Los habitantes de Valparaíso-Viña del Mar no necesitamos ahorrarnos 15 o 30 minutos para ir a Santiago, aunque siempre serán bienvenidos, sino que requerimos ir desde los cerros hasta nuestros lugares de estudio, trabajo o cualquier actividad en un tiempo decente en las horas punta, algo que el centralismo de Santiago parece no comprender. Ese es uno de nuestros mayores problemas aquí y ahora. Por cierto, también sería muy interesante llegar en 45 minutos a Santiago, pero en nuestra vida diaria, que incluye atender a la masa de turistas que puede originar el impacto de un tren rápido, ello debe ser complementado con infraestructura local.
El presidente del directorio de EFE, Pedro Pablo Errázuriz, exministro de Transportes, relativiza el proyecto de tren rápido diciendo que “es un proyecto muy difícil”, que no tiene mucha claridad sobre su “rentabilidad social”, pero es evidente que está entusiasmado con él. Lo que no dice es que el proyecto no contempla invertir en la infraestructura de complemento que se requiere para resguardar el desarrollo y la calidad de vida de Viña del Mar, y que nosotros, los viñamarinos, deberemos absorber el costo de transformar nuestra ciudad en el barrio dormitorio de Santiago. Así, sin perspectivas de desarrollo real, la gente de Viña se demorará más en bajar de un cerro al mar que lo que se demore un profesional en ir desde el mar a su confortable oficina de Las Condes, gracias al proyecto del tren rápido. Por eso creo que un asunto son los números y otra la visión.
Hay un gran tema que debe abordarse en esta macrociudad que forman Valparaíso y Viña del Mar. Como ingeniero no presumo tener respuestas a todo lo que es infraestructura, pero debe mirarse ya con otra perspectiva, tanto la planificación intermodal del transporte, como el tema de las concesiones en este y otros rubros.
El diagnóstico ya lo hemos hecho saber en otros artículos. Los habitantes de esta provincia no necesitamos ahorrarnos 15 o 30 minutos para ir a Santiago, aunque siempre serán bienvenidos, sino que requerimos ir desde los cerros hasta nuestros lugares de estudio, trabajo o cualquier actividad, en un tiempo decente en las horas punta, algo que el centralismo de Santiago parece no comprender. Ese es uno de nuestros mayores problemas aquí y ahora. Por cierto, también sería muy interesante llegar en 45 minutos a Santiago, pero en nuestra vida diaria, que incluye atender a la masa de turistas que puede originar el impacto de un tren rápido, ello debe ser complementado con infraestructura local. Por lo tanto, creo que hay que trabajar soluciones integrales y rentables, social y económicamente, algo que EFE no puede hacer sola, pero que su presidente del directorio, don Pedro Pablo Errázuriz, que fue ministro de Transportes sí sabe, y respecto de lo cual se hace el sordo.
Por ejemplo, Merval (de EFE) debe tener frecuencias más altas para aprovechar ese servicio a toda hora, lo que sería un paliativo para ir y venir desde y hacia el puerto de manera más expedita. Otro paliativo serían las vías exclusivas y segregadas dentro de Valparaíso y dentro de Viña, con circuitos para buses eléctricos. Sin embargo, si se aceptara la observación, todavía necesitamos soluciones más de fondo.
No podemos desconocer la realidad del uso del automóvil y esta no cambiará si no se adoptan obras mayores para peatones, pasajeros del transporte público y automovilistas. Los peatones deberían poder caminar ambas ciudades, ampliando veredas y senderos arbolados que permitan unir plazas y parques. El transporte local debe ser eléctrico, con trolleys en Valparaíso o con buses como ya tiene Santiago. Esto lleva a que los operadores actuales deban entrar en la ecuación y ser los que están donde las otras modalidades no pueden llegar.
El transporte público eléctrico y segregado es urgente y requiere decisión política en el breve plazo. Y en cuanto a los automovilistas, este segmento es incentivado por la carencia de políticas de transporte público. La congestión es producto del abandono del Estado por el espacio común, y cada cual siente que los bienes nacionales de uso público son una extensión de su propiedad, una especie de derecho insustituible por pagar una patente (en este caso un permiso de circulación).
En esto último quiero detenerme. Si hay un consorcio que quiere hacer un tren rápido, como TVS, pues en sus extremos tiene que hacer obras que lo justifiquen (y alimenten). En nuestro caso visualizo tres. La primera, un metro o tren ligero para el plan de Viña del Mar, que no sería mayor en extensión a la línea más corta de Santiago (9 km). La segunda, un corredor exclusivo para transporte eléctrico en Valparaíso, y la tercera, una extensión subterránea del Troncal Sur, bajo el Marga Marga y empalmado con Avenida España, al sur en Recreo, y Las Salinas-Reñaca al norte (para conectar Concón).
Estas tres obras pueden estar bajo un solo concesionario, un proyecto único, que mejore rentabilidad y haga posible el tren rápido a Santiago. Si el Estado se propone hacer esto, la ingeniería comercial habrá hecho un aporte social, pues una modalidad integrada es la única opción para ciudades que nunca alcanzarán (por suerte) el número de habitantes para que el gobierno central se acuerde de ellas.
Sería un verdadero empuje para nuestra empobrecida región (la que tiene más campamentos en Chile) que el gobierno se acordara de ella y se pusiese manos a la obra con un proyecto integrado, que la potencie por un par de décadas. Es hora de hacer de Viña del Mar y Valparaíso lo que el destino geográfico les ha ofrecido, como es disponer de espacios para el propio disfrute de sus habitantes, además de servir como destino turístico de alto nivel en el Pacífico sur.
Como soy viñamarino pongo mi ciudad al inicio del tren rápido Santiago-Viña del Mar, y aunque los seis kilómetros que hay entre Caleta Abarca y estación Puerto son parte del proyecto de TVS, hoy es una distancia enorme en tiempo, que no variará solo con el tren a 200 km/h, porque no es un tema de velocidad, sino de calidad de vida y desarrollo. ¿Me comprende, señor Errázuriz?