En Santiago la contaminación de óxidos de nitrógeno, proveniente fundamentalmente del transporte, se ha reducido a cerca de la mitad. Nadie puede celebrar la baja en la actividad económica y los impactos al empleo. Sin embargo, la Universidad de Stanford ha estimado que, fruto de estas medidas, 75 mil personas dejaron de morir en China. Localmente, junto a la PUC, hicimos un estudio que estima que cerca de mil personas dejarán de morir este invierno en Santiago si las reducciones observadas se mantienen. Esto nos recuerda que el cambio climático y la contaminación atmosférica siguen siendo desafíos existenciales para las actuales y futuras generaciones.
El coronavirus ha traído una baja de actividad económica que ha significado menos emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global. Estados Unidos bajó sus ventas de gasolina en 25% el mes pasado. La generación eléctrica a carbón de India y China ha bajado en torno al 2020. A nivel local hemos visto como la demanda energética ha descendido, los tacos han casi desaparecido y el aire se ha limpiado.
En Santiago la contaminación de óxidos de nitrógeno, proveniente fundamentalmente del transporte, se ha reducido a cerca de la mitad. Nadie puede celebrar la baja en la actividad económica y los impactos al empleo. Sin embargo, la Universidad de Stanford ha estimado que, fruto de estas medidas, 75 mil personas dejaron de morir en China. Localmente, junto a la PUC, hicimos un estudio que estima que cerca de mil personas dejarán de morir este invierno en Santiago si las reducciones observadas se mantienen. Esto nos recuerda que el cambio climático y la contaminación atmosférica siguen siendo desafíos existenciales para las actuales y futuras generaciones.
Esta década es una fundamental. Es necesario actualizar nuestros compromisos internacionales ante la ONU. Se espera que los compromisos sean compatibles con la meta de 1.5 grados de calentamiento global que estableció el Acuerdo de París. Esto significa que el mundo tiene que sumar un compromiso de lograr cero emisiones netas hacia mediados de siglo y reducir las emisiones netas a la mitad al 2030.
Chile, como presidente de la COP25, fue uno de los países en vías de desarrollo en comprometer tal nivel de reducción de emisiones y se han sumado muchas otras naciones desde entonces. Lo interesante es que en los últimos años la acción climática pasó a una inversión inteligente que permite a los países beneficiarse de mayor inversión y menores costos energéticos. Las medidas que diseñamos el 2015 para mitigar el cambio climático pasaron de costar plata, a ahorrar plata. La reducción de costos de energías renovables y baterías (las primeras bajando en 90% sus costos en una década, y las segundas bajando en 80% sus costos en los últimos 5 años), ha cambiado radicalmente el panorama.
Es así como el consenso político y técnico del país es que podemos hacer mucho más y adelantar la meta de 70% de energía renovable establecida en la Política de Energía del 2016. También hemos visto cómo la electromobilidad ha permitido reducir los costos operativos de los buses del Transantiago, los que son entre 50 a 70% inferiores a los buses diésel (Banco Mundial, 2020). Esto significa que un bus eléctrico que recorre 70 mil km por año ahorra casi 60 mil USD. En un contrato a 5 años, paga con creces su costo incremental y es la opción más económica de transporte público hoy en día. Pero es necesario financiar ese costo incremental en forma inteligente para hacerlo realidad. Y así ocurre con otras tecnologías limpias que tienen mayor costo de inversión, pero menor costo de operación.
Ahí entonces entra la oportunidad de reactivación económica con atributos verdes que debemos implementar a nivel global. Un green new deal, como propone la Comunidad Europea, en donde la inyección de recursos a la empresa privada sea a cambio de mejoras ambientales en los sectores. Este green new deal se inspira en el new deal que impuso Roosevelt para salir de la Gran Depresión, el que es visto como el ejemplo más exitoso de reactivación económica y que causó una transformación industrial para el país.
Algo avanzó Obama en un enfoque similar, en donde condicionó que los fabricantes de autos fueran rescatados a cambio de mejoras en eficiencia energética. Donde renovó el parque de viviendas por uno de menor consumo energético, al financiar un potente paquete de subsidios de aislación térmica de viviendas.
En Chile, con las ciudades del sur sofocándose por la leña y con planes de descontaminación desfinanciados, podemos inyectar recursos que activen las economías locales con pequeños proyectos de remodelación de viviendas, instalando sistemas de aislación que permitan que las casas consuman menos energía y, por tanto, contaminen menos. Es una fórmula probada, que ha beneficiado a miles de personas, creado miles de empleos y ha creado empresas que no existían antes de estos programas.
Es una inversión y no un gasto permanente, como los mal enfocados subsidios a la leña que solo subsidian la contaminación del sur. En efecto, si bien hemos visto los riesgos a la salud pública de una pandemia como esta, hemos ignorado la pandemia silenciosa que año a año azota al mundo, y al país, en donde 3.640 personas mueren al año por contaminación atmosférica.
Adicionalmente emitir deuda a cambio de invertir en atributos verdes ya ha probado ser una fórmula exitosa para el Ministerio de Hacienda, pues los bonos verdes que ha financiado han sido a las tasas de interés más bajas que ha tenido el país en su historia. Existe una demanda tremenda para invertir en instrumentos de tal naturaleza y es el momento de hacerlo para iniciar con fuerza la descarbonización que hemos comprometido ante el mundo y a nuestros ciudadanos. Chile sería el primer país en anunciar tal enfoque, lo que traería tremendos beneficios reputacionales para una nación golpeada en su imagen tras el estallido social y la inequidad brutal que reveló. Esto es lo que hay que hacer, desoyendo a empresas basadas en fósiles que pedirán rescates que solamente dilatarán su inevitable ocaso frente a la irrupción de la tecnologías limpias y la agenda climática. Es el momento de que protejamos el presente pensando en el futuro. Si no ahora, ¿cuando?