Se podrá opinar que no se puede confiar en la fidelidad de un documento de la inteligencia militar que transcribió el acta manuscrita de la reunión del 28 de agosto. La respuesta es que la dictadura chilena, a pesar de haber instaurado el terrorismo de Estado, fue a la vez un régimen pulcro en la forma, con firma y timbre. Por ello se han hallado y se seguirán encontrando miles de documentos escritos tras el golpe militar, en originales o copias. Al transcribir el acta, bien pudo la inteligencia militar falsear el contenido de las intervenciones de sus asistentes, haciendo creer que todos o la gran mayoría de ellos, estaban por organizar el enfrentamiento armado para derrotar por esa vía a las fuerzas que se oponían a la construcción del socialismo en Chile, y cambiar, además, el contenido para justificar que todos los integrantes de la Comisión Política del PS estaban por dar un golpe para instaurar una dictadura de izquierda. Es justamente aquello lo que aporta credibilidad al contenido de estos dos documentos.
El Partido Socialista (PS) que antes del golpe lideró Carlos Altamirano en su calidad de secretario general, nunca estuvo por el enfrentamiento armado o la guerra civil, como el camino para construir el socialismo en Chile durante el gobierno de la Unidad Popular. Lejos también estuvo de instaurar en el país la dictadura del proletariado al estilo bolchevique.
Así lo demuestra el contenido del debate que se desarrolló en lo que sería la última reunión de la Comisión Política (Copol) ampliada del PS, efectuada en la mañana del martes 28 de agosto de 1973, solo catorce días antes del golpe de Estado, sesión en la que participaron también parlamentarios de la colectividad.
El acta de aquella reunión, en formato manuscrito, fue incautada tras el golpe por los servicios de inteligencia de la dictadura y transcrita en un documento del Departamento II de Inteligencia del Estado Mayor de la Defensa Nacional (EMDN). Un segundo documento titulado “Memorándum”, de fecha 24 de mayo de 1974 y que sirve de oficio conductor del primero, está dirigido al “Destino: DINE-DINA-Contrainteligencia Estado Mayor de la Defensa Nacional”.
Esto contradice lo sostenido hasta ahora y que se ha instaurado como una verdad, en el sentido de que el PS de Altamirano, como partido y él mismo, habrían llamado hacia fines del Gobierno de la UP a organizar un enfrentamiento armado, para resolver la crisis política que se vivía en los últimos meses del proceso político que encabezaba el Presidente Salvador Allende.
De hecho, revisado íntegramente el discurso de Altamirano del 9 de septiembre de 1973, pronunciado en el Estadio Chile, especialmente en estas últimas horas luego de su fallecimiento, el líder socialista jamás pronunció una palabra llamando a organizar un enfrentamiento armado, un autogolpe o una guerra civil, como la vía para resolver la dura confrontación política con la oposición.
No obstante, la tergiversación de esta parte de la historia de Chile se ha mantenido hasta hoy. “Algunos han dicho que vivimos en un Vietnam silencioso, pero ya dejó de ser silencioso este Vietnam a consecuencia del terrorismo vandálico de los que se llaman demócratas (…) Chile se transformará en un nuevo Vietnam heroico si la sedición pretende enseñorearse en nuestro país”. Esas fueron las frases precisas de ese discurso que en estos días se han escuchado, interpretándolas como que aquello fue un llamado a tomar la iniciativa para preparar un enfrentamiento armado con la oposición y los militares.
Claramente Altamirano, y no así la mayoría de la dirección máxima de su partido, como revelan estos dos documentos, estaba en aquel tiempo por la destrucción de la “institucionalidad burguesa” para construir en Chile el socialismo. En ello difería radicalmente con Allende y el Partido Comunista.
Sin embargo, no fue en aquel discurso del 9 de septiembre donde lo expresó abiertamente, sino en una entrevista publicada por la revista Punto Final, seis meses antes, el 13 de febrero de 1973. Es en esa entrevista donde el líder socialista deja claro y sin lugar a dudas, cuál era su pensamiento sobre el proceso revolucionario que se vivía.
[cita tipo=»destaque»]Lo que aquí se verifica es fundamental para escribir la historia de aquella convulsionada etapa de la vida política de Chile, pero también para desmentir a la dictadura militar –y a quienes la apoyaron y hasta hoy la defienden– respecto de los supuestos miles de guerrilleros cubanos, las miles de armas y la guerra civil a la que, supuestamente, conducía la Unidad Popular y el propio Allende, con lo que justificaron el golpe de Estado.[/cita]
Consultado por los impedimentos de las “instituciones burguesas”, aludiendo la pregunta “al Parlamento, el Poder Judicial y la Contraloría General de la República” para construir el socialismo, Altamirano sostiene: “Para modificarlos, para destruirlos y para que dejen de ser un obstáculo para el desarrollo del proceso revolucionario, hay que destruir primero su base de sustentación. Con el nacimiento de una nueva forma de producción y nuevas relaciones de producción y de propiedad, emergerán también como imperiosas necesidades, nuevas instituciones superestructurales afines con el nuevo régimen económico. A la instauración del socialismo le seguirá la implantación de la legalidad socialista; de la democracia socialista en el plano político de la expresión de la voluntad del pueblo; de la justicia socialista, libre del nefasto cuño clasista que impera en los tribunales burgueses. No se puede construir una nueva sociedad sin destruir la vieja, y desde un punto de vista ideológico, hasta las cenizas de esta última deben ser aventadas (…). Y esto está directamente ligado al problema del poder, porque de lo que se trata es de remplazar a una clase por otra en la dirección del Estado, en la dirección y control de la sociedad”.
Y ante la pregunta final, respecto a si en este proceso un enfrentamiento le parece eventual, soslayable o ineludible, él respondió: “Ineludible”.
El acta de aquella última sesión de la Copol socialista, tiene la importancia de corresponder a aquella reunión en que la máxima dirección colectiva socialista y algunos parlamentarios, establecieron la posición del partido respecto de los planteamientos de Salvador Allende y el Partido Comunista sobre cómo debía seguir adelante el proceso de la Unidad Popular hacia el socialismo, ante un inminente golpe militar. Como se aprecia del contenido del acta, se trató de una reunión especial pedida por el mismo Allende para clarificar las cosas con su partido.
El “Memorándum” que da cuenta del documento que transcribió el acta dice:
“El documento N°2, que está elaborado en manuscrito en papel del Senado de la República, tiene en la parte superior la sigla COPOL y está fechado el 28 de agosto de 1973”.
El documento que transcribe el acta manuscrita dice:
“COPOL Martes 28 – Agosto ,73”
“Preside: ASA”.
“Se inicia a las 11.25 hrs.”.
“ASA: Tomar decisión sobre cuenta del Pte. sobre problema de fondo con el PC, sobre cuestionamiento del Programa y una revolución (sic) de política a las capas medias, no existe definición clara sobre el proceso, en cuanto a la estrategia, rev.”.
ASA –Adonis Sepúlveda Acuña–, quien preside la reunión, era a la fecha el subsecretario general del PS.
Allende y el PC planteaban: un diálogo con la Democracia Cristiana (DC) para ampliar la base social de apoyo de la Unidad Popular con vistas a seguir adelante con el proceso; enviar un proyecto de ley para reformar la Constitución y resolver así conflictos con la DC sobre las tres áreas de la propiedad que establecía el programa de la UP, en especial el Área de Propiedad Social, y realizar un plebiscito para que el pueblo resolviera respecto de la continuidad del Gobierno socialista.
Aquel fue el proyectado plebiscito al que Allende convocaría el mismo martes 11 de septiembre de 1973, que hizo que las Fuerzas Armadas adelantaran el golpe de Estado para ese día.
Estos documentos, además de su valor histórico, aportan una cuota de realidad para comprender mejor qué ocurría a 1973 al interior de los partidos de la Unidad Popular, en relación con el Presidente Allende y el proceso al socialismo.
El documento con la transcripción de la referida acta tiene cinco páginas. El “Memorándum” introductorio tiene tres páginas y es aquel fechado en “Santiago, 24 de mayo de 1974”, que resume las intervenciones de los integrantes de la Copol socialista y sus parlamentarios en esta reunión, las que aparecen íntegras en el otro documento que transcribe el acta manuscrita.
El número “89” manuscrito en rojo que tiene el “Memorándum” en su vértice superior derecho, indica que, con bastante probabilidad, forma parte de documentos extraídos desde un archivo de la inteligencia militar, muy probablemente anclado en el Estado Mayor de la Defensa Nacional. En el extremo superior izquierdo del mismo “Memorándum”, aparece la indicación manuscrita en rojo “Original en Informes señores Generales y Almirantes”. Probablemente, el original manuscrito del acta de esta reunión fue encontrado en un allanamiento del domicilio u oficina de quien lo redactó.
Tres de los participantes en esta sesión del 28 de agosto integran la lista de detenidos desaparecidos: Carlos Lorca Tobar, Ricardo Lagos Salinas y Exequiel Ponce Vicencio. Otro participante, Arnoldo Camú Veloso, fue asesinado y su cuerpo encontrado en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago.
De acuerdo al acta transcrita, en la reunión participaron: Adonis Sepúlveda Acuña, Ariel Ulloa Azócar, Gustavo Ruz Zañartu, una persona cuyo nombre aparece como “ilegible” desde el original manuscrito, según sostiene el documento que la transcribió, Carmen Lazo Carrera, Carlos Lorca Tobar, Mario Palestro Rojas, Dagoberto Aguirre Rivera, Exequiel Ponce Vicencio, Alejandro Jiliberto Zepeda, María Elena Carrera Villavicencio, Uldaricio Figueroa Valdivia, Ricardo Lagos Salinas y Arnoldo Camú Veloso.
Al analizar los planteamientos políticos de estos participantes, según el documento que transcribió el acta manuscrita, se obtiene que solo 5 de los 14 asistentes –Palestro, Ruz, Jiliberto, Camú y aquel “ilegible”– se inclinaron por un enfrentamiento armado con las fuerzas “burguesas” que cercaban al Gobierno de la Unidad Popular, incluidas las Fuerzas Armadas. De aquellos cinco, solo Ruz y Jiliberto estuvieron por establecer en Chile una “dictadura del proletariado”; de la posición de Camú se podría desprender que también pudiese haber estado por esta “dictadura” de izquierda a lo bolchevique, aunque no lo explicita.
Seis participantes estuvieron por el diálogo con la DC, pero fuertemente condicionado, según se lee. Y a la luz de la situación política de entonces, ese condicionamiento no tenía ninguna posibilidad de prosperar respecto de la Democracia Cristiana, como efectivamente ocurrió. Y ninguno de los 14 apoyó el plebiscito al que Allende pensaba convocar, a pesar de que en el documento se lee “se retiró el plebiscito pues era una entrega elegante del gobierno”.
El contenido de lo que fue esta reunión socialista extraordinaria del 28 de agosto de 1973, confirma inequívocamente tres cuestiones trascendentales para la historia de Chile en este período.
Primero, que la Unidad Popular estaba irreparablemente quebrada, al encontrarse los dos partidos pilares del bloque –el PS y PC– en posiciones profundamente antagónicas.
Segundo, que Allende finalmente quedó solo, únicamente apoyado incondicionalmente por los comunistas como fuerza principal.
Y tercero, la cuestión más relevante, que quienes estaban por un enfrentamiento armado eran clara minoría.
Si se toma en cuenta que Allende, el PC, el Mapu-Gazmuri, la mayoría de la comisión política del PS y los parlamentarios invitados a esta reunión, no estaban por una salida violenta, se obtiene como resultado que la gran mayoría de las fuerzas políticas de la UP rechazaban el enfrentamiento armado y la destrucción de las instituciones democráticas de la República, como salida a la crisis política que se vivía, agudizada en los meses previos al 11 de septiembre.
Esto, independientemente de que la mayoría socialista estuviese en contra del diálogo con la DC y el plebiscito al que convocaría Allende. Si a todo esto se suma el peso político de la figura de Allende, resueltamente opuesto a una salida armada y la instauración de una dictadura de izquierda, se concluye que las posiciones políticas rupturistas de la institucionalidad democrática que optaban por una salida de confrontación armada, correspondían a sectores francamente minoritarios de la izquierda.
Lo que aquí se verifica es fundamental para escribir la historia de aquella convulsionada etapa de la vida política de Chile, pero también para desmentir a la dictadura militar –y a quienes la apoyaron y hasta hoy la defienden– respecto de los supuestos miles de guerrilleros cubanos, las miles de armas y la guerra civil a la que, supuestamente, conducía la Unidad Popular y el propio Allende, con lo que justificaron el golpe de Estado.
El día del golpe bastaron solo horas para darse cuenta de que ello no era efectivo, más allá de que sí existieron focos aislados de incipiente resistencia armada.
Es verdad que en aquel tiempo hubo armas y militantes de izquierda dispuestos a la guerrilla. Los hubo también al interior del PS, así como hubo sectores que postulaban la dictadura del proletariado, que no era algo diferente a una dictadura de izquierda. Pero fueron claramente minoritarios. Y esas jamás fueron las políticas de Allende ni las líneas oficiales de los dos partidos anclas de la UP, el Comunista y Socialista.
En el libro Conversación con Allende, que escribió el filósofo y escritor francés marxista Régis Debray en 1971, Allende mostraba algunas dudas respecto de cómo se desarrollaría el proceso al socialismo cuando recién comenzaba su Gobierno. Sobre todo cuando Debray le preguntó insistentemente cómo se instauraría el socialismo en Chile, en el marco de una “institucionalidad burguesa”. En aquella obra, Allende jamás dijo que el socialismo se construiría por la vía armada como en Cuba o con una revolución armada a lo bolchevique en la Rusia zarista.
Desde el Congreso de Chillán del PS en 1964 –donde se levantó como una posible alternativa la lucha armada para conquistar el socialismo– hasta mediados de 1973, eran demasiados los elementos tácticos y estratégicos de la izquierda y la UP que alejaban de lo real esa alternativa levantada por el PS en aquel Congreso, más aún con Allende en el Gobierno. Porque la política, así como los movimientos y condiciones sociales y políticas, son siempre dinámicos, como lo demuestra la historia universal.
De todas maneras, a la luz de estos documentos queda de manifiesto que la posición del PS respecto del proceso revolucionario fue diametralmente opuesta a la de Allende y el Partido Comunista. La mayoría de la dirigencia socialista, con su secretario general Carlos Altamirano, estaba por acelerar y radicalizar el proceso sin transar nada del programa de la UP, profundizando las contradicciones con la oposición. En esa misma posición estaban entonces el Mapu-Garretón después del quiebre de ese partido en marzo de 1973 y otros sectores de la Unidad Popular. Por fuera de la UP, en este mismo sentido se perfilaba el Movimiento de Izquierda Revolucionario, MIR.
Allende, el PC y el Mapu-Gazmuri estaban por ir consolidando poco a poco lo alcanzado, por etapas, intentando abrirse a las capas medias y no quedarse solo con el apoyo de la clase obrera. De allí el interés del diálogo con la DC que finalmente fracasó.
Allende y quienes lo apoyaban se opusieron tajantemente a destruir la institucionalidad democrática existente, sosteniendo que el proceso revolucionario se desarrollaría siempre dentro de las instituciones de la República. Una prueba de ello ocurrió la noche del 29 de junio de 1973, noche del día en que una parte del Regimiento Blindados sacó tanques a la calle, en lo que sería el fracasado golpe impulsado por Patria y Libertad y un sector militar.
Esa noche, mientras Allende hablaba, más de medio millón de manifestantes congregados en la Plaza de la Constitución y alrededores gritaron insistentemente «¡a cerrar el Congreso Nacional!». El Presidente les respondió: “Compañeros, ya sabe el pueblo lo que reiteradamente le he dicho. El proceso revolucionario chileno tiene que marchar por los cauces propios de nuestra historia, nuestra institucionalidad, nuestras características y, por lo tanto, el pueblo debe comprender que yo tengo que mantenerme leal a lo que he dicho. Haremos los cambios revolucionarios en pluralismo, en democracia y libertad. No voy a cerrar el Congreso… No lo voy a hacer”.
Justamente por ello, el proceso revolucionario chileno provocó expectación en Europa occidental, lo que significó la llegada a Chile de decenas de intelectuales de estos países para observar el singular proceso al socialismo que se realizaba dentro una institucionalidad democrática y sin que el Gobierno controlara todos los estamentos del Estado, como sí sucedió en los socialismos reales del Este antes de la caída del Muro de Berlín en 1989, muchos de los cuales terminaron en feroces dictaduras.
Se podrá opinar que no se puede confiar en la fidelidad de un documento de la inteligencia militar que transcribió el acta manuscrita de la reunión del 28 de agosto. La respuesta es que la dictadura chilena, a pesar de haber instaurado el terrorismo de Estado, fue a la vez un régimen pulcro en la forma, con firma y timbre. Por ello se han hallado y se seguirán encontrando miles de documentos escritos tras el golpe militar, en originales o copias.
Al transcribir el acta, bien pudo la inteligencia militar falsear el contenido de las intervenciones de sus asistentes, haciendo creer que todos o la gran mayoría de los asistentes, estaban por organizar el enfrentamiento armado para derrotar por esa vía a las fuerzas que se oponían a la construcción del socialismo en Chile, y cambiar, además, el contenido para justificar que todos los integrantes de la Comisión Política del PS estaban por dar un golpe para instaurar una dictadura de izquierda. Es justamente aquello lo que aporta credibilidad al contenido de estos dos documentos.
Paradójicamente, ninguno de los tres dirigentes socialistas desaparecidos se inclinaron en aquella reunión por vías violentas para seguir adelante con el proceso revolucionario del Presidente Allende.
Transcripción del acta 1, 2, 3, 4, 5