La elaboración de una Constitución que nos dé bases de estabilidad, cohesión y prosperidad social necesita de diversidad y legitimidad. Si buscamos representatividad en el grupo de personas que conforme la Convención Constitucional, la aleatoriedad es mucho mejor mecanismo que cualquier posible incorporación de cuotas a un proceso de elección mediante voto.
El acuerdo por una nueva Constitución define dos alternativas de Convención Constitucional con las cuales la ciudadanía podría participar del proceso. Sin embargo, se ha generado mucha preocupación respecto de los criterios a partir de los cuales se definirá quién participa.
Parece no ser tan distinto el resultado que se obtendrá al votar por integrantes de la Convención que al votar por diputados(as) y senadores(as). Existe preocupación respecto a que la Convención no logre la representatividad y legitimidad que se necesita. Existe preocupación de que sea “capturada” por los partidos políticos, por grupos religiosos o por algunos otros grupos organizados. Existe preocupación de que el marketing y las personalidades populistas tengan demasiado peso.
Ante esto, se ha propuesto definir listas y cuotas reservadas para garantizar la participación de independientes, mujeres y pueblos originarios. Sin embargo, estas medidas no dan solución al problema de fondo: quienes ganan una elección son quienes tienen mayores chances de hacerlo, no necesariamente quienes representan mejor a la población.
Para ganar una elección se necesita de una «máquina electoral»: estrategia, redes territoriales que consigan votantes, mucho marketing, cercanía con la prensa. Lo anterior, sumado a la desigualdad de recursos económicos, hace que no toda la ciudadanía tenga las mismas chances de ser electa para participar de cualquiera de las dos variantes propuestas de Convención Constitucional.
¿Qué otra alternativa hay?
La democracia griega utilizaba ampliamente la selección aleatoria de grupos de representantes para abordar distintos asuntos: el “Consejo de los 500”, la corte, alrededor de 100 magistrados y cerca de 600 oficiales, eran seleccionados al azar. Para esto los griegos inventaron el kleroterion, un dispositivo que les permitía seleccionar aleatoriamente a sus representantes dando garantías de que el ejercicio no estaba siendo manipulado.
En Atenas no todos participaban: extranjeros, mujeres y esclavos estaban excluidos. Sin embargo, los hombres que eran considerados “ciudadanos” no eran todos eruditos, de actuar profundamente reflexivo y empático. No. Algunos eran más cultos que otros, algunos más egoístas que otros, algunos más brutos que otros, etc.
El azar no discrimina. Toda la ciudadanía tendría las mismas chances de participar en una Convención Constitucional aleatoriamente conformada; ningún grupo podría capturar la Convención. Gracias a este sentido de justicia implícito en el azar, los griegos lograban dar legitimidad a sus representantes y minimizar los conflictos propios de la lucha por el poder.
Dado que nos desacostumbramos completamente al uso de este mecanismo, al proponerlo surgen muchos miedos y preguntas. ¿Y si salen solo personas ignorantes? ¿Y si salen solo personas de un sector político? ¿Y si no es electo ningún representante de este grupo que nos interesa que esté presente?
Hay que considerar dos cosas. Por un lado, gracias a los desarrollos de la estadística, sabemos que un grupo de 670 personas representaría la total diversidad existente en el país, con un nivel de confianza del 99%: personas de las distintas regiones, diversidad de géneros y orientaciones sexuales, pueblos originarios, profesores universitarios con mucha educación y personas con pocos años de estudio; empresarios, emprendedores y trabajadores; personas de todas las visiones políticas y todas las edades. La realidad de nuestro país reflejada en la Convención Constitucional.
Por otro lado, está la importancia de contar con el adecuado apoyo de asesoría técnica. Esto es necesario para los parlamentarios y también lo será para los integrantes de la Convención (sorteados o electos). La Biblioteca del Congreso Nacional será especialmente importante en esto. Además, deberíamos aspirar a que el grupo de constituyentes esté en interacción permanente y abierta con el resto del país a través de audiencias presenciales y plataformas digitales, para nutrirse de la inteligencia colectiva del conjunto de la ciudadanía.
El grupo de expertos transdisciplinario más destacados que podríamos pensar, va a necesitar complementar su saber con el entendimiento y las sensibilidades de personas que viven realidades distintas, en distintos territorios y con distintos niveles de ingreso.
Para los filósofos griegos, así como también para los franceses Montesquieu y Rousseau, la elección de representantes mediante votación se asociaba a la aristocracia u oligarquía; la democracia requería la selección aleatoria de los representantes para que todos tuvieran las mismas chances de participar.
En algún momento se pensó que a través del voto se elegiría a los ciudadanos mejor preparados para ejercer como representantes. Sin embargo, la evidencia nos muestra que en muchos casos esto no es así. La popularidad televisiva y las estrategias de marketing pueden hacer que una persona muy poco preparada sea electa.
La aleatoriedad no es nueva, no murió en la antigua Grecia, y no tiene nada de extremista. Este es el mismo principio que inspira la conformación de los jurados en Estados Unidos. Las asambleas ciudadanas de Columbia Británica (2004) y Ontario (2006), Canadá; el Foro Ciudadano de Holanda (2006) y la Convención Constituyente de Irlanda (2013), también se conformaron aleatoriamente.
La aleatoriedad se podría utilizar tanto para la Convención Constitucional, dándole un 100% de representación legítima; así como también para la Convención Mixta, con la idea de combinar la experiencia política y técnica de personas elegidas mediante votación con la representatividad de los seleccionados aleatoriamente.
El Servel, u otro órgano técnico, independiente y transparente, debería encargarse del sorteo de las y los integrantes de la Convención, dando todas las garantías y posibilidades de fiscalización necesarias para que no quede duda de la neutralidad del proceso.
La elaboración de una Constitución que nos dé bases de estabilidad, cohesión y prosperidad social necesita de diversidad y legitimidad. Si buscamos representatividad en el grupo de personas que conforme la Convención Constitucional, la aleatoriedad es mucho mejor mecanismo que cualquier posible incorporación de cuotas a un proceso de elección mediante voto.