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Los viajes de Greta y Abbas Opinión

Los viajes de Greta y Abbas

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Los viajes de ambos adolescentes aún no terminan. De Greta seguramente seguiremos teniendo noticias, y muchas fotos en redes sociales. Regresará a Suecia, pasará navidad en familia, y volverá a clases el próximo año. Abbas deberá conformarse con su primera y última aparición en la prensa. Su escala en la isla griega de Lesbos, quizás sea el destino final de su travesía por sobrevivir.


Ambos tienen 16 años, tuvieron que navegar para llegar a Europa y no van al colegio. Sus historias transcurren al mismo tiempo, en un mundo que los trata con crueldades diferentes.

Greta ya es reconocida en gran parte del planeta. Llegó a Madrid, tras cruzar el Atlántico en catamarán. Su larga travesía buscó generar conciencia sobre los daños al ecosistema, que genera la masificada industria aérea. En la COP25 desbordó el interés mediático y la revista Time
la eligió el personaje del año 2019. Su familia publicó hace poco un libro biográfico titulado «Nuestra casa está ardiendo».

Al mismo tiempo, las redes sociales arden también en su contra. Allí es posible leer todo tipo de expresiones, incluidas aquellas que buscan desprestigiarla porque padece síndrome de Asperger y autismo.

[cita tipo=»destaque»]Entenderán ustedes por qué no va al colegio. Tampoco los más de 1.100 menores que huyeron con sus familias, y llegaron solos a la isla griega desde países como Siria, Irak, Congo y Afganistán. «Huimos de la guerra y de los bombardeos para seguir vivos, no para vivir en el infierno», dice Abbas. Su historia se enmarca en la crisis migratoria que la Unión Europea no ha sabido resolver. Dramas similares ocurren en este momento en diversas latitudes.[/cita]

De Abbas, en cambio, no sabíamos nada hasta hace unos días. Seguro su nombre ni siquiera le suena. Nadie lo rodea con cámaras ni escriben libros sobre él, su rostro no está en las portadas. La historia de este joven de 16 años, fue recogida por el diario El País de España en un reportaje sobre otro drama que enfrenta la humanidad. Abbas, de nacionalidad afgana, navegó en una barca hasta la isla griega de Lesbos. Hace dos años vive en Moria, el campo de refugiados más grande de Europa.

«Aquí he llorado, me he cortado los brazos, he intentado suicidarme, he bebido alcohol. Aquí me he hecho mayor», relató en la cruda publicación del pasado 27 de noviembre.

Entenderán ustedes por qué no va al colegio. Tampoco los más de 1.100 menores que huyeron con sus familias, y llegaron solos a la isla griega desde países como Siria, Irak, Congo y Afganistán. «Huimos de la guerra y de los bombardeos para seguir vivos, no para vivir en el infierno», dice Abbas. Su historia se enmarca en la crisis migratoria que la Unión Europea no ha sabido resolver. Dramas similares ocurren en este momento en diversas latitudes.

Los viajes de ambos adolescentes aún no terminan. De Greta, seguramente, seguiremos teniendo noticias y muchas fotos en redes sociales. Regresará a Suecia, pasará Navidad en familia y volverá a clases el próximo año. Abbas deberá conformarse con su primera y última aparición en la prensa. Su escala en la isla griega de Lesbos, quizás sea el destino final de su travesía por sobrevivir. Sus estudios quedaron congelados hasta nuevo aviso.

Abbas en realidad, ni si quiera se llama así. Es un nombre ficticio usado en el reportaje, su realidad, no.

 

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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