No debiera ser tan difícil de entender. Ossandón, Swett, Luksic y Desbordes tienen razón. Esta explosión social es en realidad el último aviso. Si el Presidente Piñera no atina de verdad, si no les dobla la mano a los partidos de su propia coalición para recaudar y gastar más y en serio, si no emprende un rumbo radicalmente diferente para esta nación, en dirección a la OCDE –no a Corea del Norte o Cuba–, la explosión de la próxima vez no dejará piedra sobre piedra.
En otras ocasiones he criticado la conducta de la oposición de centroizquierda e izquierda durante esta crisis. Han sido, a mi juicio, de un oportunismo vergonzoso, antidemocrático, vacilante, bailando al son de la música de las redes sociales. Se demoraron cuatro semanas en musitar que la violencia debía parar, del FA y PC mejor no hablemos. Pero en esta ocasión le toca a la derecha encarnada en los partidos de Gobierno y en el Gobierno mismo. No se cuál es peor para el resultado final de esta crisis. Con razón la gente (me incluyo) no se siente representada por los partidos políticos, por ninguno. Estamos frente a la crisis de representación más grande de nuestra historia, como nos lo explicó brillantemente el sociólogo español Manuel Castels.
En los pasilleos políticos ya es evidente que la gran mayoría de la derecha –desde Evópoli a los JAKastistas– opina que lo que ha ofrecido hasta ahora el Presidente Sebastián Piñera para contener el estallido social es demasiado y que está llegando un límite en el cual su modelito neoliberal extremo del mundo mundial made in Chicago ya comenzaría a resquebrajarse. Hasta los progres de Evópoli estuvieron inicialmente duros como piedra. ¿Aumentar impuestos para financiarlo? Horror de horrores, eso sería socialismo de la peor calaña. Agrandar el Estado, no, por Dios, suicidio y despilfarro.
Lo ofrecido hasta ahora en diversos anuncios –aún no legislados– son aproximadamente US$2 mil millones anuales, es decir, 0.75% del PIB. En realidad, una migaja comparada con las enormes necesidades que la ciudadanía manifiesta en materia de pensiones, salarios mínimos, salud pública, medicamentos, educación pública, infancia, vivienda social, transporte, etc. Para peor, soltado de a poquito, como alpiste para el loro. El día que lleguemos a 3-4% del PIB o, por lo menos, que este mayor gasto se comprometa en una nueva Reforma Tributaria con una meta gradual a 4-5 años, podríamos comenzar a conversar.
Veámoslo de otro modo. El 1% más rico de Chile –como personas y no como empresas– acumula anualmente el 33% del PIB. Si ellos graciosamente entregaran un 4% de esa torta, quedando así en 29%, continuarían siendo sideralmente ricos y las inversiones de sus empresas continuarían, prácticamente, al mismo ritmo.
Tienen dos traidores a la patria neoliberal, el senador Manuel José Ossandón y el diputado Mario Desbordes. Sospecho que Cristián Larroulet –el cardenal de la iglesia de San Milton Friedman– en su refugio discreto, de bajo perfil pero alta influencia en el segundo piso de La Moneda, debe tener sus fotos en la pared lanzándoles dardos para calmar sus nervios.
Veamos las declaraciones recientes. Ossandón, RN, un “vulgar y ahuasado” técnico agrícola, exalcalde de Puente Alto, hoy una “zona cero” de destrucción y narcos, refiriéndose a Piñera dijo: “El gran problema es que este equipo tiene un jefe que todavía no entiende la gravedad del problema (…). Tiene que conducir esto, el que tiene las riendas del caballo lo maneja. Él tiene que apurar para que esta agenda social sea rápida y potente. Chile no acepta más parches».
[cita tipo=»destaque»]Otro de sus cardenales, Rolf Lüders, es uno de mis favoritos, por lo delirante. Chicago Boy duro, exministro de Augusto Pinochet, profesor de la Pontificia Universidad Católica donde posiblemente debe haber formado al ministro Juan Andrés Fontaine, ese que dijo que hay que levantarse más temprano. Él ha reiterado por años –en diversas entrevistas– que «la desigualdad me tiene sin cuidado, es un problema de envidia; yo envidio al gallo que tiene más plata». ¡Ohhh my Goooood! Y después se sorprenden si hay un millón de personas en la calle y el país explota. Oiga, don Rolf, no le tengo mala, solo le deseo que durante dos meses, dos nada más, viva, se alimente, compre sus medicinas y se transporte con la pensión mínima, en La Legua Emergencia, para que observe en terreno su curioso y académico concepto de la envidia.[/cita]
Desbordes, también RN, que entiende la situación porque estudió en la escuela pública E-556 de La Cisterna, fue carabinero y más encima gendarme, ergo, tiene más calle que todo el resto juntos, confesó: “Por Dios que cuesta que se muevan algunos, si no hacemos los cambios ahora, nosotros, en seis, siete meses más, vamos a tener dos millones de personas de nuevo en la calle (…) para los de mi lado, los de más a la derecha uno es traidor, se vendió al marxismo internacional mundial, soy trotskista, leninista, maoísta y no sé cuántos ‘istas’ más”.
El asunto es que para los ideólogos derechistanos, después de 40 años de pasearse por el mundo predicando nuestras bondades y maravillas en Jarbard y Keimbridsh, esto se convirtió en una religión. Ossandón y Desbordes serían sus ateos ideológicos. Las evidencias de la calle o de los números significativos no valen nada para ellos. Ningún cristiano creyente aceptaría leer un libro sobre teoría de la evolución, porque se les podría caer el castillo de naipes completo. Lo mismo les pasa a estos economistas religiosos, leer al Premio Nobel Paul Krugman les produce sarpullido… si es que lo leen.
Otro de sus cardenales, Rolf Lüders, es uno de mis favoritos, por lo delirante. Chicago Boy duro, exministro de Augusto Pinochet, profesor de la Pontificia Universidad Católica donde posiblemente debe haber formado al ministro Juan Andrés Fontaine, ese que dijo que hay que levantarse más temprano. Él ha reiterado por años –en diversas entrevistas– que «la desigualdad me tiene sin cuidado, es un problema de envidia; yo envidio al gallo que tiene más plata». ¡Ohhh my Goooood! Y después se sorprenden si hay un millón de personas en la calle y el país explota. Oiga, don Rolf, no le tengo mala, solo le deseo que durante dos meses, dos nada más, viva, se alimente, compre sus medicinas y se transporte con la pensión mínima, en La Legua Emergencia, para que observe en terreno su curioso y académico concepto de la envidia.
La afirmación complementaria la ha hecho Jorge Errázuriz, empresario de las finanzas: “Estigmatizar la codicia, a los nuevos ricos, le hace mal al país”. Viva la codicia, dijeron los coludidos de los pollos, el confort, La Polar y las farmacias. Otro arzobispo, Sergio de Castro, Chicago Boy supremo, profesor de la PUC, también exministro del general, declaró el 12 de diciembre con pachorra astronómica: “El modelo funcionó y se defiende por sí mismo”.
Me disculpará el lector si he caído en la casuística de individuos, siendo un poco cáustico además. No tengo saña personal con ellos, deben ser buenos padres y abuelos, pero en estos ejemplos extremos se refleja la ideología en su forma más pura. El lenguaje crea realidades.
Lo notable es que en esta pasada los empresarios han sido bastante más sensatos que los políticos y los académicos duros de la derecha. Desde Andrónico Luksic –que remeció la mesa afirmando que ninguno de sus empleados ganaría menos de $500mil– hasta el presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio, Alfonso Swett, quien afirmó que “sabemos que tenemos la obligación de ser parte de la solución, sabemos que tenemos que agrandar nuestras manos y meternos las manos al bolsillo y que duela”.
En reciente encuesta Cadem, el 44% de los empresarios se mostró algo dispuesto a pagar más impuestos y el 25% muy dispuestos. Notable. Esta diferencia de opinión, posiblemente, se debe a que los empresarios conocen a sus trabajadores y empleados, en cambio los políticos y académicos de la República de Derechistán solo conocen a sus asesores parlamentarios y no se han ensuciado nunca las manos desarrollando la economía real del país.
Señor Piñera, se lo ruego por favor, escuche a los Swetts, Luksics, Desbordes y Ossandones y no a los Larroulets y sus sacristanes en la UDI, RN y Evópoli.
Finalmente, desnudemos las falacias de la derecha respecto a este asunto. Porque son falacias. Su primer argumento favorito es que, si se aumenta el gasto público, nuestro ineficiente Estado lo va a transformar en despilfarro y, en vez de tener 100 mil pituteros contratados, vamos a tener 200 mil. No hay Estado bueno, es un mal necesario que hay que minimizar. Amén.
Estamos ciertos de que hay pituteros, que en diversos hospitales públicos hay ratones o murciélagos (caso real del Sótero alguna vez) y que hay gente que se muere esperando operaciones y que corra la lista. Pero me gustaría que los ayatolas derechistanos me explicaran bajo qué milagro Chile tiene la misma esperanza de vida promedio y tasa de mortalidad infantil que Estados Unidos, con un gasto público en salud cerca de diez veces menor. ¿Será que somos genéticamente resistentes a la muerte? ¿O será que la salud preventiva, el cuidado materno de los consultorios primarios y la nutrición infantil del sistema público de Chile son de clase mundial?
Aunque no todo lo que brilla en la salud es oro. Según El País: “Una mujer que reside en una de las zonas menos favorecidas de Santiago de Chile vivirá 18 años menos que otra mujer que viva en la misma ciudad, pero en un barrio más pudiente. La vida de esta mujer –y de muchas otras– será casi dos décadas más corta por culpa de las brutales desigualdades que sufre la capital chilena”. Incluso la excelente salud preventiva de Chile no se reparte bien, al igual que el dinero. Pura envidia, diría Don Rolf.
¿Por qué el Metro ha ganado premios nacionales de la calidad compitiendo con empresas privadas, antes que los anarcos y narcos le quemaran 57 estaciones? ¿Cómo es que BancoEstado, sin subsidios, ocupa hoy el 3er lugar del ranking de la banca chilena por arriba del Banco de Chile, aún cuando ofrece servicios a los sectores más pobres y alejados como la impecable cuenta RUT y la Caja Vecina? Destinar recursos públicos a las personas por vía de la cuenta RUT bajo cualquier concepto social, hoy significa meramente programar un computador. O sea, paren de gozar con este cuento del lobo.
Pero hay otro argumento aún más duro. Aumentar las pensiones mínimas, como vimos, no requiere contratar ni un solo funcionario adicional. Es cosa de cambiar unas variables en el cálculo que hace el computador. Destinar los mejores directivos escolares a las escuelas públicas implica o contratos adicionales, eso sin contar con que es perfectamente demostrable con datos en la mano que las escuelas públicas son tanto o más eficientes que las privadas para enseñar a alumnos vulnerables, de iguales características. Las escuelas privadas no son “mejores escuelas” que las públicas (con huelgas y todo), tienen simplemente “mejores alumnos”. Esa información está en la base de datos del Mineduc y ha sido publicada en artículos académicos internacionales.
También sería interesante que nos contestaran ¿por qué en los datos comparativos del World Governance Index, el Estado chileno figura virtualmente a la par con los países OCDE en materia de eficiencia pública e incluso de control de la corrupción, y muy por arriba del resto de América Latina? Reitero, a otro perro con ese hueso de la ineficiencia pública. Según el diccionario de dichos y refranes, “a otro perro con ese hueso” se usa como una respuesta a quien quiere engañar a una persona o manipular una situación en su favor a partir de argumentos falsos. Suele utilizarse con frecuencia cuando la persona que lo invoca está cansada de las constantes mentiras y engaños de alguien y decide ponerle límites a la situación. Estupendo para esta situación.
Nadie dice que no haya que seguir trabajando en la modernización del Estado, urgentemente, como en todos los países, pero esa es harina de otro costal. Cada peso malgastado, por muchos o pocos que sean, cada atraso en la cola, significa sufrimiento para la ciudadanía.
El otro manoseado argumento es que, si se aumenta la carga tributaria, la inversión caerá y el desempleo aumentará. Ese “cuco” lo han esgrimido chillando cada vez que se ha discutido el tema, desde el 90 en adelante. Comparémonos entonces con algunos países OCDE, viendo datos de ingreso per cápita y de carga tributaria como porcentaje del PIB, en datos de la comunista Heritage Foundation de USA (el equivalente de Libertad y Desarrollo en Chile).
Ingreso per capita (ppp) Carga tributaria (% PIB): Chile $25 mil 21.0%, Portugal $32 mil 37.0%,
Canadá $46 mil 31.7%, Alemania $44 mil 44.5% y Dinamarca $54 mil 50.8%
¡Exijo una explicación!, dijo Condorito. Dinamarca debiera estar en quiebra y en el desempleo total, ¿no? La naviera Maersk y la cervecera Carlsberg ya debieran haber huido de ese socialistoide país. BMW y Volkswagen no habrían invertido un peso en Alemania, ¿o no?
Las teorías económicas que posiblemente no se enseñen en la PUC, el epicentro de la formación de los ministros y cardenales de la derecha, han señalado una y otra vez que a medida que los países van aumentando su ingreso per capita, las clases medias van exigiendo cada vez mayor seguridad social, autopistas gratuitas, pensiones garantizadas, educación gratuita, pública y sin fines de lucro, y consecuentemente los países van subiendo gradualmente sus impuestos para financiarlas. Asimismo, esos países van “comprando” algunos bienes no económicos pero esenciales: paz social, cohesión nacional y solidaridad entre sus ciudadanos. En suma, a otro perro con ese hueso del desempleo y la caída de la inversión por razones tributarias.
Además, en el colmo de su neurosis religiosa, algunos derechistanos incluso se niegan a aumentar la deuda pública para financiar las urgencias sociales más inmediatas. Si bien es cierto que no se deben financiar gastos permanentes con deuda, sino con ingresos permanentes (impuestos), por último hagamos Esto, ¿verdad? En los hogares y las empresas se recurre a endeudamiento en momentos de crisis, ¿cuándo hemos tenido una crisis más grande que Esta como país? La deuda pública de Chile es 27% del PIB. La de los ahorrativos suizos es 40%, Alemania 57%, Inglaterra 85% y Japón, campeón mundial con 237%, debido a su baja carga tributaria y sus trágicos terremotos y tsunamis, con central nuclear incluida. O sea, emergencias, como Chile, ¿Ok? Paren de gozar pues.
No debiera ser tan difícil de entender. Ossandón, Swett, Luksic y Desbordes tienen razón. Esta explosión social es en realidad el último aviso. Si el Presidente Piñera no atina de verdad, si no les dobla la mano a los partidos de su propia coalición para recaudar y gastar más y en serio, si no emprende un rumbo radicalmente diferente para esta nación en dirección a la OCDE –no a Corea del Norte o Cuba–, la explosión de la próxima vez no dejará piedra sobre piedra.