Queda un gran desafío y es preparar a la ciudadanía para que vote informada en el plebiscito de abril. Serán necesarios amplios procesos de difusión, información y participación ciudadana en asambleas, cabildos y conversaciones sociales. Los municipios mostraron un camino, ahora hay que hacer frente a la responsabilidad de votar lo más informado posible, tenemos tiempo para hacerlo bien, con pluralismo, generosidad y solidaridad. Es el país el que está en juego.
Resulta conmovedor ver el asombro que sentimos los chilenos(as) cada vez que vivimos actos democráticos, como una consulta ciudadana que convoca a un grupo considerable de personas a expresar su opinión. Procesos que en otras democracias son normales, habituales y necesarios para resolver conflictos o dudas sobre políticas públicas, para nosotros resultan excepcionales.
En esto somos tan subdesarrollados, tan poco OCDE, que genera pudor el entusiasmo de aquellos que sacan conclusiones extrapolables a futuras elecciones municipales, como aquellos que reniegan y le buscan la quinta pata al animal –no uso la palabra gato, porque tengo dos que adoro– para desacreditar una genuina y casi espontánea expresión ciudadana respecto al momento constituyente que vive el país.
En fin, aislando estas actitudes tan poco OCDE, quiero referirme a un par de positivas lecciones y desafíos que deja esta Consulta.
[cita tipo=»destaque»] La importante participación de personas en la consulta del 15 de diciembre está dejando aislado a un grupo importante de políticos y ciudadanos que se niegan a reconocer que la participación ciudadana puede ser solicitada por la gente, tanto como puede ser ofrecida por el gobernante. Parece ser que, en este nuevo contexto, los que sobran son aquellos que ostentan el poder formal –legítimamente ganado en elecciones– pero que no aceptan que eso no es suficiente para gobernar sin escuchar a la gente durante el tiempo que dura su mandato. En este contexto, el baile de los que sobran no lo están bailando aquellos que están fuera del poder, sino más bien los que lo ejercen, especialmente cuando no entran en sintonía real con ciudadanos que no se conforman con un apretón de mano, con una torta o con una visita de 30 minutos a la sede social.[/cita]
Incorporar mecanismos de democracia directa y participativa en la Constitución. No puede ser que los ciudadanos estén a expensas de la voluntad política de sus gobernantes para participar en la decisión de asuntos públicos determinantes. La participación ciudadana se ha ganado un espacio para ser considerada como un derecho político, que debe estar garantizada en la Constitución. Estar sometido a voluntades de gobernantes nos pone en situaciones oscilantes entre líderes democráticos, caudillos locales/regionales con tufo a dictadores o pequeños caudillos con tufo a monarcas. Mecanismos como las consultas ciudadanas vinculantes, plebiscitos, iniciativa popular, iniciativa popular de ley, presupuestos participativos, referéndum revocatorio, deben estar garantizados como derecho político y no como sugerencias a realizar por voluntad del gobernante. Esto significa que el ciudadano también los puede activar.
De administración a Gobierno Local. En las últimas semanas los municipios, coordinados por la Asociación Chilena de Municipalidades, a pesar de que constitucionalmente están consagrados solo para administrar, han estado haciendo gobierno y del bueno (obviamente algunos alcaldes no lo han hecho). Primero, porque han escuchado a sus ciudadanos, han estado proponiendo salidas políticas a una crisis nacional. Han anticipado y provocado escenarios de cambios desde lo local, muchas veces sin recursos y sin atribuciones para resolver los problemas que enfrentan. Muchos y muchas han demostrado madurez política y liderazgo responsable para enfrentar sus desafíos, mientras que otras municipalidades y sus alcaldes (los menos) se han quedado abajo de esta tendencia.
El artículo 118 de la Constitución debiera ser el principal objetivo de modificación de los alcaldes y las alcaldesas de cara a la discusión del cambio constitucional. Ese artículo los consagra como administradores, sin recursos y atribuciones para enfrentar sus múltiples desafíos.
La participación ciudadana como mecanismo para descomprimir conflictos. Para resolver conflictos la represión no sirve, la anulación de la diferencia tampoco, la cooptación menos, los cálculos electorales saturan. La participación ciudadana implica cohesión, integración y reconocimiento de la diferencia para gobernarla, no para suprimirla. Pero para que cumpla esa función hay que implementar bien los mecanismos de participación ciudadana, con método, con amplia información previa, seguridad en el voto, garantizar neutralidad y transparencia a la ciudadanía. Es evidente que en este proceso hubo errores, hubo problemas de información previa y, en algunos casos, no me cabe duda existieron entusiasmos de alcaldes que superaron la garantía de la neutralidad.
Sí, es evidente que un país que no sabe participar y que pretende hacerlo rápido a través de sus municipalidades, cometa errores. No obstante aquello, debemos mejorar, corregir y seguir instaurando prácticas democráticas que nos harán mejor país.
El nuevo baile de los que sobran. La importante participación de personas en la consulta del 15 de diciembre está dejando aislado a un grupo importante de políticos y ciudadanos que se niegan a reconocer que la participación ciudadana puede ser solicitada por la gente, tanto como puede ser ofrecida por el gobernante. Parece ser que, en este nuevo contexto, los que sobran son aquellos que ostentan el poder formal –legítimamente ganado en elecciones– pero que no aceptan que eso no es suficiente para gobernar sin escuchar a la gente durante el tiempo que dura su mandato. En este contexto, el baile de los que sobran no lo están bailando aquellos que están fuera del poder, sino más bien los que lo ejercen, especialmente cuando no entran en sintonía real con ciudadanos que no se conforman con un apretón de mano, con una torta o con una visita de 30 minutos a la sede social. La escucha que se demanda es más sustantiva, vinculante, que se traduzca en decisiones compartidas, acciones que ayuden a configurar un futuro común y que otorguen cabida a muchos y no a pocos.
La gran lección para abril. Queda un gran desafío y es preparar a la ciudadanía para que vote informada en el plebiscito. Serán necesarios amplios procesos de difusión, información y participación ciudadana en asambleas, cabildos y conversaciones sociales. Los municipios mostraron un camino, ahora hay que hacer frente a la responsabilidad de votar lo más informado posible, tenemos tiempo para hacerlo bien, con pluralismo, generosidad y solidaridad. Es el país el que está en juego.