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España: el progresismo, por ahora, se impone Opinión

España: el progresismo, por ahora, se impone

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Andrés Cabrera
Por : Andrés Cabrera Doctor (c) en Sociología, Goldsmiths, University of London. Director del Instituto de Filosofía Social y Crítica Política.
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La mayoría simple le otorga un margen de maniobra que, al menos, permite aventurar tres escenarios posibles de investidura: intentar gobernar en solitario, extremadamente difícil, aunque no imposible. La segunda es gobernar junto a sus eventuales aliados de Podemos –con quienes ya han logrado avanzar en materias específicas, como la moción de censura a Rajoy o el más importante aumento del salario mínimo de las últimas décadas–, para lo que requeriría del apoyo de fuerzas nacionalistas como Esquerra Republicana de Cataluña (primera fuerza política en Cataluña con 15 escaños) o el Partido Nacionalista Vasco (que mejora su rendimiento electoral en el País Vasco con 6 escaños). Finalmente, la tercera opción, es que el PSOE pacte con Ciudadanos.


En menos de una década, el sistema de partidos de España ha mutado de un estable bipartidismo a un inestable multipartidismo. Los resultados de las elecciones generales de este 28 de abril representan la nueva fisionomía que asumen las correlaciones de fuerza políticas, bajo una dinámica multipartidista que hoy juega a “cinco bandas”: Partido Socialista Obrero Español, Partido Popular, Ciudadanos, Unidas-Podemos y Vox. A estas formaciones, es necesario sumar la importante presencia de partidos autonómicos de corte nacionalista con representación en el Congreso, de los cuales Esquerra Republicana de Cataluña y Partido Nacionalista Vasco se alzan como los más relevantes.

Si las elecciones del 2015-2016 mostraron un nuevo paisaje político tras la irrupción del movimiento de los indignados y su emblemático “no nos representan” (2011), las de este domingo revelaron otra cosa. Las fracturas históricas visibilizadas tras el referéndum por la independencia de Cataluña el 1 de octubre de 2017 y sobre la cual cayó todo el poder coactivo y jurídico del Estado español, mediante la aplicación del artículo 155 que intervino desde el gobierno central la autonomía de dicha región (hasta junio de 2018) y que hoy tiene como variante particular el juicio a los líderes del proceso independentista catalán, entre los que se encuentra gran parte del gobierno de la Generalitat durante el período 2016-2017.

Los resultados de este 28 de abril son la primera y más importante impresión de un cuadro electoral que se completa el próximo mes con tres elecciones decisivas: municipales, autonómicas y europeas.

La película, en su conjunto, debe ser comprendida como el resultado de un escenario que conjuga la “crisis de régimen del 78” con la “crisis del Estado-nación español” y la reemergencia de posiciones independentistas a nivel regional. En este último caso, el epicentro del conflicto se ha concentrado en Cataluña y en las respuestas de las distintas formaciones políticas frente al “dilema plurinacional”.

[cita tipo=»destaque»] La configuración tripartida de la derecha había dado potentes señales de una incipiente articulación, tras los resultados de las últimas elecciones autonómicas al Parlamento de Andalucía a fines del 2018, que culminaron con el pacto que permitió la designación del PP Juanma Moreno como presidente de la Junta de Andalucía, después de más de tres décadas de hegemonía socialista en dicho Parlamento. Sin embargo, fue la fotografía de Pablo Casado (PP), Albert Rivera (C’s) y Sebastián Abascal (Vox) en la concentración del 10 de febrero en Plaza de Colón en Madrid, manifestándose en contra de las conversaciones lideradas por el gobierno central de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes, la que generó un efecto movilizador en las fuerzas progresistas, lo que en cierta medida también explica el incremento en las participación electoral (que subió de 66% a un 75%). Esta fotografía y la proyección de verla replicada esta vez en el gobierno central, fue la que movilizó al electorado progresista que se inclinó en mayor medida por el “voto útil” hacia el PSOE.[/cita]

En gran medida, eso explica que la “agenda internacional” prácticamente haya desaparecido de los debates previos, a diferencia del ciclo electoral pasado. La derecha cambió el dardo de la “dictadura venezolana” por el del “terrorismo independentista”.

La primera fotografía de las elecciones generales ha mostrado una victoria del PSOE, además de un predominio relativo de las fuerzas progresistas, toda vez que a los 123 escaños obtenidos por el Partido Socialista Español (28% de los votos) se suman los 42 asientos obtenidos por Unidas-Podemos (14%), lo que cuadra una mayoría simple de 165. Insuficientes, eso sí, para obtener la mayoría absoluta (176 de 350). El PSOE, se impone en 41 de las 52 circunscripciones y ha dicho que su primera opción es gobernar en solitario.

Los resultados del 28-A están lejos de concretizar la hipótesis del sorpasso (adelantamiento) que fue “desempolvada” por los intelectuales de Podemos, con la finalidad de graficar las posibilidades reales de “adelantar” a los socialistas en la primera posición. En su segunda incursión en elecciones generales (2016), Podemos –la principal “traducción política” del15-M– estuvo lo más cerca de concretar ese sorpasso. Obtuvo 71 escaños, muy por debajo de las expectativas creadas tras su primera irrupción electoral un año antes, donde habían obtenido 69 representantes. En las elecciones del 2016, el PSOE obtuvo su peor rendimiento tras el retorno a la democracia: 85 escaños.

Hoy, el predominio de las fuerzas progresistas lo mantiene el PSOE, un partido fundado el siglo XIX (1879), obrero y marxista en la primera mitad del siglo XX, socialdemócrata y neoliberal desde fines del siglo XX. No es fácil superar a un partido enquistado en el centro de la estructura de partidos, por más “frescos” que sean los vientos de la movilización social.

El PSOE ha revertido momentáneamente su tendencia a la baja, en gran medida, mediante el “voto útil” que es capaz de confrontar con efectividad la emergencia de posiciones de extrema derecha, visibilizadas en el antecedente de las elecciones de Andalucía.

Por su parte, Podemos se encuentra aún lejos de concretizar la teoría del sorpasso, no obstante, mantiene una posición expectante como cuarta fuerza del sistema de partidos. Ambas opciones también han promovido y/o apoyado las movilizaciones feministas que este año volvieron a estar presentes en las calles de España el pasado 8 de marzo, lo cual, por supuesto, instaló el tópico del feminismo como uno de los temas que enfrentó posiciones en los debates previos.

El nacimiento de “las tres derechas”

La derecha española ha desarrollado una mutación imposible de anticipar hace tan solo una década. Si en las generales del 2011 el Partido Popular obtenía la última mayoría absoluta del antiguo sistema bipartidista, conquistando 186 escaños y más de 10 millones de votos por sí solo –prácticamente imposible en el actual escenario multipartidista–, en la elección del domingo descendió su rendimiento histórico a 66 escaños y poco más de 4 millones de votos.

¿Cómo se explica tal debacle electoral? El PP ha sufrido una doble descomposición. Descomposición en términos de corrupción. Descomposición en términos de fraccionamiento. Por un lado, el develamiento de la corrupción que lo afecta quedó en plena evidencia con la resolución de la Audiencia Nacional que sentenció a esta colectividad por beneficiarse del esquema de sobornos ilegales para contratos del denominado “caso Gürtel”.

A mediados del 2019, la Audiencia Nacional sentenció que el PP había generado “un sistema genuino y efectivo de corrupción institucional a través de la manipulación de la contratación pública central, autonómica y local”. Dicha sentencia llevó a los socialistas en el Congreso a aplicar la moción de censura en contra del presidente del gobierno español perteneciente a las filas del PP, Mariano Rajoy. Últimamente, a este caso de corrupción se suman las investigaciones de la Audiencia Nacional al Ministerio del Interior del PP por el supuesto espionaje a sus rivales políticos de Podemos, en el marco del “caso Villarejo”, el cual habría sucedido mientras Pablo Iglesias disputaba el importante ciclo electoral 2015-2016.

Por otro lado, el develamiento del fraccionamiento que afecta el PP comenzó en las elecciones del 2015 en vista a la primera presentación de Ciudadanos en elecciones generales, la cual traía aires de renovación de una centroderecha liberal, que escindía el electorado del PP en dos. El 2015, Ciudadanos obtenía 40 escaños frente a los 123 del PP. Seis meses después, disminuía a 32 sus escaños, mientras el PP mantenía su mayoría relativa con 137. El 2019, la derecha del PP ya no solo se fracciona en dos, sino en tres, a partir de la emergencia de la extrema derecha representada en Vox.

Así, la distribución de fuerzas en la derecha política mantiene en una debilitada primera posición al PP de Pablo Casado con 66 escaños (16% de los votos), mientras le sigue expectante el sorpasso de Ciudadanos y Albert Rivera con 57 escaños (15%), quedando en tercera posición la última formación que ha emergido en el escenario político español: Vox, escisión neoconservadora, franquista y antiinmigración del PP, que se instala por vez primera en el Congreso con 24 escaños (10%).

En total, las derechas obtienen 147 escaños, muy bajo para constituir mayorías como sector. Ha sido en la derecha donde se vuelve más plausible la hipótesis del sorpasso de la mano de Ciudadanos, que supera en importantes circunscripciones al PP.

En su discurso del día domingo, Albert Rivera expresó sus claras intenciones de dirigir la oposición, lo cual por ahora –y a diferencia del deseo mas prístino que hoy por hoy mantienen los poderes fácticos agrupados en el IBEX 35– impide la opción de un “gobierno de centro” entre el PSOE y Ciudadanos, a pesar de que es esta conjunción la única que otorgaría los números para obtener una mayoría absoluta. A ello sumamos los gritos de las bases del PSOE, que en el discurso de la victoria de Sánchez aclamaban: “¡Con Rivera no!”.

Previo a las elecciones, la configuración tripartida de la derecha había dado potentes señales de una incipiente articulación, tras los resultados de las últimas elecciones autonómicas al Parlamento de Andalucía a fines del 2018, que culminaron con el pacto que permitió la designación del PP Juanma Moreno como presidente de la Junta de Andalucía, después de más de tres décadas de hegemonía socialista en dicho Parlamento. Sin embargo, fue la fotografía de Pablo Casado (PP), Albert Rivera (C’s) y Sebastián Abascal (Vox) en la concentración del 10 de febrero en Plaza de Colón en Madrid, manifestándose en contra de las conversaciones lideradas por el gobierno central de Pedro Sánchez con los independentistas catalanes, la que generó un efecto movilizador en las fuerzas progresistas, lo que en cierta medida también explica el incremento en las participación electoral (que subió de 66% a un 75%). Esta fotografía y la proyección de verla replicada esta vez en el gobierno central, fue la que movilizó al electorado progresista que se inclinó en mayor medida por el “voto útil” hacia el PSOE.

Las opciones de Sánchez

En el interregno que nos lleva a las próximas elecciones de mayo, el Partido Socialista de Sánchez deberá liderar una serie de conversaciones con las distintas fuerzas políticas para conformar gobierno. La mayoría simple le otorga un margen de maniobra que, al menos, permite aventurar tres escenarios posibles de investidura: intentar gobernar en solitario, opción extremadamente difícil, aunque no imposible; la segunda es gobernar junto a sus eventuales aliados de Podemos –con quienes ya han logrado avanzar en materias específicas, como la moción de censura a Rajoy o el más importante aumento del salario mínimo de las últimas décadas–, para lo que requeriría del apoyo (o posterior abstención) de fuerzas nacionalistas como Esquerra Republicana de Cataluña (primera fuerza política en Cataluña con 15 escaños) o el Partido Nacionalista Vasco (que mejora su rendimiento electoral en el País Vasco con 6 escaños), entre otras posibilidades de menor cuantía electoral.

Finalmente, la tercera opción, es que el PSOE pacte con Ciudadanos. Acá los números dan, aunque no dos posiciones que en la previa de las elecciones se han visto directamente confrontadas. Es esta alianza la que intentarán promover los poderes fácticos, desde el importante diario El País hasta el mundo empresarial reunido en el IBEX 35.

En la España del multipartidismo el progresismo, por ahora, se impone.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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