El «Informe especial sobre el océano y la criósfera en un clima cambiante», que se dio a conocer esta mañana en Mónaco y cuyos alcances fueron informados también por un grupo de mandatarios, entre los que se encuentra el Presidente Sebastián Piñera en Nueva York, revela conclusiones alarmantes. El documento sostiene que ya los océanos han absorbido más del 90 % del exceso de calor del sistema climático y que si no se toman medidas urgentes a nivel global, la absorción en un futuro cercano será entre cinco y siete veces mayor. Además sostiene, de manera concluyente, que los glaciares, la nieve, el hielo y el permafrost están disminuyendo y lo seguirán haciendo. De aquí a 2100 podría llegar a registrar una elevación de entre aproximadamente 30 y 60 cms. promedio, incluso aunque se logre una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global se mantenga muy por debajo de 2° C. Sin embargo, si las emisiones siguen aumentando con fuerza, la subida del nivel de las aguas podría ser del orden de 60 a 110 cms. La acidificación y el calentamiento de los océanos, la pérdida de oxígeno y los cambios en el suministro de nutrientes ya afectan a la distribución y la abundancia de la vida marina en las zonas costeras, en alta mar y en el fondo marino. Además, como consecuencia de la subida del nivel del mar se incrementará la frecuencia de los episodios extremos.
«Cuanto antes actuemos, y cuanto más resueltas sean nuestras acciones, mayor será nuestra capacidad para abordar cambios inevitables». «Solo podremos mantener el calentamiento global muy por debajo de 2° C si aplicamos transiciones sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad, por ejemplo, en los ámbitos de la energía, la tierra y los ecosistemas, las zonas urbanas y las infraestructuras, y la industria».
Estas declaraciones emitidas por Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo IPCC (Panel intergubernamental de Expertos de Cambio Climático de la ONU) forman parte de la reflexión medular al que llegaron 104 científicos, de 36 países, quienes trabajaron durante meses para elaborar el Informe especial sobre el océano y la criósfera en un clima cambiante, que fue dado conocer esta mañana en Mónaco, cuyos resultados son demoledores, por lo que exigen medidas inmediatas y urgentes para hacer frente a un escenario que, en sus aspectos más graves, se apunta como irrefrenable.
Carolina Adler, científica chilena y una de las autoras del texto, señala que «la palabra clave ahora es adaptación. Eso nos permite abordar muchos de los riesgos que se puedan presentar y nos podría ayudar también a disminuir los efectos que se puedan experimentar a través de esos riesgos. Por eso es importante tomar acciones tempranas».
Paralelamente a que el informe fuera liberado en Mónaco, en Nueva York el Presidente Sebastián Piñera se reunió con mandatarios de otras naciones en un desayuno-actividad, llamada Blue leaders. Call to action on ocean and climate. En el desayuno al que también está invitada la sueca Greta Thunberg se dio a conocer oficialmente las conclusiones del informe, a través de las reflexiones del científico Jane Lubcenco y Thelma Krug.
Tomando en consideración que el calentamiento global ya es de un 1 °C con respecto a los niveles preindustriales a causa de las emisiones de gases de efecto invernadero pasadas y presentes, los expertos constataron que los océanos se han calentado, su acidez ha aumentado y su productividad ha menguado. La fusión de los glaciares y los mantos de hielo provoca la subida del nivel del mar, y los fenómenos extremos costeros son cada vez más violentos.
En el informe especial aprobado el 24 de septiembre de 2019 por los 195 gobiernos miembros que conforman ese órgano, se brindan nuevos indicios que evidencian los beneficios de la limitación del calentamiento global al nivel más bajo posible, en consonancia con el objetivo que los propios gobiernos se marcaron en el Acuerdo de París de 2015.
“Los océanos del mundo y la criósfera han ‘absorbido el calor’ fruto del cambio climático durante decenios, y las consecuencias para la naturaleza y para la humanidad son graves y de gran alcance”, apuntó Ko Barrett, Vicepresidenta del IPCC.
“Las rápidas alteraciones que experimentan los océanos y las zonas congeladas de nuestro plantea obligan a multitud de personas —desde los habitantes de ciudades costeras hasta las comunidades de remotas regiones árticas— a modificar de forma radical sus modos de vida”, añadió.
Los habitantes de las regiones de montaña están cada vez más expuestos a peligros y cambios en la disponibilidad de agua, según se expone en el informe. Los glaciares, la nieve, el hielo y el permafrost están disminuyendo y lo seguirán haciendo y -según las proyecciones- ello aumentará los peligros para las personas, por ejemplo, en forma de deslizamientos de tierra, avalanchas, desprendimientos de rocas e inundaciones.
Se prevé que los glaciares de menores dimensiones situados, entre otros lugares, en Europa, África Oriental, la región tropical de los Andes e Indonesia perderán más del 80 % de su actual masa de hielo de aquí a 2100 en un escenario de altas emisiones. El retroceso de la criósfera en regiones de alta montaña seguirá incidiendo negativamente en las actividades de ocio, el turismo y el patrimonio cultural. A medida que los glaciares de montaña retroceden, también se ve afectada la disponibilidad de agua y la calidad de ese recurso aguas abajo, y ello repercute en numerosos sectores, como el agrícola y el hidroeléctrico.
“Los cambios en la disponibilidad de agua no solo perjudicarán a los habitantes de esas regiones de alta montaña, sino también a comunidades situadas muchos kilómetros aguas abajo”, dijo Panmao Zhai, copresidente del Grupo de Trabajo I del IPCC.
Los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y de montaña pierden masa, y ello contribuye no solo a la aceleración de la subida del nivel del mar, sino también a la expansión de las aguas cálidas en los océanos. Durante el siglo XX, la elevación del nivel del mar a escala mundial ha sido de unos 15 cm, pero el ritmo actual se ha más que duplicado (3,6 mm anuales) y no deja de acelerarse, según se evidencia en el informe.
El nivel del mar seguirá subiendo durante siglos. De aquí a 2100 podría llegar a registrar una elevación de entre aproximadamente 30 y 60 cms. incluso aunque se logre una reducción drástica de las emisiones de gases de efecto invernadero y el calentamiento global se mantenga muy por debajo de 2 °C. Sin embargo, si las emisiones siguen aumentando con fuerza, la subida del nivel de las aguas podría ser del orden de 60 a 110 cms.
“En los últimos decenios, el nivel del mar ha subido cada vez más rápido a causa de las crecientes aportaciones de agua de los mantos de hielo de Groenlandia y la Antártida, sin olvidar otros factores contribuyentes, como el agua procedente del deshielo de los glaciares y la expansión térmica del agua debida al aumento de su temperatura”, apuntó Valérie MassonDelmotte, copresidenta del Grupo de Trabajo I del IPCC.
“En esta nueva evaluación también se ha revisado al alza la contribución prevista del manto de hielo de la Antártida a la elevación del nivel del mar de aquí a 2100 en un contexto de altas emisiones de gases de efecto invernadero”, dijo.
“El amplio abanico de proyecciones sobre el nivel que alcanzará el mar en 2100 y en adelante depende de la reacción de los mantos de hielo al calentamiento, en especial en la Antártida, y esa es una cuestión todavía sujeta a importantes incertidumbres”, añadió.
La subida del nivel del mar incrementará la frecuencia de los episodios de nivel del mar extremo que tienen lugar, por ejemplo, durante las mareas altas y las tormentas intensas. Los datos indican que, con cada grado de calentamiento adicional, aquellos fenómenos que en el pasado se producían una vez cada 100 años tendrán periodicidad anual a mediados de siglo en muchas regiones, agravando los riesgos a los que están expuestas muchas islas pequeñas y ciudades costeras de baja altitud. Si no se destinan grandes inversiones a fines de adaptación, estarían expuestas a riesgos de inundación cada vez mayores, según se explica en el informe.
Así pues, es probable que algunas naciones insulares dejen de ser habitables a causa de los cambios en los océanos y la criósfera provocados por el clima, según el informe, pero sigue siendo sumamente difícil evaluar los umbrales de habitabilidad. La intensificación de los vientos y las precipitaciones asociados a los ciclones tropicales agudizan los episodios de nivel del mar extremo y los riesgos costeros. Los peligros serán todavía más graves a raíz del aumento en la intensidad y la magnitud medias de las mareas meteorológicas y los acumulados de precipitación debidos a los ciclones tropicales, en particular en un contexto de mantenimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero en niveles altos.
En el informe se constata que el calentamiento de los océanos y los cambios en su química ya ocasionan alteraciones en especies de todos los niveles de la trama alimentaria oceánica, y ello repercute en los ecosistemas marinos y las personas que dependen de ellos. Hasta la fecha, los océanos han absorbido más del 90 % del exceso de calor del sistema climático.
De aquí a 2100, absorberán entre dos y cuatro veces más calor que en el período comprendido entre 1970 y el momento actual si el calentamiento global se limita a 2 °C, pero si las emisiones son más elevadas, la absorción será entre cinco y siete veces mayor.
El calentamiento de los océanos reduce la mezcla entre capas de agua y, como consecuencia, el suministro de oxígeno y nutrientes para la vida marina. La frecuencia de las olas de calor marinas se ha duplicado desde 1982 y su intensidad no deja de crecer. Las proyecciones apuntan a un incremento adicional en su frecuencia, duración, extensión e intensidad. Con un calentamiento de 2 °C, su frecuencia será 20 veces mayor en comparación con los niveles preindustriales, pero si las emisiones siguen aumentando con fuerza, su frecuencia será 50 veces mayor.
Desde el decenio de 1980, los océanos han absorbido entre el 20 y el 30 % de las emisiones de dióxido de carbono antropógenas, y ello ha causado su acidificación. Una incorporación continuada de carbono a los océanos de aquí a 2100 exacerbará el aumento de acidez de sus aguas. La acidificación y el calentamiento de los océanos, la pérdida de oxígeno y los cambios en el suministro de nutrientes ya afectan a la distribución y la abundancia de la vida marina en las zonas costeras, en alta mar y en el fondo marino. Los cambios en la distribución de las poblaciones de peces han reducido el potencial de capturas a nivel mundial.
En el futuro, disminuirá todavía más en algunas regiones, en particular en los océanos tropicales, pero aumentará en otras, como por ejemplo en el Ártico. Las comunidades que dependen en gran medida de los productos alimentarios marinos pueden verse confrontadas con riesgos para la salud nutricional y la seguridad alimentaria de sus integrantes. “La disminución de las emisiones de gases de efecto invernadero limitará las consecuencias para los ecosistemas oceánicos que nos proporcionan alimentos, nos ayudan a gozar de buena salud y conforman nuestras culturas”, dijo Hans-Otto Pörtner, copresidente del Grupo de Trabajo II del IPCC.
“La reducción de otros factores de estrés, como la contaminación, no hará sino ayudar a la vida marina a encarar los cambios que experimente su entorno, y potenciará la resiliencia de los océanos”. “Los marcos en materia de políticas, por ejemplo, para la ordenación de la pesca y el establecimiento de zonas marinas protegidas, brindan a las comunidades oportunidades de adaptación a los cambios y de reducción al mínimo de los riesgos para nuestros medios de subsistencia”, añadió.
En el Ártico, los valores mensuales de extensión del hielo marino disminuyen para todos los meses del año, y su espesor no deja de menguar. La estabilización del calentamiento global en 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales supondría que el hielo desaparecería del océano Ártico en septiembre —el mes con menor extensión de hielo— solo una vez cada 100 años. Sin embargo, con un calentamiento global de 2 °C, esa circunstancia podría llegar a producirse cada tres años.
Algunas poblaciones del Ártico, en especial los pueblos indígenas, ya han ajustado sus patrones de desplazamiento y caza en función de la estación y de la seguridad de las condiciones de la tierra, el hielo y la nieve, mientras que algunas comunidades costeras han previsto su relocalización. El éxito de su adaptación dependerá de los recursos financieros, las capacidades y el apoyo institucional, se precisa en el informe.
El terreno de permafrost —congelado durante muchos años— es objeto de calentamiento y deshielo, y las proyecciones apuntan a un deshielo generalizado de ese tipo de terreno durante el siglo XXI. Incluso aunque el calentamiento global se limite a valores muy inferiores a 2 °C, aproximadamente el 25 % del permafrost situado cerca de la superficie (3-4 metros de profundidad) se habrá deshelado de aquí a 2100.
Si las emisiones de gases de efecto invernadero siguen aumentando con fuerza, cabe la posibilidad de que se pierda cerca del 70 % del permafrost que se encuentra cerca de la superficie.
Asimismo, el permafrost de las regiones ártica y boreal almacena grandes cantidades de carbono orgánico, prácticamente el doble de carbono que el contenido en la atmósfera, y su deshielo podría incrementar notablemente la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.
“Solo podremos mantener el calentamiento global muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales si aplicamos transiciones sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad, por ejemplo, en los ámbitos de la energía, la tierra y los ecosistemas, las zonas urbanas y las infraestructuras, y la industria. La adopción de políticas climáticas ambiciosas y la reducción de las emisiones imprescindible para dar cumplimiento al Acuerdo de París también protegerán los océanos y la criósfera y, en última instancia, permitirán velar por el conjunto de la vida en la Tierra”, explicó Debra Roberts, copresidenta del Grupo de Trabajo II del IPCC.
En el Informe especial sobre los océanos y la criósfera en un clima cambiante, el IPCC proporciona los mejores conocimientos científicos de los que se dispone para que gobiernos y comunidades puedan adoptar medidas en las que apliquen esos conocimientos científicos a su propio contexto para abordar cambios inevitables y escenarios futuros verosímiles con miras a limitar la magnitud de los riesgos y los impactos climáticos.
En el informe se proporcionan indicios que evidencian los beneficios de combinar conocimientos científicos con saberes locales y ancestrales para elaborar estrategias adecuadas de gestión de los riesgos asociados al cambio climático y potenciar su resiliencia.
Se trata del primer informe del IPCC en el que se hace hincapié en la importancia de la educación para fomentar los conocimientos sobre el cambio climático, los océanos y la criósfera.