ambas cámaras, Maya Fernández en la de Diputados y Carlos Montes en el Senado, una fórmula que se pensó como posible foco de liderazgo y articulación de la oposición desde el Congreso, pero que tampoco prosperó. Y, entre ambos, el timonel tenía un papel que jugar, que nunca cuajó.
El último ejemplo del desorden socialista en el Congreso, que no ha sido el único, fue el amago de acusación constitucional contra el ministro Andrés Chadwick por el Caso Catrillanca. Mientras el grueso del partido evaluaba la posibilidad de alinearse con el libelo, el senador PS José Miguel Insulza salió públicamente a apoyar a Chadwick, nadando nuevamente contra la corriente de la tienda y de buena parte de la oposición. En el PS insisten en que este tipo de episodios habla de la falta de conducción interna del partido y que, en tal contexto, ha quedado en evidencia que Elizalde «no es un articulador».
En la segunda mitad del año se fraguó Convergencia Progresista, una instancia de intento de coordinación política con el PPD y el PR, que internamente en el socialismo es resistida, porque “apareció de la nada” y lo único que ha provocado, criticaron, es amarrar al PS. En la interna socialista recalcaron que esta decisión del timonel solo ayudó a desdibujar la presencia política del partido, porque en la práctica solo existe en «las reuniones de los lunes” y el trabajo de ambas bancadas del PS va mucho más allá de las fronteras de ese par de colectividades.
Para el analista político Axel Callis, desde mayo del 2018 existe una ausencia absoluta del PS como actor político y eso se debería a que no ha aprovechado ninguna coyuntura política relevante, ni siquiera los autogoles del Gobierno de Piñera. “Desde afuera se ve un partido más preocupado de generar más precandidatos presidenciales que no tienen ninguna chance y un llamado absolutamente vacío a la unidad, sin ningún contenido», sentenció.
Callis aseguró que el único actor relevante que ha tenido el socialismo durante este primer año como oposición es el senador Montes. Desde la presidencia del Senado, es “el único que ha operado como PS”, afirma.
Para abril están programadas las elecciones internas del partido para renovar la directiva. Un nombre comienza a configurar una eventual oposición a la mesa de Elizalde, el del diputado socialista Marcelo Schilling, quien en entrevista con La Tercera el 13 de enero dijo –sin espacio a dobles lecturas– que su colectividad “no está liderando nada”, que no comparte el rol jugado por la mesa en torno a la obstrucción al Gobierno sin la capacidad de pasar a la proposición. “Es un déficit que tenemos en el partido”, concluyó.
Entre los diputados, esta entrevista fue leída como una carta de intenciones claras de Schilling para intentar asumir la silla que hoy ocupa Elizalde en la luminosa oficina de calle París.
Públicamente el timonel –quien no quiso responder para esta nota– no ha confirmado su deseo de repostularse, aunque varios de sus cercanos aseguraron que sí tiene la intención de seguir a la cabeza del PS por otros dos años más.
El mecanismo de elección de presidente en el PS es indirecto, no contempla la relación un «militante, un voto», sino la de representantes que en un Comité Central (CC) eligen a la Comisión Política de la mesa directiva. Cada lote o la alianza entre estos busca ganar la mayor cantidad de escaños en el CC, proporcionales a la cantidad de votos que obtienen las listas. En ese panorama, las alianzas son claves, considerando que ninguna fuerza interna por sí sola puede gobernar el PS.
Ya ha habido acercamientos entre lotes y corrientes, para sondear posibles nombres y acuerdos, como la nueva Convergencia de Maya Fernández, Osvaldo Andrade y Manuel Monsalve, junto con la Izquierda Socialista de Fernando Atria. Sin embargo, en la colectividad insisten en que no les alcanza para desbancar a la actual directiva.
De hecho, a favor del actual timonel juega la correlación de fuerzas que componen la mesa y la cual difícilmente va a cambiar, según comentan en el partido. Esta se halla compuesta por los Terceristas, el lote de Elizalde, la Nueva Izquierda de Camilo Escalona, el Colectivo de la familia Melo y las Grandes Alamedas de Isabel Allende.
Insulza ya se presentó como disponible ante los suyos para disputar la cabeza de la tienda, pero internamente genera mucha resistencia y saca ronchas, sobre todo por el despliegue condescendiente que ha tenido con el Gobierno de Piñera todo el año. También ronda el nombre de la diputada Fernández, aunque nada muy sólido al día de hoy.
Con este panorama, no son pocos en el PS los que creen que “lo más probable es que salga Elizalde otra vez” y no porque su conducción haya sido exitosa, sino básicamente por la ausencia de un nombre que convoque y genere en las huestes socialistas el efecto de inclinar la balanza.