Opinión
El sentido de urgencia requiere no solo declarar azul una COP, sino concretizar acciones ambiciosas y coherentes, en materias de políticas climáticas y ambientales en general. Esta cumbre no puede ni debe quedar como un encuentro de buenas intenciones oceánicas, ambientales y/o climáticas. Es de esperar, entonces, que en lo que resta de esta decisiva semana, el rol de la presidencia de la COP25 concretice, coherentemente, acciones ambiciosas, ya que “el tiempo para la acción es ahora».
Según datos aportados por el reciente informe del IPCC, todas las personas en el planeta dependen –directa o indirectamente– del océano y la criósfera. Se trata de componentes esenciales del sistema climático. En este mismo sentido, el Panel de Alto Nivel para una Economía Oceánica Sostenible ha establecido que el océano es elemento determinante de nuestro planeta, que cubre el 70% de su superficie e impulsa su clima y biósfera.
El océano sostiene la vida en la tierra y, sin embargo, está en peligro por el cambio climático. Si bien gran parte de la atención reciente se centra en los problemas que enfrenta el océano, es también una fuente de posibles soluciones e innovación.
Tales informes sirven de fundamento para el carácter “azul” del que se ha buscado dotar a la COP25, cuyo propósito ha sido realzar el rol de los ecosistemas oceánicos, costeros y marinos dentro de las negociaciones climáticas.
La propia presidenta de la conferencia y ministra del Medio Ambiente de Chile, Carolina Schmidt, señaló que dicha denominación obedecía a que “por primera vez se trae la temática, su protección y el manejo sustentable de los océanos, a una cumbre de acción climática y esto tiene que ver con el momento que estamos viviendo, donde la ciencia nos ha mostrado con tanta fuerza que los compromisos tomados por los países no son suficientes”.
[cita tipo=»destaque»]Es más, realzando el estrecho vínculo entre Cambio Climático, Derechos Humanos y acciones ambiciosas ambientalmente, no podemos olvidar la pendiente ratificación del Acuerdo de Escazú por parte de Chile –que, dicho sea de paso, Colombia recientemente ha manifestado su compromiso de firmar–.[/cita]
Entre otras cosas, dicho carácter se ha evidenciado en múltiples eventos a lo largo de la COP25, tanto en la «Zona Azul», espacio limitado a las partes y observadores, como en la «Zona Verde», área para el público en general.
La presidencia de la COP25 ha manifestado que la COP azul debe construirse entre todas las partes interesadas que están comprometidas a generar un mejor diálogo, para integrar la relación entre el océano y el clima bajo la Convención Marco de Cambio Climático. En esta línea, algunos países costeros, entre los que se encuentran Costa Rica, Indonesia y Fiji, han expresado su interés en integrar el carbono azul costero en sus contribuciones nacionalmente determinadas –NDCs–, inventarios de GEI y, aún más, agregar un anexo a la Convención Marco que reconozca específicamente el papel principal del océano en el cambio climático.
El sentido de urgencia requiere no solo declarar azul una COP, sino concretizar acciones ambiciosas y coherentes, en materias de políticas climáticas y ambientales en general. Esta cumbre no puede ni debe quedar como un encuentro de buenas intenciones oceánicas, ambientales y/o climáticas.
Es más, realzando el estrecho vínculo entre Cambio Climático, Derechos Humanos y acciones ambiciosas ambientalmente, no podemos olvidar la pendiente ratificación del Acuerdo de Escazú por parte de Chile –que, dicho sea de paso, Colombia recientemente ha manifestado su compromiso de firmar–.
Es de esperar, entonces, que en lo que resta de esta decisiva semana, el rol de la presidencia de la COP25 concretice, coherentemente, acciones ambiciosas, ya que “el tiempo para la acción es ahora».
