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No hay justicia en Rancagua: cooptación y perversión Opinión

No hay justicia en Rancagua: cooptación y perversión

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Esteban Valenzuela Van Treek
Por : Esteban Valenzuela Van Treek Ministro de Agricultura.
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A mi cabeza de historiador vino la nostalgia de «viejo sistema», en que la Suprema nombraba «ministros en visita plenipotenciarios» para casos donde se requería a un intachable para develar las redes que cooptan instituciones, que es el fin de la República. La cooptación es la dictadura perfecta de las seudodemocracias y el neoautoritarismo que campea en el mundo, con megalómanos de escuela dictatorial y culto a la personalidad, combinado con mafias territoriales alimentadas desde el centralismo que monopolizan las empresas de servicios, los medios y privilegian los nexos con el entorno judicial para asegurarse la impunidad.


El Tribunal de Garantía de Rancagua negó la tardía petición de levantamiento del secreto bancario al acalde, Eduardo Soto, después de dos años y medio del escándalo del Teatro Regional, en que cientos de millones de pesos fueron asignados de manera discrecional, siendo relevantes los pagos a la consultora Luna Negra, a cargo de diferentes actos para las candidaturas de la UDI, la malversación de recursos hacia el clientelismo vecinal, eventualmente parte de los pagos a un joven con el cual el propio jefe comunal llegó a acuerdos extrajudiciales con asesoría de abogado jefe del gremialismo.

Hagamos descripción profunda de este hecho de cooptación estructural y perversión:

1.- La omisión lesiva de los fiscales Luis Toldedo, Emiliano Arias y Sergio Moya a cargo de este caso, como encargados directos o jefes regionales que no avanzaron, a pesar de la confesión abierta del ex administrador del Teatro Regional, Marcelo Vidal.

2.- La abierta colusión con el poder, de buena parte de los jueces y funcionarios como se ha destapado, incluyendo las comunicaciones de Soto con Andrés Chadwick en que sugieren explícitamente hablar con Arias y actores que «quieren lo suyo».

3.- El silencio de los medios locales y regionales –con la excepción de El Tipógrafo–, en un contexto de cooptación estructural, con el millonario gasto en marketing y festivales del alcalde con auspicio de programas variopintos.

4.- El silencio de los parlamentarios y la mayoría de los concejales con este escándalo, bajo la premisa de que «Soto es muy popular» y «puede despedir a los funcionarios que me aceptó en la municipalidad».

5.- La desidia de la Contraloría General y el Consejo de Defensa del Estado (CDE) en un caso de malversación de recursos públicos, el silencio absoluto de las organizaciones vecinales que han tenido su «veranito de San Juan» con una gestión con medio centenar de dirigentes trabajando en la municipalidad y nutridas subvenciones para viajes, fiestas y actividades, mientras la ciudad se ahoga en problemas ambientales y ausencia de aperturas de vías que implican recursos «estructurales» distintos al «ogro filantrópico» del clientelismo, al decir famoso de Octavio Paz.

[cita tipo=»destaque»]Lo anterior lleva a la perversión y tiene un origen institucional grotesco: la abierta política de justicia diferenciada para los «poderosos» que estableció Jorge Abbott, el hipercentralismo del Ministerio Público en que el Fiscal Nacional nombra todas las jefaturas, a diferencia de los modelos anglosajones o los de los pueblos originarios, en que el sabio de la justicia es electo por la comunidad territorial. Jueces que quieren llegar a la Corte Suprema buscan abuenarse con senadores –sobre todo cuando llegan a ministros, como Chadwick– y fiscales que evitan sobrepasarse con los poderosos, porque la doctrina Abbott estableció los límites de manera «consistente».[/cita]

La cooptación es la dictadura perfecta de las seudodemocracias y el neoautoritarismo que campea en el mundo, con megalómanos de escuela dictatorial y culto a la personalidad, combinado con mafias territoriales alimentadas desde el centralismo que monopolizan las empresas de servicios, los medios y privilegian los nexos con el entorno judicial para asegurarse la impunidad.

Lo anterior lleva a la perversión y tiene un origen institucional grotesco: la abierta política de justicia diferenciada para los «poderosos» que estableció Jorge Abbott, el hipercentralismo del Ministerio Público en que el Fiscal Nacional nombra todas las jefaturas, a diferencia de los modelos anglosajones o los de los pueblos originarios, en que el sabio de la justicia es electo por la comunidad territorial. Jueces que quieren llegar a la Corte Suprema buscan abuenarse con senadores –sobre todo cuando llegan a ministros, como Chadwick– y fiscales que evitan sobrepasarse con los poderosos, porque la doctrina Abbott estableció los límites de manera «consistente».

A mi cabeza de historiador vino la nostalgia de «viejo sistema», en que la Suprema nombraba «ministros en visita plenipotenciarios» para casos donde se requería a un intachable para develar las redes que cooptan instituciones, que es el fin de la República.

Cooptación es comprar o reprimir al otro para que no tenga poder y no haga oposición –Soto eliminó las escuelas de verano que organizaba el concejal crítico Edison Ortiz–, siendo lo opuesto a participación, que es hacer parte, empoderar, valorar las oposiciones y evitar las malas prácticas estructurales, como la contratación de dirigentes, el gasto comunicacional superfluo, el clientelismo y las relaciones incestuosas con agentes de la justicia.

Lo de Rancagua es la punta de un iceberg que incluye tolerancia a los casinos irregulares, triangulaciones y acuerdos transversales de poder que envilecen a la política y acaban con la esfera de autonomía básica de la separación de poderes de una democracia en forma. El silencio de la Cámara de Diputados con Jorge Abbott y la timidez de la Corte Suprema, no dan para más. Los Pilatos construyen los monstruos de la historia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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