Hace un par de semanas ya era comentario obligado en encuentros de empresas y compañías del sector financiero que, al cumplirse un año de Gobierno, ningún proyecto relevante para el empresariado tenía siquiera aprobada su idea para legislar. Una de las reformas que se daba por segura era la de Isapres, la que quedó para marzo, igual que la laboral, a pesar de los compromisos públicos de La Moneda con las fechas límites de esas iniciativas. A la incertidumbre en los gremios, se suma la débil y escasa relación que el mundo privado dice tener con el ministro Monckeberg.
Hasta fines de la semana pasada, las dudas en torno a la Reforma Laboral prometida por el Gobierno de Sebastián Piñera eran totales. Sobre todo en el sector privado, que se enteró literalmente por la prensa que el proyecto de ley que la administración piñerista debía enviar al Congreso –prometido originalmente para septiembre del 2018– se había aplazado para las «primeras semanas de marzo», considerando que esta semana es distrital y que el Parlamento no sesiona durante febrero.
El ambiente está enrarecido. Las últimas semanas los gremios poco o nada sabían de la marcha de la reforma y solo circulaba la versión de que «no iba a alcanzar a llegar» al plazo comprometido por el ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg. Primero se dijo que la fecha tope para presentar la iniciativa era septiembre y sin mayores explicaciones se corrió para el 31 de diciembre. «Fin de año», fueron las palabras usadas por Monckeberg.
Entre esas postergaciones, varios gremios ya habían perdido la brújula hacia la que apuntará la Reforma Laboral, pese a que en octubre se había anunciado una mesa técnica que tenía como fin trabajar en un proyecto que recogiera todas las inquietudes. Después de eso, en el sector privado reclamaron que las señales han sido confusas, que la relación con el ministro Monckeberg es poca, ya que los líderes gremiales no han tenido en este período línea directa con él. «No hay intención de pautear los artículos de la ley, no pensamos en eso, pero no ha habido un proceso participativo», afirmó un dirigente de una cúpula empresarial.
La citada mesa técnica –conformada por 12 profesionales y representantes de la Central Autónoma de Trabajadores (CAT), la Confederación de Trabajadores de Chile (CTCH) y la Unión Nacional de Trabajadores (UNT); no participó la Central Única de Trabajadores (CUT)– presentó la primera semana de enero un resumen de 50 propuestas al ministro del Trabajo y al Presidente Piñera. No por nada han advertido que dicha instancia no representa a quienes verdaderamente pueden debatir, en conjunto con el Congreso, la viabilidad de la reforma.
[cita tipo=»destaque»]El viernes, Pulso informó que la Reforma Laboral estaría lista, algo que sorprendió a los empresarios. «¿Si está tan lista y es algo que hemos dicho que es urgente, porque no la presentan?», advirtieron en el gremio empresarial. Se supone que el proyecto entraría por separado al Congreso, para agilizar la tramitación, algo que no es visto con buenos ojos desde el mundo privado, donde temen que por eso la reforma se convierta solo en una lluvia de reglamentaciones aisladas.[/cita]
Hace un par de semanas ya era comentario obligado en varios encuentros de empresas y compañías del sector financiero que, a dos meses de cumplirse un año de Gobierno piñerista, ningún proyecto relevante para el empresariado estaba aprobada, siquiera, su idea para legislar. Una de las reformas que se daba por segura era la de la Ley de Isapres, pero los dramas internos del Ministerio de Salud lo echaron por tierra, postergando también su envío al Congreso para marzo.
«En resumen, solo nos quedamos con las bolsas plásticas, pendientes además de algo que realmente nos importa a los privados, la reforma al Sistema de Evaluación Ambiental», reclamó un líder gremial del sector industrial.
Entre los gremios empresariales la duda que impera es qué fue lo que entrampó la Reforma Laboral. En el sector aseguraron que de su parte sí hay disposición para debatir el tema, aunque ponen en tela de juicio la real voluntad política de Piñera, que, si bien los representa, puede verse perjudicado en este momento en las encuestas al inclinar la balanza del proyecto más hacia los intereses del mundo empresarial.
Altas fuentes vinculadas al tema de la reforma explicaron que desde el origen de esta hubo un choque de agendas entre La Moneda y el Ministerio del Trabajo. Cada uno tenía su propia idea de qué cambios hacer y apuntaban en direcciones diferentes. A eso se ha sumado que el ministro Monckeberg tiene poca sintonía con los empresarios. Se conocen poco.
El viernes, Pulso informó que la Reforma Laboral estaría lista, algo que sorprendió a los empresarios. «¿Si está tan lista y es algo que hemos dicho que es urgente, porque no la presentan?», advirtieron en el gremio empresarial. Se supone que el proyecto entraría por separado al Congreso, para agilizar la tramitación, algo que no es visto con buenos ojos desde el mundo privado, donde temen que por eso la reforma se convierta solo en una lluvia de reglamentaciones aisladas.
La reforma laboral estaría visada por el Presidente Piñera, que el viernes –al igual que parte de la Secom– se fue de vacaciones adelantadas, pero a pesar de eso seguirían trabados puntos que no tienen eco ni apoyo en la oposición, donde la indemnización por años de servicio es fundamental.
Estas discrepancias y la necesidad de «entender que había otras urgencias», serían el motivo de que la reforma quedase para marzo, según explicaron fuentes oficialistas. Desde el sector privado agregaron otro antecedente: un eventual cambio de gabinete a fines de febrero, lo que le daría sentido a la postergación, para que las propuestas desde un principio sean lideradas por un elenco ministerial definido.
Los números, otra vez, se transformaron en un problema. El Ejecutivo habla de la creación –de acuerdo a cifras del INE– de más de 90 mil empleos en 2018, pero ese guarismo hace ruido en los distintos departamentos de estudios de las asociaciones gremiales. De acuerdo a un crecimiento país estimado en 4%, el empleo debería haberlo hecho cerca de 2,5%, versus el 1,6% que ellos estiman. «Son miles de empleos que no llegaron, porque el sector privado está esperando con urgencia esta reforma», explicó una fuente gremial.
Los puntos claves para los empresarios son grupos negociados, reemplazo en huelga, servicios mínimos y extensión de beneficios a los no sindicalizados. Los puntos en cuestión pueden dejar muy mal aparado al Gobierno, si se leen como una reforma que va a quitar o debilitar derechos a los trabajadores.
A los privados les parece clave que se modifique el Libro Primero del Código Laboral, que data de 1936 y que, obviamente, no incluye en sus conceptos aspectos como el uso de Internet. «No basta con creer que con teletrabajo mejoramos todo. Vamos un poquito más allá, por favor», sentenció un líder gremial.