De acuerdo a Sernapesca, ha habido más de 600 concesiones de acuicultura que generaron condiciones anaeróbicas (la mayoría de salmón y la minoría de mitílidos) en nuestro mar. Con estos números la reducción de oxígeno sería 35-118 veces más que la que se atribuye al cambio climático global; y la reducción del pH en el agua sería 10 veces mayor (8.1 a 7.1 en el fondo), correspondiente a una acidificación de 900%. La reducción del oxígeno a esos niveles provoca asfixia y muerte de la mayoría de los organismos, y tales niveles de acidificación impedirían la formación de caparazones y esqueletos calcáreos de muchísimos organismos marinos.
El Gobierno de Chile se prepara a la COP25, destacando su interés especial por proteger los ecosistemas oceánicos, consecuente con el extenso borde costero del país (muchos miles de km, incluyendo las islas del Sur de Chile). Entre otras acciones, el Gobierno ha preparado un anteproyecto de ley marco de cambio climático de más de 43 artículos, que incluye la creación de un Consejo de Ministros, Comités Científicos Asesores, Consejo Nacional, Planes Sectoriales de Mitigación y Adaptación, Estrategia Nacional de Financiamiento, etc., lo cual implica esfuerzos e inversiones considerables.
Sin duda que estas acciones servirán para promover una mayor conciencia ciudadana. Primero, en el uso armónico o amigable de los ecosistemas y de sus recursos. Segundo, en la devastadora potencia de la humanidad de causar la destrucción de su propia casa común. Sin embargo, la imagen que proyecta el Gobierno no nos debe llevar a falsas expectativas, porque los causantes primarios y soluciones del cambio global provienen de las potencias externas (por ejemplo, países, transnacionales).
Por otra parte, es especialmente contraproducente que esta imagen no se refleje en la negligencia con que se protegen los ecosistemas marinos locales, representada por la sobrexplotación progresiva de los stocks de peces, la contaminación y destrucción de las comunidades marinas en bahías por la minería, y en los mares interiores por la acuicultura, etc.
Y en esto la responsabilidad del actual Gobierno (y otros pasados) y las acciones de emergencia que se requieren son muy directas: en efecto, los indicadores del cambio climático global son de órdenes de magnitud menores que los registrados en los mares interiores de Chiloé y resto de la Patagonia por efecto de la acuicultura.
Entre estos indicadores están: la reducción del oxígeno disuelto en el mar de un 06-2% como promedio acumulado en los últimos 60 años –según el ultimo Informe del IPCC (2014) y de investigadores de Kiel, Alemania (2018)–, y el incremento de la acidificación de un 26% acumulado en los últimos 200 años (correspondiente a una disminución del pH de 8.2 a 8.1).
De acuerdo a Sernapesca, ha habido más de 600 concesiones de acuicultura que generaron condiciones anaeróbicas (la mayoría de salmón y la minoría de mitílidos); según esa tipificación, la reducción de oxígeno sería 35-118 veces más que la que se atribuye al cambio climático global (8.6 a 2.5 mg/litro a 1 m del fondo), y la reducción del pH sería 10 veces mayor (8.1 a 7.1 en el fondo), correspondiente a una acidificación de 900%.
La reducción del Oxígeno a esos niveles provoca asfixia y muerte de la mayoría de los organismos, y tales niveles de acidificación impedirían la formación de caparazones y esqueletos calcáreos de muchísimos organismos marinos (por ejemplo, moluscos, crustáceos, equinodermos, peces y microorganismos como foraminíferos, coccolitofóridos, etc). Nos podemos imaginar (porque ni la industria ni el Estado de Chile lo han establecido) que estas condiciones y sus impactos en la biodiversidad y funcionamiento del ecosistema, se extienden mucho más allá de la sombra de las concesiones, que es el foco de la reglamentación.
¿Hasta cuándo el Estado de Chile no asume su función de estudiar y evaluar todo el ecosistema en explotación, estableciendo líneas de base, contaminación, capacidad de carga, capacidad de asimilación de la sobrecarga orgánica, etc., para una regulación más precautoria?
¿Hasta cuándo la industria no aborda el deterioro del ecosistema y asume su responsabilidad en llenar los vacíos de conocimiento científico para una regulación más sustentable e integral de sus actividades?
¿Hasta cuándo la academia no proyecta su potencial científico y cultural con la integridad disciplinaria, nivel de excelencia y presencia que exigen estos muy valiosos y ya explotados ecosistemas y culturas?