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Gobernadores electos, no hay alternativa: los intendentes están rozando el ridículo Opinión

Gobernadores electos, no hay alternativa: los intendentes están rozando el ridículo

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Las intendencias regionales se han constituido en una extensión del poder político de los parlamentarios del gobierno de turno. La continuidad de ellos no depende de la calidad de la gestión administrativa o política que demuestren, sino del control e influencia que puedan ejercer precisamente estos parlamentarios. Si se espera que las regiones de Chile se desarrollen institucional, política y económicamente, sus autoridades regionales deben ser electas.


La elección de gobernadores regionales no parece convencer del todo porque, en la nueva ley de gobiernos regionales, el cargo de gobernador parece más bien decorativo o, en el mejor de los casos, un cargo en desarrollo. De esta manera, hay desde quienes estiman que debe posponerse la elección de estos hasta que se acuerden nuevas atribuciones y funciones, hasta posturas de otros que estiman que “peor es mascar laucha” y que, si bien el cargo no es lo deseable, es un avance en la dirección correcta.

En mi opinión, agregaría que en realidad el actual sistema de intendentes designados no da para más. Lo que ocurre con estas autoridades se acerca peligrosamente al ridículo, y puede ejemplificarse con un par de casos actuales.

Hoy se ha sabido de la renuncia del gobernador y del intendente de Magallanes, de manera que, en menos de un año, se irá el tercer intendente en la XII Región. Para los que vemos desde la distancia, parece que el problema de fondo es la mala convivencia entre RN y la UDI en dicha región, lo que no tiene ninguna relevancia para los ciudadanos.

En el otro extremo, en Arica y Parinacota, el gobierno regional exhibe las peores ejecuciones presupuestarias del país, con más de cien funcionarios exonerados de manera irregular e ilegal en muchos casos, evidencia de problemas graves de infraestructura (cortes prolongados de luz y agua, aislamiento por cortes de caminos, etc.).

En el primer caso, sin fundamentos claros, hay rotativa de autoridades. En el segundo caso, con una evidente pésima gestión, no pasa nada. Pero lo más pintoresco es cómo ha sido acompañado este proceso.

El 23 de enero, una crónica de El Mercurio informaba de los preparativos para los cambios de intendentes en Magallanes y Arica, sin fundamentos. La crónica abundaba en detalles sobre el futuro intendente de Arica, y ello pareció destinado a “quemar” al pretendido.

Con posterioridad, un parlamentario de Gobierno realizaba declaraciones sobre lo inconveniente de un nuevo cambio de autoridades en Magallanes, en medio de llamados a la unidad.

En el caso de Arica, la SUBDERE procedió a maquillar las cuentas de ejecución presupuestaria, bajando el Marco de Evaluación para la región en casi 12.000 millones de pesos (¡¡¡un 42% del marco presupuestario final!!!), para dejar al gobierno regional con un 96,1% de ejecución presupuestaria. Por supuesto, no se puede disimular que el gasto del gobierno regional de Arica es por lejos el menor de todo Chile (la región que le sigue gastó un 70,7% más).

Una campaña en redes sociales alabando la gestión de la intendenta durante la emergencia provocada por el monzón, corona la defensa corporativa, de origen desconocido, de dicha autoridad.

Los casos anteriores demuestran que los gobiernos regionales se han constituido en una extensión del poder político de los parlamentarios del gobierno de turno. La continuidad de ellos no depende de la calidad de la gestión administrativa o política que demuestren, sino del control e influencia que puedan ejercer los parlamentarios, que en el caso de Arica parece potente, y en el de Magallanes, débil.

Esto es lo que no puede seguir. Si se espera que las regiones de Chile se desarrollen institucional, política y económicamente, sus autoridades regionales deben ser electas.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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