Es que en nuestra época, el poder no solo se ejerce sin justificaciones, sino que determina el lenguaje. Es la política “líquida”, de la que habla el sociólogo y experto en globalización, Zygmunt Bauman, la comunicación se adapta a las conveniencias del poder.
“Cada uno tiene el sistema político que quiera darse”, señaló el Presidente Sebastián Piñera durante su viaje a China Popular. Lo que sería impensable en el caso de Venezuela, se dice con toda naturalidad sobre la situación política del gigante asiático, por cierto, nuestro principal socio comercial, potencia política y económica clave del siglo XXI.
La frase ha sido criticada tanto por la oposición como por representantes del oficialismo. ¿Se trata de un desliz poco afortunado? No es, en todo caso, una opinión aislada.
Consultado por los derechos humanos durante su viaje a China apenas fue nombrado candidato presidencial, el senador, Alejandro Guillier, respondió que no tenía por qué dar lecciones a sus anfitriones y su colega PS, José Miguel Insulza, defendió categóricamente la “Realpolitik”.
Los principios son secundarios, cuando se trata de defender los intereses nacionales a escala mundial.
No es solo un problema de nuestro país. El presidente de EE.UU, Donald Trump, no se cansa de amenazar con las penas del infierno a Cuba y Venezuela, pero se cuida mucho de utilizar el mismo tono con Kim Jong Un, un dictador ciertamente implacable. Claro, Corea del Norte es aliada y protegida de China Popular y no conviene irritar más aún al principal rival.
Es que en nuestra época, el poder no solo se ejerce sin justificaciones, sino que determina el lenguaje. Es la política “líquida”, de la que habla el sociólogo y experto en globalización, Zygmunt Bauman, la comunicación se adapta a las conveniencias del poder.