En el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, creemos que urge fortalecer las acciones en el marco de la conservación, restauración y protección de este tipo de bosques, así como de los suelos. Al mismo tiempo, en las zonas en donde la falta de agua superficial y subterránea se ha convertido en un tema estructural, esta no puede seguir asignándose a usos de alta demanda, para lo que es preciso trabajar en la planificación del uso del suelo en sectores rurales. Si queremos construir un futuro juntos, las autoridades deben en forma urgente generar acciones para detener la desertificación en nuestro país, lo cual pasa por detener la sustitución del bosque esclerófilo en Chile central.
Cada 17 de junio se celebra el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos. La campaña de este año gira en torno al lema «Construyamos el futuro juntos», con el que se ponen en relieve los progresos globales en materia de gestión sostenible de las tierras.
La desertificación consiste en una disminución cualitativa y cuantitativa de los sistemas vitales: suelo, agua, bosque-vegetación, y afecta a países alrededor de todo el mundo. Es un proceso de degradación de las tierras causado por las variaciones climáticas, pero fundamentalmente por las actividades humanas.
A diferencia de la desertización, que corresponde al tránsito hacia condiciones morfológicas, climáticas y ambientales desérticas producto de procesos evolutivos naturales, en la desertificación la especie humana es el principal actor de degradación, por lo que expresa el resultado de la combinación de condiciones geográficas, climáticas, pero en especial socioeconómicas y de los modos de utilización de los recursos naturales.
Las principales causas de este fenómeno son la deforestación y la destrucción de la cubierta vegetal, generadas por incendios, la agricultura y ganadería intensiva, así como la expansión urbana descontrolada, lo que conlleva la erosión de los suelos fértiles, afectación a los acuíferos, falta de agua y salinización de las tierras.
En nuestro país, la desertificación ha sido catalogada como uno de los problemas socioambientales más agudos, pero de los menos visibles. Al mismo tiempo la sequía está afectando fuertemente a gran parte del país.
Sequía y desertificación son fenómenos diferentes que, sin embargo, interactúan exacerbándose mutuamente. Gran parte del territorio nacional viene arrastrando una persistente disminución de precipitaciones por casi una década. El balance hídrico del periodo 1985-2015, que realizó la Dirección General de Aguas, reveló preocupantes cifras sobre disponibilidad de dicho elemento, afectando especialmente al norte y centro del país.
La sequía y los aumentos de temperaturas, en conjunto con una precaria y dispersa normativa respecto al cuidado de los suelos, tienen a nuestro país en una situación crítica: la superficie afectada por la desertificación en Chile asciende a 47 millones de hectáreas (aproximadamente 62% del territorio nacional) y el 49% del territorio nacional experimenta algún grado de erosión, es decir, unos 37 millones de hectáreas. Esto convierte a Chile en uno de los países más afectados por estos procesos en el mundo. Las zonas con mayores problemas se sitúan entre las regiones de Coquimbo y Biobío.
Es importante recordar la relación que existe entre los bosques, el suelo y el agua, y las contribuciones que una correcta gestión y manejo pueden tener para frenar la desertificación. En la zona central del país, los bosques y matorrales esclerófilos, pertenecientes al ecosistema Mediterráneo, poseen un alto valor ambiental por constituir una zona de transición climática entre las condiciones de aridez propias del desierto y la abundante humedad y vegetación que se presenta más al sur.
Tristemente estos ecosistemas o formaciones vegetacionales están sufriendo un grave proceso de degradación y desertificación. Es uno de los ecosistemas que más ha experimentado un rápido cambio en la cobertura del suelo, debido a la creciente y descontrolada expansión urbana, pero principalmente por la conversión de estas áreas para la producción de frutales, lo que ha producido el deterioro de los procesos ecológicos básicos: como el almacenamiento de agua, la conservación del suelo y reciclaje de nutrientes, entre otros, a lo que se suman las recientes olas de calor y megaincendios forestales de los últimos años, que están provocando un serio daño en especies del bosque central de Chile.
Desde Fundación Terram creemos que es indispensable entender la importancia que tienen los bosques nativos en frenar la desertificación, y en la protección y conservación del agua, tanto superficial como subterránea, y de los suelos. El matorral y bosque esclerófilo, además de ser parte de un ecosistema transicional, representa uno de los hotspot de biodiversidad mundial, ameritando mayor énfasis en su estudio y una consideración especial en los esfuerzos de conservación, considerando que menos del 1% del área original de este tipo de ecosistema está bajo protección oficial en la actualidad.
En el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación y la Sequía, creemos que urge fortalecer las acciones en el marco de la conservación, restauración y protección de este tipo de bosques, así como de los suelos. Al mismo tiempo, en las zonas en donde la falta de agua superficial y subterránea se ha convertido en un tema estructural, esta no puede seguir asignándose a usos de alta demanda, para lo que es preciso trabajar en la planificación del uso del suelo en sectores rurales.
Si queremos construir un futuro juntos, las autoridades deben en forma urgente generar acciones para detener la desertificación en nuestro país, lo cual pasa por detener la sustitución del bosque esclerófilo en Chile central.