El errático actuar del Gobierno, personificado en la figura del ministro del Trabajo, Nicolás Monckeberg, durante la discusión y tramitación del proyecto que busca la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, puso las acciones del exdiputado a la baja. Si bien nadie apuesta por su pronta salida, su falta de calibre político durante este complejo momento para La Moneda lo sentó en el banquillo de los acusados. La última de sus intervenciones, donde señaló que no se podría jugar la Copa América en Chile, terminó por dilapidar los esfuerzos del Ejecutivo en el último gallito y, de pasada, su credibilidad frente a los suyos.
En el Ministerio del Trabajo aseguraron que, durante los últimos días, la actuación que tuvo el jefe de la cartera en la comisión de Trabajo de la Cámara de Diputados –el lunes y martes pasados– fue tan evidente en su mal manejo y tan estridente en su repercusión, que se prefirió no comentar siquiera a nivel de pasillo, al punto que, con el pasar de los días, finalmente el tema se transformó en tabú. Y es que el resultado, consecuencia de su consabido estilo de escuchar poco e improvisar mucho, que lo caracteriza desde sus tiempos en el Parlamento, esta vez caló hondo entre sus propias huestes, y en el oficialismo en general. Para muchos perdió por goleada.
Si bien la estrategia para contrarrestar el proyecto de las diputadas del Partido Comunista –calificada desde Chile Vamos como de improvisada y errática– se escribió siempre en la oficina principal del Palacio de La Moneda, la última carta que se jugó el jefe de cartera para intentar frenar el avance de la iniciativa terminó por dinamitar cualquier esfuerzo válido dentro de la guerra comunicacional que –ya se aceptó– se perdió.
La frase que apuntó a que no se podría llevar a cabo una eventual Copa América en caso de seguir su trámite legislativo, no solo puso en ridículo al Gobierno por la falta de sensatez en una discusión de esta dimensión, sino que también él mismo fue arrastrado, por su desafortunado ejemplo, al despeñadero de las burlas que se intensificó más, luego de un insólito hashtag que se mantuvo todo el día lunes al tope y que se denominó #MonckebergAweonao. La viralización de este escarnio tuvo una muy mala recepción al interior de la sede de Gobierno.
Los insoslayables efectos de aquella jornada fueron atendidos de inmediato en Palacio, donde dieron cuenta del enorme retroceso y complejidad que la intervención provocó en un debate que, si bien asumen nunca se pudo controlar, al menos entregaba espacios para reaccionar. Una vez auscultados los resultados, desde la Secretaría de Comunicaciones se le pidió al ministro “salir del mapa”, es decir, desaparecer de escena por un tiempo.
Más allá de recordadas intervenciones, como su propuesta de levantarse una hora y media antes para llegar más temprano de vuelta al hogar –que también lo puso a merced de las burlas en redes sociales– o la mal evaluada presentación en el matinal de TVN, cuando no tuvo las herramientas para debatirle al abogado laboral Daniel Stingo, su paso por el ministerio a cargo de importantes proyectos como la Reforma de Pensiones, hasta antes de su referencia a la Copa América y el fracaso del proyecto del Gobierno, estaba relativamente bien evaluado, sin grandes manchas. Ahora, el escenario se licuó para el RN, pues sus palabras terminaron por ser la guinda de la torta y el ejemplo de un pésimo manejo político y comunicacional de La Moneda.
Los cuestionamientos a su gestión, sin embargo, se habían visto fuertemente reforzados días antes, cuando la encuesta Activa Research reveló que solo el 9,6 % de los consultados prefería el proyecto del Gobierno. El resultado del sondeo fue interpretado como un golpe directo al trabajo realizado desde el ministerio, calificado como falto de perspectiva estratégica. “No puede ser que a un matinal vaya Camila Vallejo con Patricio Melero a debatir del caso. Es obvio quién va a ganar en ese espacio”, entregaron como ejemplo.
Si bien uno de los grandes sostenes que guarda su figura es el haber sido siempre uno de los más leales acompañantes del Mandatario –conocido en su tiempo como “el niño de los mandados por sus propios pares durante el primer Gobierno de Piñera–, fuentes del oficialismo plantearon que, visto desde el prisma de la confianza que le tendría el Presidente, después de este episodio “no sé si sea la misma”, afirmaron. De igual modo recordaron personeros de su partido que, hasta antes de ser nombrado en el ministerio, era tal su cercanía con la máxima autoridad, que cuando el diputado entregaba su opinión en la materia que fuera que se estuviese discutiendo, “todos asumían que era la voz del Presidente Piñera”.
Desde La Moneda confesaron que efectivamente Nicolás Monckeberg está preocupado y consciente de todas las críticas que se hacen de manera interna y también a sus espaldas, y algo que llamó la atención es que vieron que, a pesar de su tozudez, entendió la magnitud del paso en falso que dio y que sabe, también, el costo que esto puede acarrearle.
En su defensa, el diputado de RN Frank Sauerbaum, miembro de la comisión del Trabajo, sostuvo que pese al mal resultado «el ministro hizo un gigantesco esfuerzo para dejar en evidencia la mala propuesta del PC».
En un principio surgieron dudas acerca desde dónde provino la desafortunada frase que echó por tierra la barrera de defensa oficialista, y según señalaron cercanos al titular de Trabajo, esta era una más de las tantas alternativas que se elaboraron en conjunto con los parlamentarios, “algo normal”, previo a una discusión con este alcance de repercusión pública. El ejemplo más concreto de que esto formaba parte de un diseño errático de argumentación, fue la intervención del diputado UDI, Patricio Melero, quien acusó que los brigadistas de Conaf no iban a poder combatir los incendios forestales debido a la disminución, sin flexibidad, de las horas laborales.
Cercanos al Gobierno aseguraron que, en lo inmediato, el ministro no se movería de su puesto, que “sería demasiado obvio”, además de una jugada que en RN calificaron de sucia, en caso de llevarse cabo, puesto sería traspasarle toda la responsabilidad a su persona, en una discusión que –señalaron– excede lo sectorial. Desde el conglomerado oficialista apuestan a la semana de celebración de las Fiestas Patrias para que baje la temperatura del caso y aprovechar, de esta manera, aquel espacio para que la máxima autoridad de la cartera del Trabajo vuelva a afirmarse. Al menos hasta octubre.
Distintas fuentes de Chile Vamos estiman que precisamente ese mes sería el indicado para un próximo ajuste ministerial, esto luego del último realizado en agosto y que dejó con un grado de insatisfacción a varios, al no haberse tocado el comité político. Además, a fines de octubre se cumple el plazo para que autoridades de Gobierno, con intereses electorales, dejen sus cargos. Se vaya o no en esa fecha, existe consenso general en cuanto a que Monckeberg terminó herido en su línea de flotación y, aunque son pocos los que creen que podría dejar prontamente el Gabinete, son varios los que admiten que el ministro del Trabajo tendría fecha de vencimiento.
Para el director del Centro de Análisis Político de la Universidad de Talca, Mauricio Morales, “si bien el Gobierno ya venía perdiendo la batalla por las 40 horas, terminó perdiendo por goleada, debido a las declaraciones desafortunadas del ministro Monckeberg, que le quitó seriedad a la discusión, dejando en ridículo a todo el ministerio y al propio Gobierno. Mientras el Presidente estaba tratando de mostrar a Chile como un país intermediario entre una potencia mundial como Francia y una regional como Brasil, y mientras se constituía en una especie de salvavidas del medio ambiente, el ministro estaba dando un triste espectáculo del que no pudo salir”. Para Morales, la doble derrota del Ejecutivo se termina de enmarcar con la fotografía en la que apareció la intendenta Karla Rubilar con las dos diputadas comunistas, lo que para él grafica la derrota no tan solo comunicacional del Gobierno, pues se transformó también en un indicador de la derrota política.
“Un Presidente que se angustia con las encuestas y un ministro irresponsable, hacen muy difíciles las cosas”. Esta es la percepción que existe en el marco general de una derrota que todos en el oficialismo estiman consumada, pero de la que no se pueden sacar la impotencia del “amateurismo” con que se actuó de principio a fin. Si bien los adjetivos negativos sobran desde Chile Vamos para describir el estilo de trabajo del ministro Monckeberg, y más allá de su consabida cercanía con el jefe de Estado, saben que él no se manda solo.
Esto no quitó de todas formas que recordaran su conocida ansiedad por cerrar tratos y su “fiebre por los acuerdos”, agregando la falta de apoyo técnico que se vislumbró durante todo el período de la discusión. Le reprocharon, además, su falta de visión. Esto, al ponerse a la altura de la categoría discursiva de los diputados: “Un ministro está para hacer anuncios, cortar cintas o informar, no para la pelea chica”, apuntaron.
En el oficialismo no dudan que la última pasada dejó debilitado al exparlamentario y, si bien desde su partido, RN, señalaron que lo van a defender hasta el final, también reconocieron que en su actual estado “no es tan fácil”. Tras una almuerzo de bancada semanas atrás, otra de las conclusiones que se sacaron en la colectividad que dirige Mario Desbordes, es el apetito que se le habría abierto a la UDI por el cargo, esto en el entendido que Trabajo es uno de las carteras sociales que tanto reclama el gremialismo no poseer, discusión que se conoció luego de la salida de Alfredo Moreno y la llegada de Sebastián Sichel a Desarrollo Social, y tomando en cuenta que la restante, Vivienda, le pertenece al expresidente de Renovación Nacional, Cristián Monckeberg.
Pocos al interior de Chile Vamos dudan que el leitmotiv de la serie de equivocaciones, que se presentaron siempre en este terreno, tuvo que ver con los números semanales o mensuales que midieron los apoyos de uno y otro proyecto, y en que –coincidieron varios– era imposible, por la manera en que se planteó la pregunta, que no saliese airoso el proyecto de las diputadas PC. En la encuesta Cadem, de la primera semana de agosto, y ante la pregunta «¿usted está en acuerdo o en desacuerdo con el proyecto de ley que busca reducir la jornada laboral de 45 a 40 horas semanales?», un 74 por ciento respondió estar de acuerdo, versus un 22 por ciento.
Cabe recordar que, tras darse a conocer los números, vino una de las más cuestionables decisiones: sin aviso al ministro de Hacienda, Felipe Larraín, convocaron a La Moneda al ministro Nicolás Monckeberg, un par de diputados de la comisión de Trabajo, y representantes de los gremios, sin información previa, para anunciar la indicación de la posibilidad de negociar también una jornada de 41 horas. Para quienes suelen tener contacto con los más altos personeros de Palacio, previo a la frase alusiva a la Copa América, esta decisión fue la “primera gran puñalada al proyecto oficialista”.
Desde la UDI, los dardos apuntaron a la falta de estrategia y rigurosidad del Gobierno: primero, por no haber sido capaces de presentar un estudio serio para apoyar el debate; segundo, porque si bien el proyecto opositor apela a lo emotivo –señalaron– “existían argumentos más racionales pero contundentes que se pudieron utilizar, y no se hizo”, y como ejemplo pusieron sobre la mesa la discusión de la automatización, del trabajo part time, una política de reinserción laboral pensando en el adulto mayor, entre otros.
Para Morales, otra de las consecuencias que se vislumbraron tras la serie de malas decisiones, fue lo para muchos impensado: lograr la unidad de la oposición y al mismo tiempo abrir fracturas internas.