Las amenazas que trae el mundo moderno no son las mismas para las que nos preparamos en el pasado. Puede que aún exijan tanques, F16 y submarinos, pero claramente se vuelven más difusas, complejas y difíciles de identificar, y, por ende, las soluciones requieren aproximaciones innovadoras, conjuntas e integrales. La discusión pública que viene sobre la política de defensa será intensa y entretenida porque se tendrá que hacer cargo de esta complejidad tanto en el entendimiento de los problemas e intereses a resguardar, como en la definición de las posibles soluciones a implementar.
Lo bueno es que la amenaza que implica el narcotráfico para los chilenos es auto explicativa y así lo reconoce la Cadem del 29 de julio que le da un alto nivel de aprobación a la solución propuesta por el Gobierno, sino que también para una gran mayoría resulta de sentido común que las Fuerzas Armadas apoyen el trabajo de las policías en el combate a los narcos y en la seguridad que requieren los pobladores del altiplano. Nuestras fronteras con Perú y Bolivia son en extremo extensas, y son aprovechadas por los mismos narcos y otras estirpes criminales para ingresar clandestinamente a Chile, por lo que resulta una solución lógica y eficiente usar el apoyo de las capacidades polivalentes de los institutos armados objeto aumentar la efectividad de Carabineros y la PDI.
A pesar de la lógica de la solución propuesta por el ejecutivo para arreglar un problema en donde existe consenso transversal en lo político y en lo social respecto del impacto nocivo del narcotráfico en los Chilenos, la discusión pública que se ha dado a través de los medios y opinión pública ha sido polémica, intensa y no exenta de acusaciones cruzadas, por lo que se puede anticipar que lo mismo sucederá con el resultado final de la actualización de la política de Defensa, en la cual está trabajando actualmente el ministerio del ramo y que en los próximos meses debiera estar disponible para su análisis y entendimiento.
Digo intensa porque es de esperarse que esta actualización, que a diferencia de la que se publicó el viernes 9 de marzo de 2018 por la Presidenta Bachelet, deje de ser un documento meramente descriptivo de lo que es hoy la Defensa Nacional y efectivamente se haga cargo de la definición de los intereses nacionales que nos interesa resguardar y de las amenazas modernas que un país como Chile debería enfrentar, y que debería incluir evidentemente, narcotráfico y ciberseguridad, y que junto con ello, el cómo se espera nos organizaremos y equipemos para manejarlas y enfrentarlas, y por otro lado, porque se hace cargo de un cambio no menor, y es que las definiciones de las capacidades estratégicas que se necesitan de cara al futuro se realizarán a contar de ahora centralizadamente y no al nivel de las instituciones como ha sido la tradición de los últimos 200 años. Las decisiones en defensa pasan a ser del ejecutivo con la supervisión del resto del estamento político.
Acompaña a la complejidad de lo anterior, el hecho de que adicionalmente se están cambiando los mecanismos de financiamiento de las capacidades estratégicas, como también se están modificando la mecánica y control de los gastos reservados, y se están proponiendo cambios a la carrera militar que no son inocuos por el impacto en las carreras profesionales de quienes actualmente están en servicio, por lo que se debe manejar con prudencia y los debidos resguardos objeto no arriesgar otros importantes aspectos de este esfuerzo modernizador de la defensa. Los cambios en la política de defensa sumado a todo lo anterior, asegura a lo menos una discusión que nos tendrá entretenidos por lo que resta del año porque, por primera vez y quizás en toda nuestra historia desde las guerras del siglo XIX, pensaremos en la política de Defensa Nacional que necesitamos, obviamente dentro de las restricciones que nos impone el marco presupuestario recientemente aprobado por el Congreso, y no en la suma de las políticas que cada institución requiere desde una óptica individual.
Parte de la polémica y de la entretención viene dada por el hecho de que muchos de los que opinan del tema defensa, sean políticos, académicos o integrantes de la sociedad civil, no han tenido la posibilidad de tener una preparación adecuada en un tema que históricamente ha sido dominio de los militares, los cuales por cierto tienen la preparación necesaria, pero han estado más bien acostumbrados a mirar el tema desde la óptica de sus instituciones de origen y no necesariamente desde la perspectiva de lo conjunto y de la Defensa Nacional como un todo. Eso no quiere decir que todos los participantes de este proceso piensen sólo desde la perspectiva mono institucional o que no entiendan perfectamente bien que las soluciones del pasado no sirven o sirven parcialmente de cara a las amenazas modernas, pero la experiencia y la evidencia en esta materia indica que ellos lamentablemente son una minoría cuando se mira el universo completo de todos aquellos que opinan en materias de defensa.
Junto a lo anterior no es de extrañar que haya defensas corporativas intensas en aquellos casos en que crean que no han salido favorecidos en la repartición de recursos, la que evidentemente debería suceder al mirar centralizadamente la protección de los intereses de Chile o al incorporar las amenazas que el mundo moderno trae consigo. No ayuda mucho tampoco el hecho de que, en Chile a diferencia de otros países, los civiles preparados para concurrir a una discusión sobre esta materia son pocos y a veces miran los temas castrenses de una perspectiva marcada por lo que fue el desempeño de las fuerzas armadas en el gobierno militar, lo que les quita objetividad al enfrentar temas que involucran a las instituciones de la defensa, ya que no son capaces de dejar atrás hechos que ocurrieron hace más de 45 años. Esto no es una deficiencia de diestras o siniestras, es simplemente un hecho que a diario queda de manifiesto en la prensa.
El título de la película de Harrison Ford, “Clear and present danger”, el cual si bien se relaciona a un problema de narcotraficantes que amenazan la seguridad nacional de Estados Unidos, y que claramente no es exactamente la misma situación que afecta a Chile, pero con un título que ilustra muy bien que las nuevas amenazas son reales, y que ya están presentes tocándonos la puerta, y aprovechándose de que no estamos totalmente preparados para usar nuestras fuerzas armadas en la defensa de los problemas que de verdad complican nuestra soberanía e independencia política. Dios nos libre el día en que alguien use sobre nosotros estrategias híbridas del tipo que Rusia usó con Ucrania, o las que antes uso sobre Georgia en donde el uso de la fuerza se mezclaba con crimen transnacional, tráfico de drogas y armas, contrabando y una larga lista de amenazas que sí nos afectarán hoy no estaríamos en condiciones de manejar a no ser que usáramos soluciones novedosas como las que el gobierno ha propuesto para apoyar a las policías en la frontera norte.
Las amenazas que trae el mundo moderno no son las mismas para las que nos preparamos en el pasado. Puede que aún exijan tanques, F16 y submarinos, pero claramente se vuelven más difusas, complejas y difíciles de identificar, y, por ende, las soluciones requieren aproximaciones innovadoras, conjuntas e integrales. La discusión pública que viene sobre la política de defensa será intensa y entretenida porque se tendrá que hacer cargo de esta complejidad tanto en el entendimiento de los problemas e intereses a resguardar, como en la definición de las posibles soluciones a implementar, y también será compleja porque nos exigirá a todos ceder y mirar el tema de la defensa con altura de miras y desde la perspectiva de lo que es mejor para Chile, y por último, tendremos que asegurarnos de que prime la racionalidad y no las pasiones, colocando por delante los intereses nacionales donde sea que estén ubicados, el sentido común, la eficiencia y eficacia, y la lógica del Chileno común y corriente que no tiene tiempo para discusiones filosóficas eternas y alejadas de su realidad, y que sólo quiere vivir en paz y tranquilidad, y en un país próspero, soberano y políticamente independiente.