Hay otro elemento que nadie lo expone abiertamente pero que está ahí, la oportunidad electoral que supone para la oposición llevar a cabo la elección de gobernadores regionales y su hipotético amplio triunfo en desmedro de la coalición gobernante, dados los magros niveles de apoyo ciudadano que tiene la actual administración de Sebastián Piñera. Tenemos, por tanto, que un debate de tal relevancia para el país puede, a fin de cuentas, estar contaminado por la calculadora electoral menoscabando la discusión de fondo, la descentralización. Nada más alejado de lo que exige hoy la ciudadanía.
Nos encontramos en medio del debate sobre la pertinencia de realizar o no las elecciones de gobernadores regionales en octubre y gran parte de la discusión se centra en las atribuciones que debería tener esta autoridad. Tal cual como están las cosas, tendrían limitadas atribuciones y escaso poder de maniobra para articular planes y programas en cada región, por lo que en pos de esta discusión es que se “avanza” rápidamente en intentar subsanar dicha carencia mediante un proyecto de ley ad hoc. La complejidad del asunto llega al punto que, incluso, hay actores políticos que han desistido abiertamente a estar dispuestos a emprender alguna candidatura de cara a estos comicios, señalando como principal argumento la tremenda debilidad que tendría un gobernador electo en desmedro del delegado presidencial regional.
Poniendo más elementos al debate, recientemente, un grupo de alcaldes de distintos colores políticos señalaron la inconveniencia de realizar esta elección considerando el debate constitucional en Chile, el cual podría redibujar el mapa de la desconcentración de poder territorial y poder político en nuestro país, con lo cual el debate de la elección de gobernadores regionales podría, literalmente, quedar obsoleto en una nueva carta fundamental.
Adicionalmente, hay otro elemento que nadie lo expone abiertamente pero que está ahí, la oportunidad electoral que supone para la oposición llevar a cabo esta elección de gobernadores y, su hipotético amplio triunfo en desmedro de la coalición gobernante, dados los magros niveles de apoyo ciudadano que tiene la actual administración de Sebastián Piñera. Tenemos, por tanto, que un debate de tal relevancia para el país puede, a fin de cuentas, estar contaminado por la calculadora electoral menoscabando la discusión de fondo. Nada más alejado de lo que exige hoy la ciudadanía.
[cita tipo=»destaque»]Por otra parte, debemos preguntarnos si las regiones tienen verdaderamente características particulares para generar clusters de desarrollo específicos, que permitan enfrentar un proceso concreto de descentralización. Es probable que bajo las actuales condiciones y dadas sus capacidades, requerirán eternamente del apoyo del gobierno central para su financiamiento, reproduciendo eternamente su situación actual. En base a lo anterior, ¿Por qué no pensar en agrupaciones territoriales que se potencien mutuamente y que permitan enfrentar un destino común de desarrollo y crecimiento sostenible?[/cita]
Propongo que reinstalemos un viejo debate que ahora cobra más sentido que nunca, la descentralización basada en macrorregiones. La descentralización debe verdaderamente contener elementos que otorguen autonomía, poder de decisión y, por sobre todo, que entreguen mejor calidad de vida a sus habitantes.
Volver al tema de fondo es preguntarse si la actual división política administrativa de 16 regiones da respuesta en una mirada de futuro frente al enorme desafío que supone llevar a Chile y sus habitantes al desarrollo. Vale la pena preguntarse si estas regiones -salvo algunas excepciones- tienen capacidad autonómica financiera, como la densidad poblacional y territorial suficiente para impulsar estrategias de desarrollo autónomo.
Por otra parte, debemos preguntarnos si las regiones tienen verdaderamente características particulares para generar clusters de desarrollo específicos, que permitan enfrentar un proceso concreto de descentralización. Es probable que bajo las actuales condiciones y dadas sus capacidades, requerirán eternamente del apoyo del gobierno central para su financiamiento, reproduciendo eternamente su situación actual. En base a lo anterior, ¿Por qué no pensar en agrupaciones territoriales que se potencien mutuamente y que permitan enfrentar un destino común de desarrollo y crecimiento sostenible?
No pretendemos aquí estar en contra de la descentralización, muy por el contrario, queremos instar a crear condiciones estructurales para hacerla efectiva y otorgar real poder territorial que sea autosustentable, se trata de poner por sobre el aumento de burocracia una mirada de futuro y de desarrollo real. Esta idea no es nueva, es más bien desempolvar y actualizar la mirada de la CORFO de los años 50´ y ver a Chile con sus particularidades y potencialidades, dividir a Chile en 5 macrozonas -Norte Grande, Norte, Centro, Sur y Sur Austral- puede ser la real alternativa de dar capacidad y robustez a los territorios.
En tiempos de cambios como los que actualmente estamos viviendo, repensar la mirada descentralizadora desde la integración de territorios y fijar objetivos específicos de corto, mediano y largo plazo, nos puede situar como país en un nuevo estadio de desarrollo en el cual no solo gana la descentralización, más bien ganan los ciudadanos que dan vida a estos territorios.