Las recientes medidas de liberación de cuarentenas en comunas de la zona oriente, así como la instauración de nuevos modelos de restricción parcial de desplazamientos, que –en los hechos– dividen a una misma comuna en dos, han puesto el tema del ocultamiento de los datos de parte del ministro de Salud y su gabinete, nuevamente, en la discusión pública. Esta falta de transparencia, calificada incluso de “oscurantismo”, no afecta solo a la Mesa Social o a expertos, sino que también se extiende hasta los propios equipos técnicos en salud pública y epidemiología del Minsal, quienes han pasado del estupor a confesar su frustración. Junto con acusar una constante subestimación de parte del ministro, quien ejerce el poder sin contrapeso en el ministerio e incluso en La Moneda, los especialistas advierten en el triunfalismo de Mañalich y del Presidente Piñera una estrategia de dilatación de las medidas, muy favorable al momento político, pero muy peligrosa cuando se trata de la salud pública de las personas, especialmente de las mayores de 65 años, cuyos contagios están recién ahora comenzando a aumentar [ACTUALIZADA]
“De acuerdo a la evidencia sanitaria acumulada, estas medidas aparecen como razonables y prudentes”. Con esta frase el ministro de Salud, Jaime Mañalich, respaldó durante la mañana de este martes la decisión de liberar de cuarentena a varias comunas del sector oriente de la capital y de establecer un confuso sistema geosanitario que, en términos simples, implica imponer muros invisibles a aquellas comunas que registran un número importante de contagios como Santiago y Ñuñoa y a otras, como Puente Alto, donde sus habitantes se ven obligados a desplazarse adentro y afuera de la comuna debido a su alta vulnerabilidad económica, multiplicando los riesgos de contagio.
Fuera de si estas medidas son “prudentes y razonables” o no, la evidencia sanitaria a la que alude el ministro para muchos resulta completamente desconocida. Los alcaldes no fueron informados y se sintieron pasados a llevar, la presidenta del Colegio Médico e integrante de la Mesa Social, Izka Siches, calificó de “oscuratismo” el manejo de los datos, y los equipos técnicos a cargo de la pandemia, al interior del propio Minsal, pasan del estupor a confesar su frustración. “Nadie se lo explica”, “nos tomó por sorpresa al igual que a todos”, “hay datos que deliberadamente no se entregan ni al interior de los equipos de salud pública”, admitieron.
La compartimentación de la información y la autocomplacencia al interior del gabinete del ministro, de la Subsecretaría de Redes Asistenciales y del mismo Gobierno, respecto a que “se están haciendo mejor las cosas que en otros países”, ha llevado a expertos, funcionarios de la salud y de La Moneda a desconfiar del “triunfalismo” de Mañalich y de Piñera.
A coro advierten las fuentes que no “es tiempo de cantar victoria”, que es “temerario” liberar cuarentenas con “estimaciones matemáticas basadas en modelos no ajustados”, aunque resulten ser muy favorables al momento político, pero que ignoran tres factores esenciales: que recién “estos últimos días” ha comenzado a aumentar el número de contagios en personas mayores de 65 años, que ante la primera gran exigencia regional –como la demandada en Temuco– el sistema de salud se enfrentó con el fantasma de la saturación y, lo más delicado incluso, que no ha llegado el invierno, donde la tasa de mortalidad en algunos países de Asia, Europa, además de Estados Unidos, se elevó de manera dramática, llegando a miles en pocos días.
En este panorama incierto, según expresan diversas fuentes consultadas, no solo influyen las estadísticas sino también los rasgos de personalidad, como la desconfianza y la soberbia que hermanan al Presidente con su ministro de Salud: las formas de actuar, la resistencia al disenso y la crítica y esa predisposición a no “desaprovechar la oportunidad” cuando esta se presenta. Algo que para Sebastián Piñera implica la posibilidad de sacudirse de la sentencia de ser el Presidente peor evaluado de la historia reciente y, para Mañalich, la chance de salir airoso en el gran “el desafío” de su vida, por lo que no está dispuesto a permitir que nadie le arruine este reto.
Hoy por hoy, el ministro de Salud, Jaime Mañalich, es “todopoderoso” en el Gobierno y no solo por su consabida cercanía con el Presidente Sebastián Piñera, al ser también su médico de cabecera, sino que su condición de coordinador gubernamental para hacer frente a la pandemia del COVID-19 lo convirtió también en el personaje con más poder en la administración piñerista. “Hoy es el más importante y tiene más poder que cualquier ministro del Interior, se le ha dado manga ancha”, explicó un asesor de Palacio.
En la derecha explicaron que el titular de la cartera de Salud es “muy parecido” al Jefe de Estado, no es muy hábil en el trato con las personas, es soberbio, desconfiado, trabaja con poca gente y rara vez se logra vislumbrar cuál es su motivación de fondo. “Por eso se llevan bien los dos”, afirmaron en RN.
Por ello, además, en el entorno del Gobierno reconocieron que a nadie le sorprende que haya roces, choques y discrepancias internas sobre el manejo y las medidas que se adoptan. El punto es que –confesaron fuentes gubernamentales– en la práctica nadie hace un contrapeso real a las opiniones de Mañalich y en las últimas semanas, como se cerró cualquier espacio para el disenso, lo que ha sucedido –puntualizaron desde Palacio– es que quienes no están de acuerdo han optado por marginarse en vez de ir al choque o derechamente son marginados, como fue el caso de la exseremi de Salud de la RM, Rosa Oyarce, a quien se le pidió la renuncia mientras estaba en cuarentena.
“Se está funcionando con el mismo criterio que en clínicas y hospitales, el doctor manda y todos hacen lo que él dice. En el Gobierno es lo mismo hoy, Mañalich está aplicando esa lógica y se hace lo que él dice, él es el doctor”, afirmó un asesor gubernamental.
Eso no significa que en círculos del Gobierno y en la derecha no haya reparos a las decisiones del secretario de Estado, porque consideran que están carentes de “calle”, de criterios de realidad. “El problema es que Mañalich no entiende las lógicas como la ciudadanía, especialmente los sectores más vulnerables, donde hay ausencia del Estado. Él ha sido un médico de la elite y del poder”, explicó un RN histórico.
Un ejemplo claro de ello es haber puesto –tras la salida de Luis Castillo– como subsecretario de Redes Asistenciales a Arturo Zúñiga, alguien de toda su confianza, ya que fue su jefe de gabinete en el Minsal durante la primera administración piñerista. Si bien el ingeniero comercial tiene experiencia en la salud privada –fue gerente general de la Clínica Los Andes– y un acabado manejo de cifras, según le reconocen en la propia oposición, carece de experiencia y conocimiento de la realidad de la salud pública y posee una mirada excesivamente técnica.
Hay otro elemento que no es menor en un contexto de tensiones y liderazgos complejos. En el Gobierno explicaron que con el ministro Mañalich siempre “ha existido una tensión soterrada” sobre su figura, porque permanentemente tiende a pasarse de la línea, entrar en otras áreas como la política, tal como sucede con entrevistas en medios de comunicación en las que habla más como ministro del Interior o un primer ministro, que como la autoridad del Minsal. “Es comilón con la pelota, siempre termina pasándose de revoluciones”, apuntan.
Aunque Mañalich estaría convencido de que los cuestionamientos a su manejo y las medidas están reducidas solo al mundo de los alcaldes, y que ellos están motivados por intereses electorales más que sanitarios, las continuas diferencias entre los equipos técnicos con el ministro de Salud y su gabinete, van más allá de problemas en el trato, hablan más bien de disparidad de criterios técnicos y epidemiológicos, que podrían tener incidencia directa en cómo se está efectivamente conduciendo el problema de la pandemia.
Los problemas se han suscitado, incluso, con aquellos colaboradores técnicos que son de la misma línea política del ministro. “La misma María Teresa Valenzuela, quien fue candidata a ser ministra durante este Gobierno, insistió de manera vehemente, en su momento, que había que decretar cuarentena total, pero si Mañalich desoye a sus propios correligionarios, entonces no hay mucho más que hacer”, confiesan con frustración fuentes del Minsal.
Una de las razones de esta disparidad, más allá del estilo personal del ministro, estribaría en el déficit de de competencias en algunas áreas de Mañalich. “Las decisiones que adopta, en consecuencia, lo hacen ir en contra de lo que su propio equipo técnico recomienda”, sostienen.
Un ejemplo concreto de esto se dio entre la última semana de marzo y la primera de abril, cuando salió un documento del Ministerio de Salud dirigido a los equipos de redes asistenciales, en el que se indicaba el manejo que se debían tener los pacientes con COVID-19.
En este documento se recomendó la prescripción del fármaco hidroxicloroquina, un medicamento para la malaria que se cree que puede funcionar, porque básicamente disminuye la actividad de una célula específica, que se encuentra muy activada dentro de la neumonía por COVID-19. La recomendación, que provino del propio ministro, fue que este fármaco sea administrado a todos los pacientes que estuvieran en condiciones graves, sin importar sus características personales como la edad o enfermedades preexistentes.
El punto es que antes que fuera enviado el instructivo, los equipos de Salud emitieron un informe en donde fueron taxativos respecto a que no era recomendable prescribir este medicamento a todos los pacientes, puesto que los riesgos de sus efectos adversos, como la arritmia en pacientes mayores de 65 años, podrían ser superiores a los supuestos beneficios.
“Eso era algo en que todos los equipos técnicos estaban alineados, pero cuando el documento final salió lo hizo desconociendo la opinión técnica. O sea, se instruyó prescribir el medicamento a todos los pacientes críticos, cuando no se tiene la suficiente evidencia de que funcione. De hecho, la gente de Salud Pública no podía creerlo cuando salió el documento. Esto o lo cambió el ministro motu proprio o fue al interior del gabinete”.
Consultado al respecto este jueves en la entrega de reporte diario del coronavirus en Chile, Mañalich señaló que “hay reportes, no suficientemente sólidos, del uso de hidroxicloroquina en pacientes afectados por Covid-19, por el virus SARS-CoV-2 (…) pero dado que algunos estudios dicen que podría tener alguna ventaja en pacientes hospitalizados graves para acortar su enfermedad, típicamente a los enfermos conectados a ventilador, es que hemos comprado dosis suficiente y anticipada, porque ya escasea en el mercado mundial, y Cenabast tiene dosis para tratar hasta 300 mil personas y está distribuyéndolas para precisamente la indicación que estoy comentando”.
Desde el Departamento de Epidemiología confiesan que es muy complejo para la salud pública que no exista concordancia entre la información que los equipos técnicos recomiendan entregar y lo que finalmente deja sacar el ministro a la luz pública.
“El ministro elige lo que se publica y lo que no, y ese ha sido un problema muy grave desde el principio de la pandemia, porque mucha gente quiere saber los datos actuales, y qué datos se pueden necesitar, por ejemplo, para efectos del modelamiento matemático. Y en ese sentido hay elementos que se están ocultando deliberadamente”, advierten fuentes al interior del Minsal.
Uno de estos datos, que podría resultar muy contraproducente a la hora de tomar medidas oportunas –sostienen las fuentes consultadas–, se da en el ocultamiento de la cantidad de exámenes o testeos PCR que se encuentran pendientes.
Los datos, que aseguran maneja el gabinete de Mañalich “bajo siete llaves”, tendrían directa incidencia en los informes oficiales que a diario comunica el Gobierno, ya que, al desconocer la cantidad de exámenes que la red de salud no alcanza a procesar debido a la alta demanda de solicitudes, es imposible estimar si la curva de contagios decreció o no, ya que “en estos casos pendientes pueden haber el doble de positivos”, afirman.
“Si tú tienes mil personas que requieren el examen y de esas solo se pueden hacer 500, lo más probable es que concluyas que hay 100 positivos, pero si tú pudieras realizar los mil, tu número positivo real sería probablemente de 200. Entonces, ahí puedes decir que los números que tienes son mejores que los de España o los de Italia”.
Esta situación es precisamente lo que estaría ocurriendo en Temuco. “Si se le pregunta a la gente de allá en donde está lo más grave de la situación, te dirán, junto al tema de las camas críticas, que no tienen la capacidad de realizar todos los exámenes que están llegando, que están sobrepasados. Y esos exámenes no se están redistribuyendo al nivel central, donde se debieran resolver y en donde sí existe capacidad y disponibilidad para hacerlo”.
“Ese es un número que no se publica ni se informa a los equipos epidemiológicos”, sentencian.
Una de las grandes controversias en el tema de los datos con los que el Gobierno saca sus conclusiones, es que ” la foto que se estaría sacando en este momento” responde al hecho de que las personas que se han contagiado en la Región Metropolitana han sido principalmente jóvenes, de nivel socioeconómico alto y que no van a tener grandes problemas por efecto de esta infección. El problema que se avecina, advierten, se estaría dando recién ahora, con el aumento de contagio en personas mayores de niveles socioeconómicos más bajos.
“El estado basal de su inmunidad, de sus enfermedades, las hacen más vulnerables y, segundo, que la respuesta del sistema público va a ser un poco más lenta. Si bien vamos a tener más casos en el sector oriente, vamos a tener más muertos en el sector sur. Y eso es algo que debería haberse considerado en la decisión de cuarentena. La mayoría de las personas que se están movilizando no pertenecen al sector oriente y van a ser quienes están más expuestas”, comentan.
En ese escenario es muy posible que se esté subestimando el número de personas que están con la transmisión del virus. “La mortalidad esperada todavía no existe, porque no hemos tenido suficientes personas homogéneamente distribuidas. En Italia fue distinto porque tenían más personas mayores en eso momento infectadas, en Chile, hace unas semanas, el gran grueso de las personas infectadas eran personas con un nivel socioeconómico alto y jóvenes, pero recién ahora van a circular grupos de mayor edad y recién ahora vamos a ver el grado de mortalidad”.
Lo preocupante –añaden las fuentes del Minsal que prefieren mantenerse bajo reserva– es que en esta ecuación aún no se suma el invierno y tampoco se incorporan las variables de contaminación atmosférica en la zona centro sur, debido a que la calefacción a leña es altamente tóxica y hace disminuir la inmunidad de la población de alto riesgo.
“Yo creo que lo que acá hay es una manipulación para dilatar la toma de decisiones”, concluyen.
Una de las discusiones que se llevó entre los equipos asesores del ministro fue qué procedimiento ocupar para establecer cuando un paciente es considerado como recuperado. Debido a la ausencia de un examen de salida, la decisión que se adoptó en el Ministerio de Salud fue que, por el simple hecho de pasar los 14 días en cuarentena, se le toma por recuperado.
Este modelo, admiten entre el equipo técnico del ministro, es totalmente impreciso, “porque no se sabe si esos 14 días son después del inicio de los síntomas, 14 días después de la hospitalización, 14 días después del alta. Eso no se sabe, porque una persona después de 14 días puede seguir hospitalizada en cuidados intensivos”.
“Decir que por el solo mérito de pasar los 14 días se entiende por recuperado es muy raro. Lo que se debería saber es si, transcurridos esos 14 días, estas personas transmiten el virus o no, cosa que no se ha realizado. De hecho, el mismo director de la OMS pidió hace unos días que las personas que fueran recuperadas, y de alta, siguieran en cuarentena por 14 días más”.
Aunque las fuentes admiten que a nivel internacional todavía no existen modelos libres de fallas para estimar los casos recuperados, lo insólito de Chile es que es el único país que adopta esta definición, no por razones epidemiológicas, sino que meramente estadísticas.
“Ese es el problema. No se trata de mostrar solo números buenos. Se trata de la salud de las personas”, sentencian.