La consulta prefigura un modelo municipal deseable para el futuro de Chile. Los municipios han pasado a ser actores relevantes contra la desigualdad, la concentración y los abusos. El sistema político debe tomar nota de ello y aprender de lo local. Al Gobierno y al Congreso, en su encierro, les hace falta esa cercanía y clara comprensión de la demanda ciudadana que los alcaldes y alcaldesas, concejales y concejalas han demostrado en esta hora.
La consulta nacional del 15 de diciembre constituye una experiencia histórica e inédita de participación ciudadana. Se inscribe dentro de las grandes movilizaciones de carácter masivo –y profundamente políticas– que ha habido desde el 18 de octubre. Junto a la “Marcha más grande de todas” y al despliegue nacional e internacional de las mujeres a través de «LasTesis», la consulta de ayer ha logrado mover a más de dos millones de ciudadanos y ciudadanas a las urnas digitales y presenciales. Fue una apuesta arriesgada y temeraria de la Asociación Chilena de Municipalidades (AChM), que ha culminado con gran éxito.
No fue fácil. La consulta se origina en un momento de gran oscuridad respecto a las salidas políticas a la crisis y fue planteada originalmente para el 7 de diciembre, en una masiva asamblea de alcaldes realizada en la comuna de La Granja.
A partir de ahí se sucedieron los problemas. En primer lugar, el Gobierno quiso plantear unos tibios diálogos ciudadanos para intentar el control estatal de la participación. En segundo lugar, no fueron pocos los congresistas que miraron esto con recelo, debido al papel secundario con que son vistos los alcaldes por el sistema político y el rol marginal al que los ha desplazado el modelo de desarrollo económico neoliberal.
[cita tipo=»destaque»]Finalmente, lo municipal ha sido el único espacio político que ha incluido lo que está en el aire desde el 18 de octubre: la necesidad de cambios, no de forma cosmética, sino de manera estructural. Los primeros resultados se pronunciaron abrumadoramente por pensiones, salud y educación y por el mecanismo de Convención Constitucional o Asamblea Constituyente. Es hora de que el conjunto del sistema político mire estos resultados y de una vez por todas aborde las reformas estructurales que el país necesita.[/cita]
Por otra parte, el Servicio Electoral –como órgano independiente y autónomo– no hizo la lectura adecuada del momento y, atrapado en la legalidad y la burocracia, terminó entregando un padrón desactualizado para la consulta. Este hecho llevó a los municipios que realizaron la consulta (224) a no contar con financiamiento estatal ni publicidad.
A ello se sumó el hecho de que distintos actores políticos llegaron a un acuerdo en el Congreso el día 15 de noviembre.
Esta situación puso una nueva interrogante al proceso municipal. Pese a ello, los alcaldes y alcaldesas decidieron seguir adelante. La consulta municipal iba más allá de lo político, incluyendo preguntas sobre demandas sociales que los jefes y las jefas comunales escuchaban en sus propios territorios.
La Ley Orgánica de Municipalidades permite a los municipios realizar consultas no vinculantes sobre temas que tengan relación con los problemas que aquejan a sus vecinos y vecinas. Por ello se decidió que la consulta fuese amplia e incluyente. Esto explica que hubiese distintas preguntas, distintos días, diversas modalidades. Los municipios son autónomos.
Esto también requería de alianzas amplias y conversaciones honestas. Así las cosas, la AChM se reunió con académicos, organizaciones sociales y universidades, buscando respuestas a las interrogantes que la propia organización tenía. Se fue incorporando la reflexión de un conjunto de actores sociales al diseño. Dentro de este arco, de manera destacada la Universidad de Santiago (Usach) se hizo cargo del sistema de cómputos y todo su conocimiento al servicio de un proceso democrático como este. La Universidad de Chile, por su parte, puso su enorme prestigio por delante, para acompañar a los alcaldes y alcaldesas en el recuento final.
Ambas universidades prefiguran la importancia que podría tener para el futuro de Chile un trabajo mancomunado en el ámbito local para el desarrollo territorial.
Los alcaldes y las alcaldesas tuvieron el coraje de entender que los derechos de los jóvenes comienzan, según la Convención de los Derechos del Niño, en el momento que nacen. Con esto, reivindican el derecho a la participación política de los jóvenes desde los 14 años. Esta consulta tuvo la valentía de incluir ese punto.
Los municipios son autónomos en su autodeterminación. Pero en esta ocasión se pensó de otro modo: problemas que podrían ser de cada municipio se resuelven mejor por la vía de asociarse. Eso explica la existencia de asociaciones municipales y es un claro desmentido al individualismo, al “sálvese cada uno como pueda” del modelo de desarrollo imperante.
En cuanto a las modalidades de votación, hubo poco tiempo. Las crisis no esperan. Se recurrió a lo que podía ser más eficiente en el cortísimo plazo. Y se combinó adecuadamente lo digital con lo presencial. Cada comuna resolvió su camino. Al fin del resultado podemos concluir que fue lo mejor. El voto digital permitió una mayor participación. Varias comunas, especialmente de sectores populares y medios, superaron los números de la municipal 2016.
Cabe destacar en esto el valor de la transversalidad, que no alude solo a izquierda y derecha, sino a la cercanía con las demandas ciudadanas que se da en el territorio. Una amplia variedad de temas fue incluida en las consultas. La cercanía del liderazgo comunal con las necesidades de las personas vuelve a ser un hecho relevante en momentos en que la política tiene un enorme déficit de representación. A esto se sumó la capacidad de construir acuerdos para que ese camino sea posible.
Finalmente, lo municipal ha sido el único espacio político que ha incluido lo que está en el aire desde el 18 de octubre: la necesidad de cambios, no de forma cosmética, sino de manera estructural. Los primeros resultados se pronunciaron abrumadoramente por pensiones, salud y educación y por el mecanismo de Convención Constitucional o Asamblea Constituyente. Es hora de que el conjunto del sistema político mire estos resultados y de una vez por todas aborde las reformas estructurales que el país necesita.
La actual Constitución otorga a los municipios un mero rol administrador. Pese a ello, los municipios han dado un ejemplo de gobernanza, representación y voz de los ciudadanos en una hora crítica para el país. Se debe romper ese estado de cosas. Los municipios deben ser gobiernos locales en toda la dimensión del concepto.
¿No será tiempo de una decisión radical? Que los gobiernos locales tengan autonomía financiera con mayores recursos y más atribuciones, teniendo la posibilidad de pensar asociativamente sus propios modelos de desarrollo económico, sostenibles y democráticos y, al mismo tiempo, subir sus estándares y niveles de transparencia para administrar esos recursos y usar esas atribuciones.
La consulta prefigura un modelo municipal deseable para el futuro de Chile. Los municipios han pasado a ser actores relevantes contra la desigualdad, la concentración y los abusos. El sistema político debe tomar nota de ello y aprender de lo local. Al Gobierno y al Congreso, en su encierro, les hace falta esa cercanía y clara comprensión de la demanda ciudadana que los alcaldes y alcaldesas, concejales y concejalas han demostrado en esta hora.