«República Nazi de Chile» (Suma) imagina a nuestro país dominado en 1960 por los nazis, en donde un ex agente del servicio secreto del Ejército queda atrapado en medio de una serie de muertes enigmáticas, que revelan un complot destinado a asesinar a Hitler en el sur de Chile. «Se trata de una versión local del nazismo alemán y que, al igual que ese, se alimenta de las teorías de la conspiración, propugna el odio al extranjero, exalta la raza chilena y se define como anticomunista y anticapitalista, que es lo mismo que decían los nazis alemanes, y basta revisar la cantidad de personas asesinadas por grupúsculos neonazis en los últimos años, para darse cuenta de que no es un tema risible ni menor”, sostiene el autor.
Carlos Basso dice que estaba terminando de escribir el esbozo biográfico del almirante Wilhelm Canaris (el jefe de los espías nazi, que estuvo preso en Chile en 1915), que figura en su libro de no ficción La Conexión Chilena, cuando se quedó pensando acerca de un mapa que mencionaba en dicha historia, el cual muestra a América Latina reducida a solo cinco países, entre ellos un nuevo Chile, que abarca parte de Perú y Bolivia. A un costado, en alemán, se lee “Estados Unidos de América del Sur”.
Según explica el periodista y Dr. en Literatura Latinoamericana de la Universidad de Concepción, en ese momento se puso a reflexionar qué habría pasado con Chile y sus vecinos si los nazis hubieran ganado la guerra.
“Ese mapa es totalmente verdadero, pero falso a la vez. Tal como ya lo he contado antes, durante la Segunda Guerra Mundial todos los servicios de inteligencia del mundo estaban muy activos en América Latina y uno de los mejores era la agencia llamada British Security Coordination, BSC, que hacia octubre de 1941 hizo entrega a sus colegas de Estados Unidos de ese mapa. Le dijeron a los americanos que se lo habían sustraído a un agente de la Gestapo en Río de Janeiro y el documento llegó a manos del presidente de Estados Unidos, F. D. Roosevelt, quien denunció en forma airada la idea nazi de redibujar nuestro continente y crear lo que él llamó cinco estados vasallos, en un discurso muy vehemente que hasta el día de hoy se puede ver en YouTube y donde además aparece la expresión ‘Nuevo orden mundial’. En ese sentido, el mapa era verídico, existía. Sin embargo, lo habían inventado los británicos, con el fin de convencer a los estadounidenses del peligro que acechaba al sur del Río Grande”, detalla.
Respecto de si, pese a eso, el mapa surtió algún efecto, explica que solo muchos años más tarde se estableció que había sido creado por los británicos, por el cual en su momento “implicó un aumento de la presión de Estados Unidos hacia países como Chile o Argentina, que estaban infestados de espías nazis, sin que los gobiernos parecieran reaccionar, como he contado ya en otros libros. Ello sucedió porque, más allá de que el mapa fuera falso y que Hitler negara haberlo mandado a confeccionar, su contenido era plausible. Había evidencia suficiente respecto de la penetración del Partido Nacional Socialista Obrero Alemán (el NSDAP) en toda América Latina, así como de la red espionaje del Abwehr, que dirigía desde Berlín el almirante Wilhelm Canaris”, detalla, precisando que “ya en 1937 había denuncias públicas en Chile al respecto, en la Cámara de Diputados. No olvidemos que el NSDAP alemán comenzó a actuar aquí hacia fines de 1932 e inicios de 1933, cuando recién estaban asumiendo el poder en Alemania”.
Asimismo, relata que “el mapa también era verosímil, y esto se cuenta en la novela, porque el nazismo era antes que nada un movimiento pangermánico, que planteaba la necesidad de contar con un espacio vital, el famoso Lebensraum, que excedía a Europa. En 1935 el jefe del servicio geográfico colonial del Reich, Carl Troll, a quien se consideraba el geógrafo favorito de Hitler, planteó que Alemania constaba de tres espacios: Deustchland propiamente tal, o sea, Alemania; el Volksboden, que eran aquellos territorios vecinos donde había presencia alemana, como Los Sudetes, Polonia o Alsacia y Lorena; y un tercer espacio, el Kulturboden, que se refería a aquellos lugares que él consideraba eran alemanes, debido a que existían colonias germanas muy endógenas, en las cuales se conservaba el idioma, la cultura, la comida, etc. Troll ejemplificaba el Kulturboden con algunos sectores de Brasil y Chile”.
En función de ello, Basso dice que “es cierto que de ahí a una invasión hay un trecho enorme, pero Hitler tenía una vocación imperial y había desplegado enormes recursos en América Latina, especialmente en Chile, Argentina y Brasil, y desde ese punto de vista es que me comencé a preguntar qué habría sucedido si hubieran ganado la guerra”.
Acerca del tipo de novela que escribió, el autor puntualiza que “es una ficción, un juego ucrónico que construí sobre la base de algunos hechos como los que menciono antes, pero no es un ensayo ni una tesis sobre algo que no sucedió. Desde ese punto de vista, es una especie de mashup en el que mezclo una serie de situaciones realmente kafkianas que tuvieron lugar en el nazismo, como la intención de revivir animales extintos o el uso de un medicamento que administraban a Hitler, que estaba confeccionado a partir de semen de toro, con personajes que todos conocemos: Pinochet, Contreras, González Videla, Himmler, Goebbels, Göring, y otros menos conocidos, como el mismo Canaris o el comisario Hernán Barros Bianchi, el oficial de la PDI que estaba a cargo del Departamento 50, la unidad policial de inteligencia que combatió al nazismo en la Segunda Guerra Mundial, cuyos archivos ahora se encuentran desclasificados y a disposición de quien quiera verlos, en la web del Archivo Nacional”.
Otro elemento que aparece en el libro es el nacismo chileno y la masacre del Seguro Obrero, tema que se introduce por medio de la figura del personaje principal, un ex agente de inteligencia del Ejército.
Sin embargo, Basso plantea que entre los nacis chilenos (que usaban la “c” en vez de la “z”) y los nazis alemanes, ni siquiera había relaciones, al contrario: “En los documentos del Departamento 50, que son referidos al espionaje alemán en Chile, con suerte aparecen dos menciones a personajes de menor entidad, ayudistas locales de los nazis alemanes, que a su vez habían tenido algo que ver con el partido que fundó Jorge González Von Marées”, detalla, especificando que “en ese sentido, la idea que hay en la novela en orden de que los nazis alemanes habrían de algún modo precipitado la matanza contra los nacis chilenos infiltrándolos, es una simple ficción literaria, aunque sí es efectivo que los nazis alemanes no tenían ninguna simpatía por los chilenos por un asunto esencial: el componente racial. Mientras los nacis chilenos sustentaban su idea de que la chilena es una raza superior en el libro Raza chilena, de Nicolás Palacios, que alaba el mestizaje de españoles (que según Palacios en realidad eran alemanes) con los mapuche, los nacionalsocialistas alemanes exigían pruebas de ‘arianidad’ a sus adeptos hasta 1850, si se quería postular al partido, y hasta cien años antes de eso, para quienes postulaban a las SS”.
Debido al gran éxito de la serie El hombre en el Castillo, de Amazon, producción basada en el libro de Phillip K. Dick, es inevitable preguntar al escritor respecto de la posible influencia de esta en su libro, ante lo cual señala que “es una tremenda novela, que cuenta con una adaptación televisiva brillante, pero en mi libro no hay elementos de ciencia ficción ni tampoco aparecen los japoneses y, además, como explicaba antes, la idea nace de un hecho real, que fue el supuesto mapa nazi”.
Así, reconoce más bien influencias de las que señala que son a su gusto las dos grandes novelas ucrónicas relativas al nazismo: Fatherland, de Robert Harris, y la Conjura contra América, de Philip Roth.
En dicho sentido, opina que “la ucronía es un género excepcionalmente entretenido y necesario como ejercicio, y merece más desarrollo en Chile, aunque hay excelentes libros al respecto, como Synco, de Jorge Baradit, o CHIL3: relación del reyno, de Jorge también, junto a Pancho Ortega, Álvaro Bisama, Mike Wilson, Sergio Amira y varios más. Aunque tiene un fuerte componente de ciencia ficción, también considero a La sombra del fuego, de Alberto Rojas, como una gran novela ucrónica, y lo mismo puede decirse de las novelas gráficas 1889 y 1959, de Ortega y Daniel, que al igual que la de Alberto transcurren en un mundo steampunk muy loco”.
Conocido por sus investigaciones en torno al nazismo en América Latina y Chile, al preguntársele sobre los paralelos de su última novela con la realidad del nazismo en la actualidad, responde que si bien “República Nazi de Chile no es una novela de denuncia ni nada parecido, sí te puedo comentar, por otro trabajo que estoy haciendo, en el ámbito de la no ficción, que resulta evidente que en nuestro país existe una pulsión nazi, una especie de instinto muy fuerte, que convierte al nazismo en algo muy pregnante para mucha gente y que, ojo, es un corpus doctrinario que se encuentra presente desde hace más de cien años, pues comienza a tomar fuerza a partir de la masificación del libro de Nicolás Palacios, hacia 1918, y nunca ha dejado de existir, sobre la base de que los chilenos son una suerte de raza superior, producto del mestizaje”.
En síntesis, comenta, “se trata de una versión local del nazismo alemán y que, al igual que ese, se alimenta de las teorías de la conspiración (‘Andinia’ es nuestra versión local de la conspiración judeo-bolchevique), propugna el odio al extranjero, exalta la ‘raza’ chilena y se define como anticomunista y anticapitalista, que es lo mismo que decían los nazis alemanes, y basta revisar la cantidad de personas asesinadas por grupúsculos neonazis en los últimos años, para darse cuenta de que no es un tema risible ni menor”.
República Nazi de Chile será presentada el próximo miércoles 13 de marzo, a las 19 horas, en la librería del Centro Cultural Gabriela Mistral, ocasión en que el libro será comentado por el escritor Jorge Baradit.